La simbología del “árbol” ha tenido una significación variada en cada cultura. Los druidas lo consideraron símbolo de poder, sabiduría y de la unión cielo-tierra, los aborígenes australianos, un arquetipo de la creación y la conexión con los antepasados, y los chinos y japoneses, emblemas de la felicidad y la eternidad. La cultura nórdica veneró al “Árbol del mundo” (Yggdrasil), la hindú, al “Árbol de la creación” (Ashvattha) y la Maya, a la ceiba.

Judíos y cristianos tenemos dos símbolos poderos: el “Árbol del conocimiento del bien y el mal”, que nos recuerda el pecado original y la expulsión del paraíso, y el “Árbol de la vida”, que los cabalistas (judíos y cristianos) consideran un mapa del alma humana y un modelo para autoanalizarse, autoconocerse y comprender el sentido de la vida. A este último aspecto dedicaré este escrito, que intenta ser un breve resumen del libro de Mario Saban “La cábala: la psicología del misticismo judío”.

El “Árbol de la vida” (sugiero buscar una gráfica) se expresa en diez atributos (sefirot), que pueden estudiarse como tres dimensiones: la izquierda (restrictiva), la derecha (expansiva) y el centro (equilibrio) o por triadas: inferior (acción), intermedia (emociones) y superior (mental), como intentaré hacerlo aquí, advirtiendo que por razones de espacio solo abordaré la primera sefirá y la triada inferior y en otro escrito las restantes sefirot.

De abajo hacia arriba, la primera sefirá es Maljut (el reino), que simboliza la manifestación de lo divino en el mundo terrenal y, en el plano físico, la materia (cuerpos, objetos). En esta dimensión será importante cómo nos relacionamos con el mundo sensible, pues el desequilibrio surge sea por el apego excesivo a la materia (avaro, codicioso), o lo contrario, por el desapego total.

La triada inferior se inicia con Yesod (fundamento), que simboliza el puente entre el mundo material y espiritual y, en el plano humano, la forma como nos conectamos con nuestro yo y con los demás (sexualidad, familia, profesión). En esta dimensión el desequilibrio surge cuando disolvemos nuestra vida en los demás (esposo/a, hijos/as, amigos/as), olvidándonos de nosotros (alocentrismo) o, lo contrario, cuando no centramos en nosotros, olvidándonos de los demás (egocentrismo). Hod (esplendor, gloria) simboliza la majestad divina y, en lo terrenal, la comunicación y la reflexión interna y externa; en esta dimensión el desequilibrio surge por la mentira o, lo contrario, por el exceso de sinceridad, imprudencia o la verdad sin filtro. Netzaj (victoria), la última de esta triada, simboliza la eternidad, la perseverancia y el triunfo espiritual y, en el plano humano, las ilusiones, el arte y el placer. El desequilibrio en esta dimensión surge por exceso, cuando se quiere vivir en el goce (hedonismo) o, por defecto, cuando se niega o se renuncia al placer.

*Profesor universitario.

QOSHE - El árbol de la vida - Yezid Carrillo De La Rosa
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El árbol de la vida

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27.01.2024

La simbología del “árbol” ha tenido una significación variada en cada cultura. Los druidas lo consideraron símbolo de poder, sabiduría y de la unión cielo-tierra, los aborígenes australianos, un arquetipo de la creación y la conexión con los antepasados, y los chinos y japoneses, emblemas de la felicidad y la eternidad. La cultura nórdica veneró al “Árbol del mundo” (Yggdrasil), la hindú, al “Árbol de la creación” (Ashvattha) y la Maya, a la ceiba.

Judíos y cristianos tenemos dos símbolos poderos: el “Árbol del conocimiento del bien y el mal”, que nos recuerda el pecado original y la expulsión del paraíso, y el “Árbol de la vida”, que los cabalistas (judíos y cristianos) consideran un mapa........

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