En 1894, sin más pruebas que una burda manipulación de la evidencia, fue rápidamente acusado en consejo de guerra, declarado culpable, condenado a cadena perpetua y desterrado a la isla del Diablo. El juicio fue por alta traición, supuestamente por haber enviado información sobre la artillería francesa a un militar alemán. La verdad fue escondida y camuflada durante varios años por antisemitas y la extrema derecha que encontraron en el capitán Alfred Dreyfus un chivo expiatorio y en una opinión sumisa el caldo de cultivo de la segregación. Cuatro años después, conocedor de los hechos, ofuscado por la falsificación de la verdad y aprovechando su bien ganada fama de escritor, Émile Zola redactó un artículo de prensa que había titulado “Carta al presidente de Francia”. En ella iniciaba cada párrafo con el “Yo acuso”, establecía los hechos y de manera agresiva y escueta lanzaba un frentero ataque a toda una maquinaria que se alió para condenar a un inocente. Señalaba con nombres propios desde generales y oficiales del Ejército hasta civiles y peritos calígrafos; todos culpables de “informes fraudulentos”. Sin embargo, “el Tigre” Clemenceau, años después primer ministro de Francia, y quien a la sazón era redactor de un pequeño periódico llamado L’Aurore, decidió darle a la carta el impactante título de “Yo acuso” que se convirtió en una fácil letanía para defender al inocente y señalar uno a uno a los culpables de tamaña injusticia. Zola finalizaba la carta desafiando a que lo juzgaran “por los delitos de difamación según los artículos 30 y 31 de la Ley de Prensa del 29 de julio de 1881”.

Y así fue, un día como hoy, en 1898, Emile Zola fue acusado y condenado por apología del delito. A raíz de la publicación, el mismo país que cuatro años antes condenó al inocente se dividió radicalmente con la publicación y se incendió exigiendo justicia.

Después el capitán fue liberado y Zola fue exculpado, pero debieron pasar ocho años más para que Dreyfus fuera rehabilitado. El caso generó cambios en Francia y en todo el mundo; hasta el punto que, de una u otra forma, llevó al conflicto entre Israel y Palestina. Pero eso es otra historia.

Tengo para mí que el caso Dreyfus originó, también, la maquiavélica tendencia a tergiversar verdades y acusar sin pruebas ni evidencias. En la era de la desinformación, la infodemia, la post verdad y el metaverso, un empresario se hizo presidente de Estados Unidos con un “Yo acuso” falso.

Igual ha pasado, y pasa, en nuestra Colombia, donde derecha e izquierda, en un enroque perverso de gobierno y oposición, convirtieron la frase de Julio César ‘Divide et impera’ en un rutinario, desestabilizador y vergonzante “confunde y reinarás”.

*Profesor Universidad de Cartagena.

QOSHE - Yo acuso - Carmelo Dueñas Castell
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Yo acuso

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07.02.2024

En 1894, sin más pruebas que una burda manipulación de la evidencia, fue rápidamente acusado en consejo de guerra, declarado culpable, condenado a cadena perpetua y desterrado a la isla del Diablo. El juicio fue por alta traición, supuestamente por haber enviado información sobre la artillería francesa a un militar alemán. La verdad fue escondida y camuflada durante varios años por antisemitas y la extrema derecha que encontraron en el capitán Alfred Dreyfus un chivo expiatorio y en una opinión sumisa el caldo de cultivo de la segregación. Cuatro años después, conocedor de los hechos, ofuscado por la falsificación de la verdad y aprovechando su bien ganada fama de escritor, Émile Zola........

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