El chiripazo político de la elección como alcalde de Cartagena en el 2019 de William Dau, producido por el hastío de un pueblo cansado por la politiquería y la corrupción, abrió una esperanza en la ciudadanía, pero también abrió un interrogante sobre cómo llevaría a cabo todo lo prometido. Hoy, en el punto final de su administración, palpamos una ciudad descuadernada y destruida. Cuatro años perdidos en peleas e improperios dejan el sinsabor de no haber cumplido la meta de acabar con la corrupción. ¿Dónde están las herramientas del siglo XXI que señaló en el Plan de Desarrollo para erradicarla?

En la retina de la opinión pública quedará grabada la imagen de un alcalde energúmeno diciendo vulgaridades, que se bajó del pedestal de la dignidad que merece el cargo. Sentado sobre la base de pasiones y chismorreo, sus pendencieros mensajes rayaban en la locura.

Funcionarios traídos de otras partes del país sin los conocimientos profundos de los problemas de Cartagena, y por supuesto de sus soluciones, fueron el ingrediente funesto para hacer un total desgobierno. Cuatro años con el “quita y pon” de ellos horadaron la gobernabilidad de la administración, impidiendo procesar las demandas de una sociedad tan necesitada de respuestas oportunas. Lo que Vernon no pudo hacer lo hizo él. ¡Acabó con la ciudad!

A dos fuentes importantes para el turismo, productoras de miles de empleos, el Centro Histórico y Bocagrande, para mencionar solo dos, las deja así: una convertida en zona de tolerancia, con andenes destruidos cual minas quiebrapatas esperando a transeúntes desprevenidos, cundida además de conos ilegales y ventas informales; la otra, el balneario, con sus calles totalmente destrozadas y un nivel freático sin solucionar, dúo demoledor creador del existente caos vehicular, acompañado de una salinidad que oxida hasta los tuétanos. Menos mal que el alcalde electo, Dumek Turbay, iniciará los operativos necesarios para acabar con la red de prostitución a partir del 2 de enero.

La experiencia desastrosa con este alcalde nos debe servir para detectar a tiempo cuando alguien similar sea elegido. Es por ello que cuando escuchemos un mandatario vociferando insultos como verdulera; cuando el plan de desarrollo sea un saludo a la bandera; cuando, en vez de administrar, realice una cacería de brujas; cuando lance denuncias al aire y no las presente ante los órganos competentes; cuando su comportamiento en las redes sociales nos produzca pena ajena; cuando por hacer el ridículo provoque la burla; o cuando su conducta sea la de un payaso: abramos el ojo, porque será un grave peligro. Habrá que hacer campaña para revocarle el mandato. ¡Padece los síntomas del síndrome de Dau!

QOSHE - El síndrome de Dau - Jorge Dávila-Pestana Vergara
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El síndrome de Dau

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22.12.2023

El chiripazo político de la elección como alcalde de Cartagena en el 2019 de William Dau, producido por el hastío de un pueblo cansado por la politiquería y la corrupción, abrió una esperanza en la ciudadanía, pero también abrió un interrogante sobre cómo llevaría a cabo todo lo prometido. Hoy, en el punto final de su administración, palpamos una ciudad descuadernada y destruida. Cuatro años perdidos en peleas e improperios dejan el sinsabor de no haber cumplido la meta de acabar con la corrupción. ¿Dónde están las herramientas del siglo XXI que señaló en el Plan de Desarrollo para erradicarla?

En la retina de la opinión pública quedará grabada la imagen........

© El Universal


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