Qué tiempos aquellos en que la derecha representaba el orden, el establishment, el sistema, y éramos los izquierdistas quienes más tonteábamos con teorías de la conspiración. Tú eres muy joven y no te acuerdas, pero durante años era la izquierda quien veía manos negras detrás de cualquier suceso: cuando no era la CIA (que estaba en todas) eran nuestras cloacas policiales y post-franquistas, pero también estaban los banqueros (representados en viñetas con puro, chistera y gran barriga), las multinacionales, las farmacéuticas, la industria alimentaria, los fabricantes de armas, los grandes medios de comunicación (en las manis gritábamos “¡televisión, manipulación!”, acuérdate), la iglesia católica por supuesto y hasta Hollywood lavándonos el cerebro con sus películas. Detrás de cada gran acontecimiento, lo mismo una crisis económica que una guerra local, un cambio de gobierno o una inocente moda, había algo sospechoso.
La derecha en cambio, más allá de su viejo tic fascistoide con la conjura judeo-masónica y el anticomunismo feroz, solía confiar en las instituciones, el sistema económico, las fuerzas del orden o los medios de comunicación, todos al servicio de su hegemonía política y económica. La visión conspiranoica del mundo era más propia de la izquierda, tanto más cuanto más radical y antisistema. Solo hay que recordar cómo en los ochenta cogió fuerza en ciertos círculos la idea de que la heroína que arrasaba los barrios obreros respondía a un plan del sistema para controlar a la juventud.