Recibí una llamada desde la República de Chile de mi gran amigo Martín Alonso Pinzón, quien, con voz entrecortada y casi llorando, me dijo: “Mi querido Senen, se nos murió Augusto Beltrán hace media hora”. La noticia me impresionó, puesto que hacía pocas horas también le había enviado, como de costumbre, mis escritos, solía hacerme el honor de leerlos y comentarlos.

Augusto estaba muy mortificado con la situación del país, sobre todo por los brotes de violencia y perturbación del orden público que, desde luego, lo incomodaban, especialmente por el impacto que toda esta cosa de la inseguridad tendría en la economía, en todos sus ámbitos.

Augusto era un hombre inteligente, versátil, ocurrente, de apuntes maravillosos, de espíritu campechano, que combinaba de manera elegante sin deslucir un frac o un smoking y más tarde no tenía problemas para usar un sombrero vueltiao con la indumentaria completa para las tareas del campo.

Era abogado, pero no ejerció esa carrera por muy largo tiempo, pues se dedicó al fomento de la ganadería y se destacó como uno de los mejores criadores del cebú blanco, tanto que era considerado entre los más distinguidos de la región y los sobresalientes del país.

Tenía una familia muy bien conformada, unida por el amor, por el respeto y la camaradería entre sus hijos y sus nietos.

Conocí desde muy niño al doctor Beltrán Pareja, que era mayor que yo, porque su hermano menor, Alfonso, médico ya fallecido, fue mi compañero de estudios en el Colegio de la Salle, y también porque su casa, en el barrio Pie de La Popa, nos sirvió de estancia para disfrutar de las festividades de La Candelaria. Recuerdo con gratitud y nostalgia a su señora madre, doña Nelly Pareja, dotada de una inmensa bondad de madre y matrona. Ella nos recibía de niños y nos cuidaba, previa a las advertencias del peligro en las subidas del cerro de La Popa. Tiempos sanos aquellos que no se olvidan y que se reviven en los hasta luego eternos.

Augusto Beltrán se educó en el Colegio de la Salle y recibió el título de Abogado en la Universidad de Cartagena.

Como político, fue un hombre decente, leal a la causa liberal y sobre todo pulcro.

Fue un gran relacionista público. Entre sus amistades estaba el nobel Mario Vargas Llosa, a quien lo alojó en su casa, y con quien sostenía una buena amistad. Augusto era un buen lector, estaba al día en todo, con una mente analítica, muy clara, por lo que le sobraban argumentos para medir el pulso a las situaciones políticas, con un alto porcentaje de acierto.

Fue representante a la Cámara y cumplió un papel digno que nos permitió tenerlo como un servidor del departamento de Bolívar, llevó a cabo su mandato con altura, sin odios ni sectarismos.

Ocupó mucho antes la Secretaría General de la Gobernación de Bolívar, en los tiempos de Rafael Vergara Támara y años después fue el gobernador del departamento, realizando una gestión pulcra, eficiente y equilibrada.

Fue banquero y por lo mismo se distinguió como gerente del Banco del Comercio. Allí duró varios años y adquirió una vasta experiencia, que le ayudó a fortalecerse como empresario organizado y, sobre todo, como visionario.

Como amigo, fue intachable y con los que no estaban muy cercanos a la amistad, fue muy prudente y caballeroso, una de las virtudes que lo distinguió siempre.

A su esposa, doña Ana María Segrera de Beltrán; a su hijo Augusto, esposa, nietos y familia. A Gustavo Lecompte y señora. Y a su amigo del alma, Martín Alonso Pinzón. A todos les envió estas palabras cortas y tal vez mal hilvanadas de condolencia, escritas en el dolor del momento y en el pensar que a todos nos llega el día de encontrarnos con Dios, lo que debe ser, más que un duelo eterno, una esperanza por el reencuentro. Con especial cariño, Senén González Vélez, esposa hijos y nietos.

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Falleció Augusto Beltrán Pareja

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27.03.2024

Recibí una llamada desde la República de Chile de mi gran amigo Martín Alonso Pinzón, quien, con voz entrecortada y casi llorando, me dijo: “Mi querido Senen, se nos murió Augusto Beltrán hace media hora”. La noticia me impresionó, puesto que hacía pocas horas también le había enviado, como de costumbre, mis escritos, solía hacerme el honor de leerlos y comentarlos.

Augusto estaba muy mortificado con la situación del país, sobre todo por los brotes de violencia y perturbación del orden público que, desde luego, lo incomodaban, especialmente por el impacto que toda esta cosa de la inseguridad tendría en la economía, en todos sus ámbitos.

Augusto era un hombre inteligente, versátil, ocurrente, de apuntes maravillosos, de espíritu campechano, que combinaba de manera elegante sin deslucir un frac o un smoking y más tarde no tenía problemas para usar un sombrero vueltiao con la indumentaria completa para las tareas del campo.

Era........

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