Desde el foso del Teatro Buenaventura de Cali, como director musical de un montaje de ‘La Traviata’, de Giuseppe Verdi, tuve visiones de adaptar los clásicos de la ópera a la cartageneidad. En mi quimera escenográfica, Alfio empujaba su carreta por Bazurto, mientras Fígaro motilaba por Olaya y Cio-cio San aguardaba a su gringo acodada en un baluarte. Tras lo jocoso, surgieron sanas preguntas: ¿Podría crearse un teatro musical popular que reconociese, reconciliase y reconcibiese honestamente la realidad caribeña, que enalteciera cierto denominador común desde la técnica históricamente informada para ir colmando su campo referencial casi que a escondidas, hasta devenir referente?

La versatilidad conceptual del teatro musical lo predispone no solo a nutrirse de todas las Artes, sino a cosechar diversidad de resultados: por (y tras) la escena se mezclan las disciplinas hacia un todo indisoluble, asimilable más allá de sus factores. Tanto el “Singspiel” vienés como la zarzuela (peruana, madrileña, cubana...) o el musical de Broadway, son géneros surgidos de sus respectivos entornos, que hoy mueven capital material e inmaterial. En Cartagena, se podría articular un arte lírico desde lo endémico para mejorar la percepción estética del público local e incentivar el turismo cultural. La creación de un género académico sincrético, incluyente de músicas y temáticas populares del Caribe colombiano, motivaría una gran reinvención de nuestros símbolos con réditos a la vista.

Parir un arquetipo de tan fina relojería no es asunto de pocas manos, mereciendo escrutinio, apoyo oficial sostenido, y una sólida inversión que manifieste la conciencia de que el arte no es lo decorativo sino lo estratégico. Aunque impulsado por estilos nóveles de composición musical, gran parte de la tarea creativa recaería en los libretos. La afinidad popular por lo telenovelesco podría ya pautar ciertas lindes narrativas, sin caer en un “Verismo” amarillista o en las fauces del cliché representativo. Con este nuevo repertorio histórico, específico, pedagógico, correspondiente a la gran escena, se escribirían también micróperas: breves cuadros callejeros interpretables por huestes de músicos ambulantes, cuyos libretos abordarían temáticas de interés común: educación cívica, seguridad vial y demás.

La compañía Ópera de Indias, idealmente con sede en el Adolfo Mejía y haciendo apto uso de su foso y de cada rincón de Cartagena, presentaría una temporada continua, priorizando un repertorio original compuesto a medida de las necesidades culturales del distrito. A su vez, representaría una identidad con elasticidad suficiente para constituirse en zona ciudadana y en vitrina universal de excepción. Si Bélgica nació de una noche de ópera, ¿cómo descartar que el arte pueda incidir en la historia de un pueblo?

QOSHE - Maniobra de arte No. 2: Ópera de Indias - Francisco Lequerica
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Maniobra de arte No. 2: Ópera de Indias

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16.03.2024

Desde el foso del Teatro Buenaventura de Cali, como director musical de un montaje de ‘La Traviata’, de Giuseppe Verdi, tuve visiones de adaptar los clásicos de la ópera a la cartageneidad. En mi quimera escenográfica, Alfio empujaba su carreta por Bazurto, mientras Fígaro motilaba por Olaya y Cio-cio San aguardaba a su gringo acodada en un baluarte. Tras lo jocoso, surgieron sanas preguntas: ¿Podría crearse un teatro musical popular que reconociese, reconciliase y reconcibiese honestamente la realidad caribeña, que enalteciera cierto denominador común desde la técnica históricamente informada para ir colmando su campo referencial casi que a escondidas, hasta devenir referente?

La versatilidad........

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