La propuesta de una gerousía para Cartagena, retomando el consejo creado en Esparta y que se puede entender como un grupo de ancianos, o de sabios o mejor, de adultos mayores con la voluntad de apoyar en su formación y experiencia al gobierno local, dio lugar a un interesante número de comentarios y sugerencias que tenían un trasfondo parecido, que se puede sintetizar en la necesidad de que los ciudadanos de a pie nos tomemos en serio la tarea de incidir en los destinos de nuestra ciudad, aportando desde lo que cada uno tiene, esto es, su voluntad, su compromiso por el futuro y en especial por visibilizarnos como ciudadanos, que es tal vez lo más significativo que podemos tener.

Las sugerencias, con enfoques diferentes, se parecen en las características de los aportes que esos ciudadanos pueden hacer y que se pueden resumir en la necesidad de tener buen criterio, que deseen lo mejor para la ciudad, que sean propositivos, constructivos, técnicos, que encuentren la felicidad en el sentido de trascender, sin esperar ninguna recompensa o reconocimiento material por su aporte; solidarios, demócratas, cumpliendo criterios mínimos de la democracia: el respeto a la diferencia, el énfasis en aquello que nos conviene a todos y dialógicos. Conozco muchas mujeres y hombres con estas características y sé que tienen una enorme voluntad de aportar desde sus experiencias y disposición.

Las propuestas van desde crear comités o grupos de trabajo, veedurías cívicas, centros de pensamiento de problemas urbanos, hasta grupos ad-honorem para apoyar las prioridades en la gestión pública con el objetivo de orientar, recomendar o aún más, de direccionar prioridades, decisiones y discernir lo mas conveniente para la ciudad, no tanto en función de las acciones que se deben tomar en el corto plazo, como de aquellas tareas que, con frecuencia, pueden ser impopulares, políticamente incorrectas, pero fundamentales para lograr resultados efectivos y productivos en el mediano y largo plazo.

Existen múltiples razones para implementar esta herramienta de la democracia, pero solo vamos a mencionar dos. Uno es la necesidad de apoyar la reconstrucción y fortalecimiento de la institucionalidad. Está claro que la herramienta más sólida a nivel de estados y de ciudades para incidir en el bienestar y prosperidad de sus ciudadanos es la posesión de unas instituciones fuertes y lo que hemos visto en nuestra ciudad, por lo menos en los últimos 12 años, es un profundo proceso de destrucción de las instituciones públicas, lo que de paso arrastra y debilita la gobernabilidad y la legitimidad en la actuación del gobierno.

La segunda es la imperiosa necesidad de fortalecer la sociedad civil, esto es, ese sinnúmero de formas que adoptan los ciudadanos para aportar a la construcción de una sociedad mejor, donde se propicie la deliberación, el diálogo, los consensos, donde se aprenda a trabajar colectivamente, a pensar en lo público como patrimonio de todos, priorizando a aquellos sectores o formas organizativas históricamente invisibilizadas o excluidas mucho más que a aquellos gremios con capacidad de gestionar sus propios intereses.

*Sociólogo.