Con los buenos propósitos de inicio de año nuestros egos se van inflando como adorables globos de colores. Todo lo podremos con buena voluntad y la ayuda de la divinidad, el universo o las buenas vibras -al gusto de las góndolas espirituales de nuestra libertad religiosa-. Con listas de control hechas sobre medida nos subimos al escenario de la vida familiar o social para exhibir nuestras grandezas ilusorias.

Seremos los guías salvadores de los que amamos -necesitados de iluminación porque sin nosotros andan perdidos en el ejercicio de su libre albedrío-, de nuestros conciudadanos -colectivos irrazonables que solo saben esperar el fin de semana para tomarse unas frías y bailarse la realidad, de la ciudad hundida en el caos de casi quinientos años- y del planeta -recalentado, invadido por ocho mil millones de homo sapiens, plagado de guerras, pobrezas y migraciones forzadas-.

Al pasar de los días, la cotidianidad de las obligaciones ordinarias se encarga de regresarnos al justo equilibrio de los egos conducidos a la autorregulación. O así pasa con la mayoría de nosotros; porque algunos permanecen en pie, ya que son los “mesías” que creen tener la visión y la fuerza para conducirnos a paraísos, cuyos costos pagamos en cómodas cuotas presentes y futuras por ser los destinatarios de su esfuerzo jamás bien apreciado mientras ellos permanecen en sus privilegios incuestionables.

Esto sucede en todos los ámbitos. Sin embargo, para nuestra fortuna, algunos territorios no son muy aptos para la supervivencia a mediano plazo de estos iluminados, y por ello en esta tierra los vemos brotar, crecer y declinar en ciclos rápidos, con su regreso inarmónico a un estado de normalidad forzada que se despliega en reuniones, conferencias, seminarios y eventos variopintos de la urbe o en escenarios nacionales o globales. Sería deseable que la vivencia de estos procesos permitiera, a ellos y nosotros, el aprendizaje de la humildad; nos vendría bien valorarla como una cosecha sencilla de conocimiento de nuestra humanidad, que alcanza su mayor valía cuando es puesta al servicio de causas grandes construidas en la arena del consenso, obligándonos a mantenernos con los pies enraizados en el respeto de lo sagrado que nos habita, ese cúmulo intangible que necesita escucha, tiempo y silencio para perdurar.

Para quienes tenemos vidas simples sin hazañas en el horizonte, podría ser útil leer poesía; nos llegaría como una ráfaga de lucidez el poema de la nobel Wislawa Szymborska, donde envidia la admiración que despiertan los boxeadores, porque su auditorio lo componen tres familiares, unos paseantes huyendo de la lluvia y un anciano que sueña con la cena preparada por su esposa fallecida.

*Ph en Historia y Artes.

QOSHE - Egos autorregulados - Gloria Inés Yepes Madrid
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Egos autorregulados

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05.01.2024

Con los buenos propósitos de inicio de año nuestros egos se van inflando como adorables globos de colores. Todo lo podremos con buena voluntad y la ayuda de la divinidad, el universo o las buenas vibras -al gusto de las góndolas espirituales de nuestra libertad religiosa-. Con listas de control hechas sobre medida nos subimos al escenario de la vida familiar o social para exhibir nuestras grandezas ilusorias.

Seremos los guías salvadores de los que amamos -necesitados de iluminación porque sin nosotros andan perdidos en el ejercicio de su libre albedrío-, de nuestros conciudadanos -colectivos irrazonables que solo saben esperar el fin de semana para tomarse unas frías y........

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