Cartagena de Indias, la ciudad y sus ciudadanos con vocación anfitriona, tienen el don de acoger a las personas que por diferentes motivos deciden asentarse en su territorio. El fenómeno de la violencia en Colombia trae como consecuencia el desplazamiento voluntario o forzado de quienes necesitan poner distancia con los ambientes controlados por delincuentes autodenominados insurgentes, sobre todo, en este momento en los que han copado territorio tan cerca a grandes ciudades, como Jamundí, en Valle del Cauca, a solo 10 minutos de Santiago de Cali, y se dice que desde sus dominios están construyendo una carretera hasta el mar con el fin de sacar la cocaína, frente a las narices de un Estado inerme.

En buena hora el Distrito de Cartagena, en cabeza de Corvivienda, ha construido una ciudadela que permite a miles de familias desplazadas por la violencia contar con una vivienda digna y con los servicios básicos; pero no basta con otorgarles este derecho. Ahora también toca intervenir esta ciudadela con todas las capacidades institucionales, con el fin de mitigar y prevenir el consumo de sustancias psicoactivas, la delincuencia juvenil y la trata de adolescentes en riesgo de abuso; atendiendo factores como: la violencia de género, el maltrato infantil y la desescolarización, riesgos que vienen asociados al desplazamiento, como el estrés y el duelo por la pérdida de raíces familiares y por la desconexión social; pero, sobre todo, consecuencia del trauma psicológico propio del desplazado por la violencia, que paradójicamente termina adoptándola como un estilo de vida o una cultura.

El trauma afecta el cerebro de diferentes maneras: causa detención en el desarrollo de las redes neuronales, retrasa o impide la madurez de este órgano con respecto a las metas para la edad; el daño también puede ser genético, altera las cadenas de ADN causando el denominado trauma transgeneracional; o, como ocurre frecuentemente, genera trastornos físicos, mentales o del comportamiento, entre ellos los que tienden a perpetuar la violencia, o las conductas que buscan calmar estas ansiedades, temores o vacíos, mediante el uso de sustancias psicoactivas, que empeoran los daños previos del trauma en el sistema nervioso y en la estructura de la personalidad.

He visto participar con dinamismo al secretario del Interior, Bruno Hernández, quien pretende abordar la ciudadela con una hoja de ruta que deberá reforzarse con intervenciones integrales y bien estructuradas desde los núcleos familiares, hasta convertir la ‘Ciudadela de la Paz’ en un verdadero laboratorio social, que le haga honor a su nombre, experiencia que se pudiera replicar en otras comunidades, pensando que la inversión social que se haga en esta colectividad dará sus frutos, disminuyendo la violencia para beneficio de toda la ciudad de Cartagena.

*Psiquiatra.

QOSHE - Ciudadela de la Paz - Christian Ayola
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Ciudadela de la Paz

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14.03.2024

Cartagena de Indias, la ciudad y sus ciudadanos con vocación anfitriona, tienen el don de acoger a las personas que por diferentes motivos deciden asentarse en su territorio. El fenómeno de la violencia en Colombia trae como consecuencia el desplazamiento voluntario o forzado de quienes necesitan poner distancia con los ambientes controlados por delincuentes autodenominados insurgentes, sobre todo, en este momento en los que han copado territorio tan cerca a grandes ciudades, como Jamundí, en Valle del Cauca, a solo 10 minutos de Santiago de Cali, y se dice que desde sus dominios están construyendo una carretera hasta el mar con el fin de sacar la cocaína, frente a las narices de un Estado inerme.

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