Rafael Núñez Molano, tres veces presidente de Colombia, describió certeramente la ruina física y moral de Cartagena de Indias exigiéndole al primer mandatario de entonces, Miguel Antonio Caro, máxima atención del gobierno central que, desde la ‘Patria Boba’ hasta el día y la noche de hoy, nos miraban y nos siguen mirando como “provincianos,” merecedores de nuestro aciago destino.

“Esta ciudad padece de inanición, literalmente. Sus hijos se ausentan de ella por docenas en busca de trabajo. Puedo asegurarle a usted que las cuatro quintas partes de la población de Cartagena, ‘La Redentora’, se acuesta todas las noches sin saber que desayunarán al día siguiente”.

Lo grave del asunto es que, con el paso de los siglos, las cosas no han cambiado e incluso, prestigiosos investigadores sociales consideran que empeoraron: gigantescos cordones de pobreza y miseria asfixian al 70% de los habitantes de ‘La Fantástica’, superando con creces el ‘galardón’ de ‘Ciudad Fallida’.

Llegan y se van mandatarios al Palacio de la Aduana, con más pena y desencanto que gloria, mientras nos carcome el hambre, desempleo, indigencia, desplazamiento forzado, educación de medio centavito para los humildes, suicidios, violencia social, drogadicción, trata de personas, subasta de niños con dientecitos de leche; desnutrición, sicariato desbordado, enfermedades endémicas medievales, totalmente prevenibles, como dengue y leptospirosis, asesinan a cartageneros de nacimiento o por adopción con la misma sevicia del genocida Pablo Morillo, quien entre el 26 de agosto y el 6 de diciembre 1815 terminó con la vida y sueños de 6.000 seres indefensos, la tercera parte de la población: adultos, niños y ancianos, caían exhaustos en mitad de calles o en sus hogares convertidos en tumbas.

Hoy la dolorosa historia se repite como rueda de molino: nadie se inmuta, tampoco castigan por omisión a las autoridades incompetentes. Y como era de esperar, en estos nuevos tiempos signados por la avaricia, el desgreño administrativo y la indiferencia cómplice, reaparecen las cadenas del pasado y brotan espinas impredecibles de malestar social: agresividad, hostilidad y muerte; maltrato intrafamiliar, drogadicción y saqueo. ¡Sálvese quien pueda! A construir rejas, cada vez más altas y filosas, comprar chalecos antibala sacrificando servicios públicos –casi impagables–, calidad educativa de los hijos, el pan y las vituallas.

Pero, ¿aún es lícito soñar después de 490 años de injusticias y soledades? Sin duda el hambre y la desigualdad social son combustibles predilectos de la guerra cruda o solapada. Recuperar la paz auténtica y duradera que merecemos se logrará si, en cada uno de los actos de los nuevos gobernantes, buscando restablecer la autoridad resquebrajada y el liderazgo enmohecido, utilizan el ropaje inoxidable de los Derechos Humanos, fabricando pupitres, no mazmorras; lápices y azadones en lugar de fusiles.

QOSHE - soñar? - Henry Vergara Sagbini
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

soñar?

16 0
31.12.2023

Rafael Núñez Molano, tres veces presidente de Colombia, describió certeramente la ruina física y moral de Cartagena de Indias exigiéndole al primer mandatario de entonces, Miguel Antonio Caro, máxima atención del gobierno central que, desde la ‘Patria Boba’ hasta el día y la noche de hoy, nos miraban y nos siguen mirando como “provincianos,” merecedores de nuestro aciago destino.

“Esta ciudad padece de inanición, literalmente. Sus hijos se ausentan de ella por docenas en busca de trabajo. Puedo asegurarle a usted que las cuatro quintas partes de la población de Cartagena, ‘La Redentora’, se acuesta todas las noches sin saber que desayunarán al día siguiente”.

Lo grave del asunto es que, con el paso de........

© El Universal


Get it on Google Play