La familia Paz estaba dichosa. Se les había cumplido el sueño de tener casa propia al salir beneficiados con el subsidio de vivienda otorgado por el Estado. Llevaban ya meses en ella con la gran tranquilidad que es para una familia joven obtener un hogar donde vivir. Habían tenido ya encuentros con vecinos y hasta se visitaban con ellos compartiendo muy amenamente, aunque fuesen de la misma región, pero de costumbres diferentes.

Un día, el señor Paz descubrió al vecino cogiendo mangos de un árbol que estaba de su lado en el lindero. Y ahí fue Troya. El vecino se enfureció ante su reclamo, insultándolo, llamándolo egoísta en medio de improperios y malas palabras. El señor Paz, como pacífico que era, se limitó a ser indiferente pero, de todos modos, le advirtió que no volviera a pasar.

Las cosas parecían haber quedado ahí, pero la tragedia no dio espera. A los pocos días, el vecino arremetió con rabia y ánimo de venganza contra el hijo menor del señor Paz, lanzándole una piedra desde el lindero mientras jugaba en el patio, con el fatídico resultado de que el niño quedó muy mal herido y murió horas más tarde en el hospital. Cuando todavía se encontraba el vecino en su casa, el señor Paz regresa lleno de ira pero consciente de que debía actuar rápido si encontraba una escena peligrosa. Efectivamente, se percató de que el vecino se preparaba armado para una nueva agresión. Entró raudamente a su casa y, luego de advertir a sus dos hijos adolescentes varones y a su mujer, se armaron de un revolver viejo y varios palos y salieron hacia el lindero. Al llegar a él, por orden del señor Paz se detuvieron y les dijo que, ante la inminencia de la confrontación, la única forma de evitar cualquier riesgo de un nuevo ataque y bloquear la posibilidad de salir heridos o muertos era entrando al predio del vecino, atacando primero y, si es del caso, matarlo, decisión que había que tomar en pocos segundos antes que él lo hiciera con alguno de ellos. Y así fue. Entraron y actuaron primero, eliminando la amenaza del vecino. La familia Paz actuó en defensa propia.

El mundo presencia la intensificación y el horror de una guerra religiosa de miles de años que empezó entre hermanos hijos de un mismo patriarca: Abraham. Es la lucha del hombre contra el hombre, el ojo por ojo, desgracias que todos tenemos en el ADN, en una amalgama diversa de comportamientos violentos, todos originados en la lucha por la supervivencia, que desencadenan la espiral del odio al prójimo.

La historia de la familia Paz y su vecino es la historia de los hijos de Abraham: de Ismael, ascendiente de los musulmanes palestinos, y de Isaac, ascendiente de los judíos israelíes. Todo radica en la herencia de odio entre ellos, pues cada uno por su lado dice ser el pueblo elegido y el hijo preferido de su padre.

QOSHE - En defensa propia - Jose Henrique Rizo Delgado
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

En defensa propia

7 0
16.03.2024

La familia Paz estaba dichosa. Se les había cumplido el sueño de tener casa propia al salir beneficiados con el subsidio de vivienda otorgado por el Estado. Llevaban ya meses en ella con la gran tranquilidad que es para una familia joven obtener un hogar donde vivir. Habían tenido ya encuentros con vecinos y hasta se visitaban con ellos compartiendo muy amenamente, aunque fuesen de la misma región, pero de costumbres diferentes.

Un día, el señor Paz descubrió al vecino cogiendo mangos de un árbol que estaba de su lado en el lindero. Y ahí fue Troya. El vecino se enfureció ante su reclamo, insultándolo, llamándolo egoísta en medio de improperios y malas palabras. El señor Paz, como........

© El Universal


Get it on Google Play