Uno de los recursos más apreciados del arte público es el concierto exterior, y en concreto su espacialización, consistente en ubicar los elementos sonoros (y sus receptores) en el espacio físico de forma creativa, integrando la música a su entorno. El primer y más eminente ejemplo de esta práctica nos sitúa en el reinado de Jorge I, en el Reino Unido de inicios del siglo XVIII. Jorge era elector de Hanover: un germano que heredó el trono británico a la edad de 54 años, causando previsibles fricciones con los ingleses. Firmada la Triple Alianza, quiso darse un paseo público por el Támesis y se subió a una barcaza con sus amigos.

El rey atrajo a varios intelectuales a su corte, notablemente a Handel, alemán como él aunque con una carrera fulgurante en Italia como compositor de óperas. Como no había picó en la época, y que los pudientes mantenían ocupados y nutridos a los artistas, Jorge le encargó a su tocayo escribirle la banda sonora de su paseo fluvial. Handel llenó una barcaza aledaña, donada por la autoridad londinense, con 50 músicos. En 1717, una orquesta de semejante tamaño era algo inusitado, y el efecto de lo que hoy se conoce como la ‘Música del Agua’, desfilando río abajo con rey y todo su séquito, fue tan sobrecogedor como extenso, ya que mucha gente pudo escuchar desde las riberas.

Mis profes quebequenses de composición me iniciaron en la espacialización, y la he empleado en varias obras, incluyendo en espacios de culto, y para una adaptación de Antonio María Valencia estrenada con la Camerata Heroica en el Teatro Mejía. En Montreal, para el año 2000, tuve la suerte de presenciar la ‘Sinfonía del Milenio’: una toma sonora de ciudad en la que participaron al menos veinte agrupaciones sinfónicas repartidas en varios puntos, el todo sincronizado con luces, fuegos de artificio, campanas de iglesia y hasta sirenas de barco. Aún con toda la modernidad de aquella música, su forma no era nueva: Handel también había escrito para acompañar pirotecnia.

Cuando desde la Sociedad de Mejoras Públicas, insigne institución cartagenera, se me preguntó casualmente cómo podría darse mejor a conocer la Ruta del Agua, me surgió la idea de la ‘Música del mangle’: usar barcazas para que bandas regionales interpreten una obra en un recorrido clave por los espacios de agua más destacados de Cartagena. En estaciones del itinerario, finamente cronometrado y delineado en partitura, se interactuará con solistas u otras agrupaciones en tierra. La experiencia de la obra variará según la posición de cada observador.

El concierto visibilizará el patrimonio acuático de la ciudad, pudiéndose sumar a él campañas de protección del ecosistema. Si además se impulsa el evento como punto fijo del calendario cultural, se apuntará a nutrir las tradiciones y a incentivar el turismo.

QOSHE - Maniobra de arte No.3: Música del mangle - Francisco Lequerica
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Maniobra de arte No.3: Música del mangle

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06.04.2024

Uno de los recursos más apreciados del arte público es el concierto exterior, y en concreto su espacialización, consistente en ubicar los elementos sonoros (y sus receptores) en el espacio físico de forma creativa, integrando la música a su entorno. El primer y más eminente ejemplo de esta práctica nos sitúa en el reinado de Jorge I, en el Reino Unido de inicios del siglo XVIII. Jorge era elector de Hanover: un germano que heredó el trono británico a la edad de 54 años, causando previsibles fricciones con los ingleses. Firmada la Triple Alianza, quiso darse un paseo público por el Támesis y se subió a una barcaza con sus amigos.

El rey atrajo a varios intelectuales a su corte, notablemente a........

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