El papa Francisco, refiriéndose al franco deterioro de la paz en Gaza, Ucrania y otros lugares del Oriente Medio, manifestó que la guerra es “un crimen contra la humanidad”, e hizo un vehemente llamado al mundo entero a deponer los odios y las pasiones.

“No lo olvidemos, la gente necesita paz, el mundo necesita paz”, expresó el sumo pontífice tras instar -además - a no olvidar a quienes padecen por la “crueldad de la guerra” a lo largo del universo. “Recemos para que quienes tienen el poder sobre estos conflictos reflexionen sobre el hecho de que la guerra no es el camino para resolverlos, porque siembra la muerte entre los civiles y destruye ciudades e infraestructuras”, pidió el máximo jerarca de la Iglesia Católica.

En diferentes ocasiones, preocupado porque, cada día más, en demasiados países del mundo la violencia se estaba naturalizando; porque ya muchos sienten como algo común que los pleitos no se resuelvan en los tribunales sino en las calles; el líder espiritual exhortó a la comunidad internacional a comprometerse con la salvaguarda del derecho humanitario. Para el papa, atacar a civiles es un crimen de guerra, y ello cabe tanto para los conflictos en Gaza y Ucrania como para las crecientes tensiones entre Venezuela y Guyana y, más recientemente, el recrudecimiento de la violencia en Haití y otros países de América.

Y, claro está, para los actos delictivos que cometen en Colombia los distintos actores al margen de la ley e, incluso, la delincuencia común, los cuales, por la actual coyuntura política, encienden cada vez “los fenómenos de polarización que socavan la armonía social y debilitan las instituciones democráticas”, como también advirtió el papa Francisco ante el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede.

Pero también lo es para el caso de ciudades como Cartagena, donde los actos sicariales causados por la guerra entre clanes que manejan el microtráfico, así como las acciones violentas causadas por la intolerancia, han convertido gran parte del territorio en un verdadero escenario de guerra.

Y he aquí que, por tales circunstancias, hay que invocar la solidaridad de todos los estamentos de la sociedad cartagenera para que rodeemos a las autoridades legalmente instituidas para salvaguardar el derecho a la vida, la integridad personal y la seguridad de residentes y visitantes.

No podemos llegar al desalmado extremo de habituarnos a que el crimen se enseñoree de nuestros barrios. Tenemos que reaccionar. Y la mejor manera de hacerlo es respaldando decididamente los planes, proyectos y programas que las autoridades del Distrito, en el marco del Plan de Seguridad Titán-24, han dispuesto, por un lado, para combatir la inseguridad a lo largo y ancho de Cartagena, y por el otro para promover –entre todos– la cultura ciudadana.