El libro de los 80 años del Concurso Nacional de Belleza nos trae muchos recuerdos. Fue “Bebé” Martelo un visionario que entendió en época temprana la vocación turística del Corralito de Piedra. Convocar a candidatas al primer Concurso Nacional de Belleza dio impulso a la hotelería y al turismo. Un orgullo para el Callejón Román fue la elección de Yolanda Emiliani Román como primera reina del concurso y a Piedad Gómez Román como segunda.

En 1955 se aprecia a otra bella vecina: Rosario Castillo Valiente, quien en compañía de la samaria Judith Noguera Diazgranados, son elegidas princesas de esa versión. Judith se gana el afecto de los cartageneros y el amor del ganadero Jaime Vélez Piñeres, con quien se casa. Se convierte en la reina de la imponente mansión del barrio que conecta el Cuarto Callejón con el Román.

Era Judith la mujer que encendía la chispa de nuestra incipiente precocidad. Todavía se habla de su cabello rubio, de su piel de porcelana y de su imponente figura. Al verla frente al timón en su convertible azul no había ninguna diferencia con una actriz de Hollywood. Nunca miramos a la Miss Universo Luz Marina Zuluaga. Tampoco a la deslumbrante Doris Gil Santamaría. Todos los días podíamos ver de cerca a una vecina, vestida de blanco, con falda amplia donde la brisa jugaba a plenitud, adivinando nuestros íntimos deseos. Con pañoleta de seda, recogiendo su cabellera rubia que adornaba su rostro angelical, saludaba alegremente.

Al inaugurar el presidente Olaya Herrera el muelle de Manga, en la visita de Franklin Delano Roosevelt, en 1934, Ernesto Carlos Martelo aprovechó para iniciar el Concurso Nacional de Belleza. Es una ironía saber que, en 1955, cuando Judith Noguera fue elegida princesa, se fue el agua en Cartagena y hubo que traer el líquido en carrotanques desde Barranquilla.

Contaba Víctor Nieto que Agustín Lara, quien cantó en la velada de coronación, se bañó con agua salada en las playas del Hotel Caribe. Yo creo que, en la mansión de Manga, el enamorado galán de Aguas Vivas y La Serrezuela tenía suficiente agua en el aljibe.

Desde allí tuvieron que salir carros bomberos para poder bañar a nuestra bella Marilyn Monroe. Para la historia dejamos constancia que los niños del callejón Román y la Miramar teníamos los baldes llenos, las totumas listas, cajas de jabones Sanit K37 de Lemaitre, que nos regaló Rafa Tono y unos finos estropajos donados por Alba Lara. Qué gusto nos hubiésemos dado bañando reinas, qué felicidad verter unos totumazos frescos a nuestra candidata preferida, la más tarde y espectacular vecina, Marilyn Monroe.