“Si no pude triunfar, es precisamente porque decidí triunfar contra la adversidad de la ciudad que quiero con amor de masoquista”. Melanio Porto Ariza.

Tuve la oportunidad de leer en la Revista Metro el escrito “El hado de Isla Cangrejo (VI) – Isla Cangrejo”, de la autoría de mi amigo Felipe Merlano, documento en el que se ofrecen algunos fundamentos históricos que dan luces sobre las causas del deleznable comportamiento de la sociedad cartagenera, consistente en “sobreponer lo individual a lo colectivo, demeritar lo propio mientras se exalta y ensalza lo foráneo, y la falta de una identidad cultural sólida que nos permita construir espacios de confianza y trabajo en equipo”.

Lo anterior ha sido denominado el síndrome del cangrejo cartagenero justamente por la acción de estos crustáceos cuando se apilan en una carretilla y ninguno puede salir porque en el ascenso de unos tumban a los otros. Así es nuestra sociedad: egoísta, envidiosa y arribista, de individualismos y poco trabajo colectivo, como lo describe el autor, quien finaliza con la invitación de cambiar el modelo mental del cangrejo. Este síndrome no es exclusivo de Cartagena, puede ser perfectamente encajado en cualquier sociedad moderna, la maldad se volvió pandémica.

Podemos evidenciar que la sobrevaloración de lo foráneo y el correspondiente desdén por lo local no solo está relacionado con la fuerza laboral e intelectual. También sucede con los bienes, comidas, destinos turísticos y una pluralidad de aspectos, incluido el amor. Es muy común que se recurra a generalizaciones espurias o prejuicios que llevan a concluir que lo local es malo, mientras que lo extranjero es óptimo, por eso abundan las compras en el exterior como un símbolo de superioridad social; o el caso de la búsqueda de profesionales en las capitales so pretexto de excelencia; y qué decir de la subestimación de los artistas locales que, teniendo calidades insuperables, son maltratados en relación con las prebendas que reciben los de afuera. ¡Nadie es profeta en su tierra!

En el campo amoroso a veces existe una preferencia por los extranjeros. Recuerdo la historia que me contaba mi señora madre sobre una bella joven deseada por todos en el pueblo, se llamaba Anacleta. Ella no prestaba atención a sus paisanos, los consideraba “corronchos” y sin fortuna. Un día al pueblo llegó un forastero muy bien vestido y cargando dos grandes maletas. Anacleta, su mamá y sus tías se emocionaron mucho creyendo que en las alforjas el galán traía riquezas. La joven rápidamente entró en intimidad con el hombre y se fueron, con anuencia de los ambiciosos familiares, a la habitación de la señorita, mientras aquellas revisaban lo que contenía el equipaje, sorprendidos con el hallazgo corrieron y tocaron estrepitosamente la puerta gritando en coro “Anacleta, Anacleta, aguanta, en las maletas hay pura caldereta...”.

*Abogado.

QOSHE - El síndrome del cangrejo - Enrique Del Río González
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El síndrome del cangrejo

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16.01.2024

“Si no pude triunfar, es precisamente porque decidí triunfar contra la adversidad de la ciudad que quiero con amor de masoquista”. Melanio Porto Ariza.

Tuve la oportunidad de leer en la Revista Metro el escrito “El hado de Isla Cangrejo (VI) – Isla Cangrejo”, de la autoría de mi amigo Felipe Merlano, documento en el que se ofrecen algunos fundamentos históricos que dan luces sobre las causas del deleznable comportamiento de la sociedad cartagenera, consistente en “sobreponer lo individual a lo colectivo, demeritar lo propio mientras se exalta y ensalza lo foráneo, y la falta de una identidad cultural sólida que nos permita construir espacios de confianza y trabajo en equipo”.

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