¿Podrá la historia colocar al lado de Pola Bertel y de Bertha Piña, bailadoras de fandango y la música riosabanera de principios del siglo 20, a Verónica Alcocer? Tres auténticas mujeres naturales de la sabana sucreña y vecinas imbricadas culturalmente con las bellas regiones del Sinú y La Mojana, todas ellas con gusto, en grado mayor, por el baile autóctono de esas geografías en la Costa Caribe colombiana. Pero que la historia, para las generaciones futuras, no deje atrapada a la actual primera dama de Colombia sólo en el baile.

La primera dama ha expuesto y demostrado sus cualidades excepcionales para el baile de casi todos los géneros caribeños, incluida la champeta cartagenera. Además de ejecutarlos con bastante maestría y espontánea desenvoltura, se le nota el gusto al desplazar su cuerpo en el espacio con todos esos movimientos cadenciosos y voluptuosos propios de ese tipo de danzas. Por lo que he podido indagar de sus datos biográficos, no aparece ninguna referencia a estudios sobre estas prácticas idiosincráticas costeñas, lo que hace que me quede con la idea de que su nacimiento y crianza en esta macondiana región colombiana, ha sido la que le ha conferido facilidad natural para la notoria expresión.

Cierro los ojos y pienso en la infancia de esta mujer en la tórrida y extensa llanura Caribe, rodeada de expresiones verbales en un castellano castizo y singular, mirando el ganado vacuno sentada en un corral de varetas junto a hombres y mujeres sudorosos, coronados todos de sombreros ‘vueltiaos’, unos ordeñando, los otros enrejando y las mujeres, como Paracelso, haciendo mágicas recetas en la cocina, transmutando la leche y el ñame en esa sopa espesa de sabor incomparable, que han elegido recientemente como una de las mejores sopas del mundo, por solo mencionar cualquier vianda culinaria.

La imagino de fiesta en grandes patios y terrazas de casas solariegas y clubes sociales al ritmo de clarinetes, tubas, redoblantes, platillos y gaitas con tambores. Es imposible que esa mujer se desprenda de un día para otro de lo que son sus raíces por el hecho de haber escalado 2.800 metros hacia una meseta andina. Que nadie pida eso, porque eso no sucederá ni que escale 30.000 metros, ni que el tiempo, que ese sí destrona recuerdos, sea el verdugo de su composición ontológica.

A Verónica Alcocer García, primera dama de Colombia, solo le digo que se mantenga agarrada de sus raíces más profundas, pero recordándole la prosa didáctica de Baltasar Gracián, de hace casi 400 años: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”, y añadía: “Y aun lo malo, si poco, no tan malo”.

A ella y su esposo se les dio la oportunidad excepcional de conducir con la mano izquierda un joven país que por mucho tiempo ha querido ensayar modelos políticos diferentes. Una forma de suerte que le fue arrebatada a tantos caudillos no debe ser tenida como coyuntura grácil. Ha sido una astronómica oportunidad que de análoga manera merece el mismo tamaño de responsabilidad.

QOSHE - Verónica Alcocer frente a Pola Bertel - Gonzalo J. García
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Verónica Alcocer frente a Pola Bertel

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25.02.2024

¿Podrá la historia colocar al lado de Pola Bertel y de Bertha Piña, bailadoras de fandango y la música riosabanera de principios del siglo 20, a Verónica Alcocer? Tres auténticas mujeres naturales de la sabana sucreña y vecinas imbricadas culturalmente con las bellas regiones del Sinú y La Mojana, todas ellas con gusto, en grado mayor, por el baile autóctono de esas geografías en la Costa Caribe colombiana. Pero que la historia, para las generaciones futuras, no deje atrapada a la actual primera dama de Colombia sólo en el baile.

La primera dama ha expuesto y demostrado sus cualidades excepcionales para el baile de casi todos los géneros caribeños, incluida la champeta cartagenera. Además de ejecutarlos con bastante maestría y........

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