Tal día como hoy del año 1933, hace 90 años, en Barcelona, se celebraban los funerales por Francesc Macià i Llussà, 122.º president de la Generalitat, que murió en el ejercicio de su cargo dos días antes (el día de Navidad, a las cuatro y media de la tarde). El presidente murió a causa de una apendicitis, que se agravó mucho por su edad avanzada (tenía 74 años) y por el tabaquismo que arrastraba desde joven. No obstante, el president Macià estuvo despachando asuntos de gobierno hasta treinta minutos antes de su muerte. Pasó de la mesa del despacho de presidencia a una sala de curas paliativas que se había instalado en la habitación del lado.
Macià fue el gran artífice de la restauración del autogobierno (1931) liquidado en sangre y fuego doscientos diecisiete años antes (1714), por el régimen borbónico español. Después del golpe de Estado de Primo de Rivera (1923), perpetrado con el apoyo de destacadas figuras de la Liga Regionalista; se convirtió en la gran esperanza del catalanismo republicano. En 1922 fundó Estat Català, el primer partido independentista de la historia contemporánea de Catalunya. En 1927 creó un ejército liberador que, a pesar de no conseguir su objetivo militar, internacionalizó la causa independentista catalana por primera vez en la historia contemporánea europea.
Macià volvió a Catalunya como un héroe, y su figura política sería fundamental en el triunfo de la plataforma ERC en los comicios municipales del 12 de abril de 1931, que precipitaron la caída de la monarquía y la proclamación de la República. El 14 de abril de 1931 Macià proclamaba el Estado catalán dentro de la federación de pueblos ibéricos. Aquella proclama sería transformada en la restauración de la Generalitat. Impulsó la redacción del primer Estatut de la historia contemporánea catalana (1931), ganó las primeras elecciones catalanas (1932) y constituyó el primer Parlament moderno de la historia de Catalunya.
La prematura e inesperada muerte del president Macià provocó una profunda conmoción en la sociedad catalana de la época. La prensa de la época publicó que, desde primera hora de la mañana, llegaron a Barcelona docenas de miles de personas procedentes de todos los puntos de Catalunya; y se sumaron al pueblo de Barcelona que quería rendir el último adiós al presidente. La misma prensa publicó que más de un millón de personas se habían reunido en las calles por donde tenía que pasar el cortejo fúnebre (entre la catedral y el cementerio de Montjuïc); convirtiendo aquella manifestación de duelo en la concentración más numerosa de la historia de Catalunya hasta aquel momento.
Pocas horas antes se había producido un grave incidente que explicaba hasta qué punto la figura de Macià y su proyecto político creaba un fuerte rechazo entre ciertas capas de la sociedad. Irurita Almandoz, obispo de Barcelona y conocido por sus posicionamientos reaccionarios y españolistas, se había negado a administrar el sacramento de la extremaunción al president en su lecho de muerte. Y se negaba a oficiar el funeral del president en la catedral. Tuvo que ser el cardenal Vidal i Barraquer, arzobispo de Tarragona y máxima autoridad eclesiástica de Catalunya, el que lo llamara al orden y lo obligara a cumplir con su responsabilidad, como jefe de la diócesis.
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