Grandes siervos de Dios, como Elías y Jeremías, incluso, Jesucristo pasaron por episodios depresivos durante su ministerio. Elías después de haber obtenido una gran victoria sobre los profetas de Baal, es presa del pánico por la amenaza de la cruel reina Jezabel, esposa del rey Acab, quien prometió asesinarlo. Elías huye al desierto y entra en uno de sus estados depresivos, pidiendo repetidas veces a Jehová que le quite la vida. Después de concluida su misión terrenal y dejar investido a su discípulo Eliseo para continuarla, “asciende a los cielos” arrebatado por un “carro de fuego”.

Jezabel constituye un ícono especial en la demonología, representación del espíritu de contradicción, utilizando argumentos falaces para destruir la unidad o la fe de un grupo, es uno de los demonios internos de la sed de poder, de la manipulación y del control hacia el prójimo; logra su cometido a través de finas estrategias de control del pensamiento, uso estratégico de la mentira, asume el papel de profeta enviado por Dios, siembra la confusión para disociar a los grupos, etc.

Como todas las mitologías, la hebrea transmite sabiduría proverbial como forma de explicar y enseñar particularidades de la personalidad y de las dinámicas grupales, representadas hoy en las teorías psicológicas. Es por ello que algunos mitos, como los griegos, suelen ser utilizados para describir metafóricamente conflictos del ser humano, permitiendo la transmisión de complejos conceptos.

El desierto de La Guajira guarda similitudes con el del Sinaí, ambos arenosos, circundados por montañas, destaca una vegetación típica con arbustos espinosos y cactus, es la zona más seca de Colombia, con una cultura indígena llena de sabiduría ancestral, pero paradójicamente sus niños y niñas mueren de hambre y desnutrición, factor que constituyó un arma política de la campaña del actual gobierno. Durante el 2021, 44 menores de cinco años murieron debido a la crisis de seguridad alimentaria en el departamento de La Guajira, comparados con los 55 fallecidos en el 2023.

Luego del fracaso jurídico del impuesto con el que se pretendía que todos los colombianos contribuyéramos para mitigar el hambre y la sed en ese territorio, el ‘gobierno del cambio’ determinó la adquisición de 40 carros tanques que se cotizan en el mercado en 27.600 millones de pesos. Mediante operación de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), en cabeza de su director Olmedo de Jesús López Martínez, nos costaron la bicoca de 46.000 millones de pesos.

Al parecer en la adquisición de los ‘carros de agua’ hubo un pequeño sobrecosto que la Contraloría y la Fiscalía deberán aclarar; especialmente después que se enredara la pita, por el confuso asesinato del anterior gerente de la empresa oferente.

*Psiquiatra.