Los Baby Boomers tal vez fuimos la generación que más leyó sobre los nazis, o que más películas inspiradas en este tema vio. Solo apreciar o imaginar a un oficial de la Gestapo con sus silencios, su mirada gélida, su imponente porte despótico, despertaba una sensación de tensión indescriptible.

Nazi es la abreviatura de Nacional-socialismo alemán, una ideología fascista que se caracteriza por dar importancia central y absoluta al Estado, soportada sobre elementos culturales, sociales y políticos de corte totalitarista, relacionadas con la extrema derecha, pero históricamente también visibles en algunos gobiernos socialistas.

El terrorismo de Estado es usar métodos ilegítimos por parte de un gobierno, orientados a someter a una población para alcanzar sus objetivos, entre ellos perpetuarse en el poder. William Schütz plantea que el terrorismo de Estado merece una investigación más profunda del carácter represivo dirigido a un grupo político o a una clase social determinada. Señala que el carácter represivo se ejerce fundamentalmente en tres niveles estructurales:

El primer nivel es romper el espinazo a la estructura socioeconómica, mediante cambios radicales en el modelo imperante. A dicha forma de violencia estructural o sistémica se le llama opresión. El segundo nivel de ejercicio es la represión sistémica en una sociedad mediante la represión “ordinaria” del Estado, es decir, la actividad represiva que se requiere para cumplir con determinadas funciones públicas, tanto de carácter clasista como de interés general y que se ejecuta abusando del derecho nacional e internacional.

Francisco Alonso-Fernández, en “Psicología del terrorismo”, 1986, destaca, entre otros, el triunfo electoral de un líder carismático en un pueblo estancado en fijaciones infantiles y con un superyó colectivo en quiebra, es decir, carente de unas instituciones democráticas firmes y responsables.

La ilegitimidad es casi una constante del totalitarismo, aún cuando el poder se haya obtenido legalmente, rápidamente pierde el consenso comunitario que proporciona legitimidad moral y se lanza a ejercer otros tipos de violencia, utilizando inicialmente medios legales; para ello, intenta cambiar leyes y en segunda instancia, entregar poder mediante legalismos a facciones criminales que históricamente han sembrado el terror.

Algo así percibimos desde el actual gobierno, visible en el sector salud por sus políticas desde el Ministerio, desesperados por no haber podido implementar la reforma, intentan debilitar el sistema sometiendo a las EPS mediante la arbitraria implementación de mecanismos financieros y jurídicos.

Ha acudido a una demanda contenciosa administrativa, una acción inédita, sin precedentes en la historia, que pretende estrangular al actual sistema de seguridad social, sin detenerse por un segundo a pensar que tales acciones están recayendo negativamente sobre los usuarios que dicen defender. En contragolpe, la asociación de EPS ha iniciado una acción popular que intenta restablecer el derecho.

*Psiquiatra.