A juzgar por los tétricos paradigmas que exportamos y nos persiguen por doquier, la única tradición auténticamente colombiana es el delito, plasmado en esas camisetas de Pablo Escobar burlándose de su detención que gozan de excelentes ventas a nivel internacional. Ante la pronunciada metástasis del crimen en la región, muchos reclaman mano dura al estilo de Nayib Bukele, el controvertido presidente salvadoreño. Cierto es que la ubicua impunidad acusa el fracaso de la autoridad en una población seducida por el caos y dominada por el egoísmo, donde la corrupción se valida hasta en su más ínfima instancia.

Si la historia salvadoreña difiere de la colombiana, los síntomas de sus respectivas crisis revisten impactantes similitudes. Ya predijo Chomsky que, con la proliferación neoliberal, se globalizarían los problemas mucho antes que las soluciones. La república centroamericana se halló raptada por la violencia de las pandillas ligada al narcotráfico, al tráfico de armas y a la extorsión, hasta que el carismático Bukele emprendiera medidas draconianas que, si bien no han estado exentas de críticas, sí han devuelto a su país un conato de gobernabilidad. Así diversas tribunas denuncien la opacidad de las cifras oficiales y los daños colaterales de su agenda, el llamado “efecto Bukele” ha inspirado giros en las políticas de países latinoamericanos asediados por dilemas comparables, como en la vecina Honduras.

Empero, para extirpar de raíz esos males, no bastará con someter y encarcelar a los bandidos. Bukele yerra al no construir alternativas a la propia sociedad que engendra al hampa, y este seguirá configurándose de no desmantelarse su caldo de cultivo. En su libro “Tiempo nublado”, de 1983, Octavio Paz ya advertía el declive del progresismo latinoamericano y el descalabro de su pluralidad, evidenciado hoy por el éxito de subculturas en que se celebran las estrechas narrativas del lumpen y se exalta un individualismo irracional, carente de referencias. La solución de Bukele será de efecto efímero, y hasta potencialmente adverso, de no plantearse junto a estrategias masivas de culturización colectiva y de empoderamiento intelectual.

El interminable crepúsculo de la modernidad, percibido por Paz y balizado por Bauman y Donskis, posterga el arribo de aparejos frescos para conjugar la diversidad de lo universal. Atomizada, avezada en incertidumbres, la sociedad tecnológica augura un brutal nomadismo más allá del espacio físico. El individuo moderno, en su agitada aunque vacua subjetividad, queda amurado entre el colapso de sus herramientas individuales y la licuefacción de sus funciones colectivas. El analfabetismo filosófico de las masas facilita su manipulación por políticas difusas, confinando su conducta social al atributo de reacción y limitando todo diálogo.

QOSHE - Bukele líquido - Francisco Lequerica
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Bukele líquido

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09.03.2024

A juzgar por los tétricos paradigmas que exportamos y nos persiguen por doquier, la única tradición auténticamente colombiana es el delito, plasmado en esas camisetas de Pablo Escobar burlándose de su detención que gozan de excelentes ventas a nivel internacional. Ante la pronunciada metástasis del crimen en la región, muchos reclaman mano dura al estilo de Nayib Bukele, el controvertido presidente salvadoreño. Cierto es que la ubicua impunidad acusa el fracaso de la autoridad en una población seducida por el caos y dominada por el egoísmo, donde la corrupción se valida hasta en su más ínfima instancia.

Si la historia salvadoreña difiere de la colombiana, los síntomas de sus respectivas........

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