Cartagena está sobrediagnosticada. Abundan lamentos, dardos y lóbregas prognosis cotejando el largo declive de expectativas gremiales, profesionales y ciudadanas. La tarea de retomar el rumbo se anuncia monumental, y se han ido apilando decepciones como defecciones. Devolver prestigio a lo que se percibe devaluado supone que la urbe venza sus contradicciones asumiendo una modernidad híbrida y autónoma, ni a la deriva ni derivativa, valiéndose tanto de su legado histórico como de su inmenso potencial humano, ya no para el usufructo de otros, sino para su empoderamiento propio. Es encomiable que la Alcaldía se esmere en rescatar esas esperanzas: la misión explícita de ascender a 1a división, la inminente demolición del Aquarela, la recuperación de espacios culturales, son todos gestos promisorios.

Mucho se ha debatido la prolongada permanencia del Real Cartagena F.C. en la B, y los términos en que se evocan los dilemas auriverdes coinciden a menudo con los de toda otra índole de la vida distrital. Dumek ha exigido títulos internacionales y afirma que Cartagena “no puede estar condenada a la B”. Al aludir a una condena a las ligas menores, sirve la analogía para toda la ciudad, buscándose incidir en el imaginario colectivo mediante el denominador común, de efecto más inmediato e impacto más arraigado: el fútbol. La esperanza se prende con lo visceral: a estas alturas del desplome de las herramientas, es utópico fundamentarla con rodeos doctorales. Con el fútbol, todos entienden.

No es ajena a mis allegados cierta tirria mía hacia el deporte de masas y, dada mi total ignorancia del fenómeno, me es inusual emitir al respecto opinión alguna. Galeano dijo que el fútbol se parece a Dios “en la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que de él tienen muchos intelectuales”, pero como músico académico también gozo y admiro hasta el ‘Yale-Princeton Football Game’ (1898) de Ives y el ‘Rugby’ (1928) de Honegger, ambos para orquesta. Aún siendo ajeno al fútbol, no puedo sino conceder el poder que detenta sobre las pasiones humanas y la incalculable influencia que ejerce sobre la sociedad entera, lo que también suele esperarse del Arte .

La política podría funcionar, pues ya arroja resultados y reconstruye el entusiasmo de la afición. Podría implementarse así, quizá con más músculo allí donde la cultura técnica y general no esté tan curtida y diseminada como en la cancha, un programa de intervención positiva y apadrinamiento en la búsqueda de mecenazgos artísticos. Llegar a la ‘A’ en cultura implica impulsar la obtención de mecanismos universales de sensibilización ciudadana, así como la misionalización de artistas y colectivos en armonía con sus aptitudes, en virtud de convenios que fomenten sus competencias y les otorguen la potestad de mejorar.

QOSHE - Llegar a la ‘A’ en cultura - Francisco Lequerica
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Llegar a la ‘A’ en cultura

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23.03.2024

Cartagena está sobrediagnosticada. Abundan lamentos, dardos y lóbregas prognosis cotejando el largo declive de expectativas gremiales, profesionales y ciudadanas. La tarea de retomar el rumbo se anuncia monumental, y se han ido apilando decepciones como defecciones. Devolver prestigio a lo que se percibe devaluado supone que la urbe venza sus contradicciones asumiendo una modernidad híbrida y autónoma, ni a la deriva ni derivativa, valiéndose tanto de su legado histórico como de su inmenso potencial humano, ya no para el usufructo de otros, sino para su empoderamiento propio. Es encomiable que la Alcaldía se esmere en rescatar esas esperanzas: la misión explícita de ascender a 1a división, la inminente........

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