Civitas condita ex Lethaeo, bis restaurata, “Ciudad fundada desde el olvido, dos veces restaurada”. Este emblema orla el escudo de Algeciras entre palmas, olivos y olas de azur. Leteo, el río mítico que orillaba el zaguán del Hades y que algunos identifican con el Guadalete, poseía unas aguas que provocaban la pérdida de la memoria a aquellos que bebían de ellas.

Olvido es una palabra hermosa, eufónica, líquida e intangible como los vocablos más legendarios; es recurso neutralizante y una buena forma de partir de cero, sobre todo cuando los recuerdos supuran humores de irremediables experiencias. Destruida varias veces a lo largo de la historia, Algeciras ha tenido que recurrir a la desmemoria para seguir adelante; sin embargo, en no pocas ocasiones el olvido se ha convertido en cloroformo con el que se ha anestesiado al imaginario colectivo hasta borrar demasiados puntos de partida para llegar adonde estamos.

La transformación experimentada por la ciudad en la segunda mitad del siglo pasado superó con creces las destrucciones y refundaciones que tuvieron lugar a lo largo de su azarosa historia. La población antaño recatada, armoniosa y equilibrada ha arrinconado elementos característicos de ella que fueron destruidos tras décadas de progreso no siempre bien entendido. Hasta los hitos que le dieron nombre han sido cubiertos por velos que en muchos casos lo han sido de espeso hormigón. La isla verde con la que tantos la nombraron ha perdido su condición insular y su color de esperanza tras ser rodeada por olas de contenedores, marejadas de tanques y corrientes de asfalto que rodean venerables muros y cantiles; el río que dividió las dos ciudades, cuya dualidad se mantiene en su actual topónimo, corre bajo capas de asfalto, losas de granito y farolas oxidadas a propósito; poligonales perseverancias dejaron de presidir perdidos calvarios en tardes de toros de junios tempraneros; tejados ingleses daban sombra a persianas mallorquinas bajo araucarias de ecos británicos; cosmopolitas marinas albergaban acentos de todas las partes del mundo bajo sus soportales; primorosos cierros ofrecían armazones de besos y geranios; patios de vecinos, bulliciosas lonjas, barracas, mansiones, puestos, torreones y un mar presente a cada instante, un salitre adherido a los quicios de levante, un olor a yodo cotidiano, que entraba desde el Ojo del Muelle y se quedaba prendido en cada canto, en cada saeta, en cada mirada.

Ciudad de paréntesis y olvidos, contra los que han luchado heroicamente altruistas ciudadanos y colectivos comprometidos con un estímulo de lo más eficaz: la evocación sugerida por rescatadas imágenes en sepia y musitadas palabras. Y es que para alcanzar metas provechosas hay que beber de las intrincadas fuentes del recuerdo. Memoria de Algeciras ha intentado durante los últimos diez años devolvernos remembranzas que creíamos perdidas para recrear islas, ríos, calles, cierros, rostros, patios, paseos, fiestas…, hasta un mar cada día más lejano.

QOSHE - La ciudad del olvido - José Juan Yborra
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La ciudad del olvido

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24.11.2023

Civitas condita ex Lethaeo, bis restaurata, “Ciudad fundada desde el olvido, dos veces restaurada”. Este emblema orla el escudo de Algeciras entre palmas, olivos y olas de azur. Leteo, el río mítico que orillaba el zaguán del Hades y que algunos identifican con el Guadalete, poseía unas aguas que provocaban la pérdida de la memoria a aquellos que bebían de ellas.

Olvido es una palabra hermosa, eufónica, líquida e intangible como los vocablos más legendarios; es recurso neutralizante y una buena forma de partir de cero, sobre todo cuando los recuerdos supuran humores de irremediables experiencias. Destruida varias veces a lo largo de la historia, Algeciras ha tenido que recurrir a la desmemoria para seguir adelante; sin embargo, en........

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