Ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia; y, sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho ni justicia ni paz”. E. Couture.

Al llegar como estudiantes de Derecho a la Universidad, animados, expectantes, inmaduros y timoratos, también nos acompañaba un inmenso sentido de la justicia. Aunque al iniciar no podíamos distinguir los diversos conceptos y alcances de ese gran valor, derecho y virtud, una gran fuerza interna nos motivaba a defender las causas ajenas, como si el destino nos deparara la misión de liberar al mundo, en especial a los oprimidos con quienes sentimos una especial empatía.

Los maestros nos enseñan las leyes, la doctrina y la jurisprudencia. Tras cada lectura y anécdota referida, el ánimo del discente se acrecienta, entonces quieren emular las hazañas de grandes juristas, lo imponente y sublime de las gloriosas togas de la historia.

Nada anhelamos más que obtener el título y salir raudos con la capa oscura a emprender la lucha. Nada podría fallar, conocemos las garantías y cómo defenderlas. Ahora podremos procurar por restablecer libertades, reencontrar familias, mitigar la violencia y dignificar al hombre.

De un momento a otro despertamos del bello sueño, nos embarga la cruda realidad de una justicia imperfecta como toda obra humana. Ante el balde de agua fría, vemos con otros ojos. Ahora las indignas cárceles están llenas de inocentes y difícilmente son escuchados los ruegos por la libertad.

Salimos de la entelequia, ya sabemos lo que en verdad sucede. Funcionarios atiborrados de trabajo impartiendo una justicia desgastada y cansada que desafía la verdad de los hechos. Jueces distraídos por los cantos de sirenas del juicio paralelo que afecta la independencia. Defensores amenazados, muertos del miedo y perseguidos por la leyenda de la mala fama. Llega la decepción, los poderes del joven estudioso de las leyes han desaparecido, murió el impulso y sus voces no son escuchadas. Los estandartes de la justicia tiran la toalla, se unen al montón de desencantados y renuncian a la lucha. El funesto sistema absorbe hasta la esencia más pura, queda tendido el cascarón inerte, ya no hay pasión, se la llevó el desengaño.

Con ese ciclo nefasto estamos perdidos y nuestra sociedad quedará sin protectores y sometida a los laberintos de la ley. ¿Quién abogará por los afligidos y desamparados? Debemos recuperar el ímpetu y amor del estudiante, por algo somos eternos aprendices. Usar la férrea voluntad del soñador para pasar de la entelequia a la realidad. Proseguir en la enérgica lucha contra los enemigos de la justicia material; persistir y mantener la fe intacta, tal como nos enseñó Couture.

*Abogado.

QOSHE - Entelequia - Enrique Del Río González
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Entelequia

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05.03.2024

Ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia; y, sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho ni justicia ni paz”. E. Couture.

Al llegar como estudiantes de Derecho a la Universidad, animados, expectantes, inmaduros y timoratos, también nos acompañaba un inmenso sentido de la justicia. Aunque al iniciar no podíamos distinguir los diversos conceptos y alcances de ese gran valor, derecho y virtud, una gran fuerza interna nos motivaba a defender las causas ajenas, como si el destino nos deparara la misión de liberar al mundo, en especial a los........

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