Si el arribo de la inteligencia artificial (IA) a su vida lo sorprendió, entonces sosténgase firme que lo que va a leer lo va a poner a pensar, y de pronto lo estremezca como lo hizo La isla, del doctor Moreau de H.G. Wells, si leyó la obra, más por la reflexión que plantea sobre los límites éticos de la ciencia en este caso, que por la crueldad hacia los animales.

Los “organoides cerebrales”, hasta ahora, se usan solo en laboratorio para probar medicamentos, estudiar la formación de tejidos normales o patológicos -como el cáncer- y en medicina regenerativa y personalizada. El “organoide” es una estructura biológica similar a un órgano creada en laboratorio y que proviene de cultivos de células madre inducidas o células tumorales de una persona, por lo tanto, tiene características histológicas, genómicas y moleculares parecidas.

Desde 1998, en la Universidad de Wisconsin, el doctor James Thomson y su equipo cultivaron in vitro células pluripotenciales tomadas de embriones. Esta experiencia antecede a los estudios de Yamanaka (Nobel, 2012). En 2007 Takahashi logra obtener, con el mismo método, células madre pluripotentes inducidas humanas para producir epitelio intestinal; lo mismo logra después Hans Clever en Paises Bajos.

Al comienzo, considerados imposibles, únicamente estaban los organoides que reprodujeron los epitelios intestinales, hoy ya la humanidad se encuentra trabajando sobre “organoides cerebrales” (Yoshiki Sasai, 2008) con una composición similar a un encéfalo humano en desarrollo que con técnicas guiadas puede crear tejidos de áreas cerebrales específicas (corticales, hipocampales, etcétera). Posteriormente en Austria se pudo avanzar hasta alcanzar, recientemente, tamaños de 4 milímetros. Aunque inicialmente solo se podían nutrir a través del contacto directo con el medio de cultivo ya se pueden sostener mediante vascularización: se consiguió induciendo la creación de capilares pudiendo de esta manera facilitarse la alimentación sin sufrir la muerte de sus tejidos más internos lo cual lo acerca a parecerse más a un cerebro. Inclusive se ha avanzado en “organoides cerebrales” que por sí mismos desarrollaron estructuras oculares primitivas, y han sido utilizados para experimentos que tienen que ver con el virus del Zika y su asociación con microcefalia.

Todo lo anterior corresponde al aspecto médico. En el área informática estamos por entrar a un nuevo terreno de la ciencia, es así como la inteligencia artificial (IA) dará paso o complementará a la “inteligencia organoide” (IO).

En 2012 el doctor Thomas Hartung de la Universidad John Hopkins de Baltimore empezó el cultivo de “organoides cerebrales” a partir de células de piel humana –resultado sorprendente, pues ya el dilema ético por la obtención de células desde fuentes embrionarias se traslada a otros puntos de vista-, quien define la IO como la reproducción de funciones cognitivas, el aprendizaje y el procesamiento sensorial -lo que no tiene la IA- en un modelo de cerebro humano cultivado en laboratorio.

Pueden usarse al mismo tiempo, al igual que sistemas informáticos, como una especie de computadora biológica que podría ser más rápida, poderosa y sobre todo más eficiente energéticamente que la computación basada en silicio y la IA.

Por lo pronto podría ser entenada para resolver tareas sencillas. El año pasado se conectó un “organoide cerebral” a un sistema informático logrando con éxito ejecutar un videojuego. He leído que algunos sugieren que se opte llamarlos por el estatus legal de “persona”, lo cual no es lo mismo que “humano” (existen también las personas jurídicas). Es pues un banquete ético que está servido en la mesa del conocimiento ya que decenas de científicos lo han propuesto en la revista Frontiers in Science: una idea revolucionaria, usar organoides cerebrales como sistemas informáticos y equipararlos a personas (personas no humanas).

Todo esto es inquietante y me pregunto: ¿Por qué querer reproducir funciones cognitivas?; históricamente hemos querido reproducir habilidades humanas en máquinas, como caminar, por ejemplo, para el transporte personal o de carga.

Hemos llegado ya a extremos: en nuestra región Caribe la gente no quiere caminar, ahora se montan en una moto para evitar caminar tres cuadras (he sabido de casos de pérdida de habilidades del equilibrio y la marcha en personas que casi no se ejercitan; por lo común altos ejecutivos que solo caminan dentro de su casa y oficina y “no disponen de tiempo” para actividad física). Hace varios meses he estado escuchando el problema de la casi extinción del burro en nuestro país, un animal de transporte personal y de carga utilizado en las regiones rurales, que al existir una sobre masificación de motocicletas, los campesinos han visto perdido su valor como medio de acarreo. Ha pasado mucho tiempo ya desde que no escribimos manuscritos (y no volveremos a eso), todo se hace a través de ordenadores, celulares e impresoras. ¿Por qué ahora queremos reproducir funciones mentales superiores? ¿En que quedará el intelecto, la memoria, el cálculo, el juicio...? El uso de la memoria se ha ido perdiendo también al poder hallar muy fácilmente información y datos contenidos en un dispositivo en la palma de nuestra mano; lo mismo pasa con el cálculo... ¿Alcanzaremos finalmente a través de estos experimentos la deseada imparcialidad total y seremos juzgados con confianza por la IA y/o la IO logrando el ideal de justicia?

Para ir terminando se vienen también las consideraciones éticas “de peso” ya que no es lo mismo una vellosidad intestinal o un páncreas que un cerebro que está en capacidad de desarrollar funciones cognitivas (funciones mentales superiores) conduciéndonos a preguntarnos si pueden desarrollar conciencia o sentir dolor. El dilema se incrementa cuando aún no disponemos de una idea clara de lo que es la consciencia.

Para estas investigaciones y otras similares está pendiente completar el desarrollo de nuevos instrumentos como el microscopio de fuerzas atómicas que podrá ampliar la visión humana hasta conducirnos a limites extraordinarios que puedan ver moléculas y aun los átomos.

*Médico.

QOSHE - Inteligencia organoide, más allá de la inteligencia artificial - Gonzalo J. García
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Inteligencia organoide, más allá de la inteligencia artificial

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01.12.2023

Si el arribo de la inteligencia artificial (IA) a su vida lo sorprendió, entonces sosténgase firme que lo que va a leer lo va a poner a pensar, y de pronto lo estremezca como lo hizo La isla, del doctor Moreau de H.G. Wells, si leyó la obra, más por la reflexión que plantea sobre los límites éticos de la ciencia en este caso, que por la crueldad hacia los animales.

Los “organoides cerebrales”, hasta ahora, se usan solo en laboratorio para probar medicamentos, estudiar la formación de tejidos normales o patológicos -como el cáncer- y en medicina regenerativa y personalizada. El “organoide” es una estructura biológica similar a un órgano creada en laboratorio y que proviene de cultivos de células madre inducidas o células tumorales de una persona, por lo tanto, tiene características histológicas, genómicas y moleculares parecidas.

Desde 1998, en la Universidad de Wisconsin, el doctor James Thomson y su equipo cultivaron in vitro células pluripotenciales tomadas de embriones. Esta experiencia antecede a los estudios de Yamanaka (Nobel, 2012). En 2007 Takahashi logra obtener, con el mismo método, células madre pluripotentes inducidas humanas para producir epitelio intestinal; lo mismo logra después Hans Clever en Paises Bajos.

Al comienzo, considerados imposibles, únicamente estaban los organoides que reprodujeron los epitelios intestinales, hoy ya la humanidad se encuentra trabajando sobre “organoides cerebrales” (Yoshiki Sasai, 2008) con una composición similar a un encéfalo humano en desarrollo que con........

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