Un hálito de culpabilidad debería entrar en lo profundo de las coronarias con solo ver el gigantesco caldero repleto de aceite hirviente. El alarido de advertencia no es suficiente para impedir caer en la concupiscente tentación de asaltar la mesa rebosante de hermosas montañas de fritos. Algunos ilusos exigen con vehemencia que se les garantice explícitamente la procedencia, calidad y tiempo de uso del aceite en el cual se han freído tan delicados manjares. Lamentablemente pasa como con algunos gobiernos que solo demasiado tarde viene a saberse su dudosa calidad.

La xenofobia imperante y su procedencia del altiplano llevó en festivales anteriores a excluirla de nuestros fritos típicos. Sin embargo, el paladar local obligó a aceptar la papa rellena o “bolaetrapo”, entre las sabrosuras de este festival.

Algunos puristas critican y cuestionan el advenedizo nombre de arepa de huevo con que se denomina a la muy cartagenera empanada de huevo. Es la misma insulsa discusión de quienes critican a un gobierno por inepto mientras él mismo se demuestra incapaz. Da igual, es lo mismo. En todo caso, la reina del frito es ella, por su áureo color y su nutritivo tamaño. Como muchos pueblos de nuestro violentado Caribe, la tradicional, con solo huevo, ha sido desplazada por la deliciosa intromisión de guiso de carne o la casi pecaminosa y variopinta novedad de agregarle frutos de mar.

La arepita de dulce es mirada por otros fritos por encima del hombro, cual nuevo rico a los desafortunados de siempre. Sin embargo, su sencillez y el almizclado dulzor del anís la convierten en una deliciosa paradoja.

La blanca y pura castidad de la carimañola de queso contrasta con las otras, de oscura y deliciosa mancha en que se adivina el disoluto picadillo de carne. No es fácil escoger entre las dos para quienes adoran la frescura de la yuca. Algo parecido debe estarle acaeciendo a nuestra Corte Suprema para escoger la nueva fiscal, aunque algunas mentes perversas creen que finalmente sería una fiscalía en cuerpo ajeno. En medio de los deleites del festival no hay nada peor que la primera mordida de un frito rancio y mantecoso; como algunos gobernantes que desde el principio están quemados, corruptos y podridos.

He dejado para el final a su majestad el rey, el buñuelo de frijol de cabecita negra. Su diminuto tamaño y lo arduo de su preparación amenazan convertirlo en un frito en vía de extinción. Exterior crocante, suavecito por dentro y su inigualable sabor lo premian como el auténtico frito cartagenero. Por último, si la glotonería lo invade en pleno festival con tan deliciosas frituras por yantar, no olvide el sabio consejo de Balzac, “el arte sublime de masticar”.

*Profesor Universidad de Cartagena.

QOSHE - Festival del frito - Carmelo Dueñas Castell
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Festival del frito

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31.01.2024

Un hálito de culpabilidad debería entrar en lo profundo de las coronarias con solo ver el gigantesco caldero repleto de aceite hirviente. El alarido de advertencia no es suficiente para impedir caer en la concupiscente tentación de asaltar la mesa rebosante de hermosas montañas de fritos. Algunos ilusos exigen con vehemencia que se les garantice explícitamente la procedencia, calidad y tiempo de uso del aceite en el cual se han freído tan delicados manjares. Lamentablemente pasa como con algunos gobiernos que solo demasiado tarde viene a saberse su dudosa calidad.

La xenofobia imperante y su procedencia del altiplano llevó en festivales anteriores a excluirla de nuestros........

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