05/12/2023 | 12:11

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La teoría de la implicación conversacional dice que nos centramos en cuatro aspectos cuando alguien responde a nuestras preguntas: si la cantidad de información ofrecida es suficiente; si es veraz; si la respuesta se da de manera adecuada, por ejemplo sin vacilar; y si la respuesta es relevante a la pregunta. La comunicación engañosa tropieza en cualquiera de estas cuatro premisas.

Como tendemos a asumir que nuestro interlocutor va a regirse por ellas, el beneficio de la duda juega en favor de aquellos que, de manera consciente, buscan engañar, despistar o desviarse del tema. Además, el charlatán marrullero tiene otra ventaja, y es que nuestra atención cuando recibimos una respuesta compite con el objetivo social de formarse una impresión de esa persona en ese momento. Esta necesidad responde a la inquietud ancestral que se da en las relaciones con otros, especialmente con desconocidos, sobre si nos gusta esa persona, que tiene tres componentes: ¿es más poderosa que yo?, ¿me presta atención? y ¿me puede hacer daño?

Asumir que el otro va a cumplir las normas conversacionales, y el que la audiencia tenga la atención ocupada en otras tareas sociales, consigue que los oradores se escabullan con facilidad de las preguntas que buscan ponerles colorados. De hecho, responder con una respuesta que toca el tema de la pregunta de manera tangencial, la clásica respuesta en política, no es percibido por la audiencia como engañoso. La audiencia puede relajarse de tal manera que responder a la pregunta con el contenido adecuado, pero sin mostrar seguridad en la respuesta, lleva a evaluaciones peores que cuando se responde desviándose del tema pero de manera fluida.

Excepto en el caso de Pedro Sánchez.

Sánchez tiene algo en contra: intentar manipular la realidad con la frecuencia que lo ha hecho lleva a que las audiencias presten más atención a sus respuestas. Cuando el interlocutor está atento al posible engaño, es más difícil escaparse puenteando la pregunta.

Sus tergiversaciones de la realidad respondiendo a preguntas se clasifican en cuatro grupos. El más obvio incluye las respuestas que incluyen información estrictamente falsa. Por ejemplo, la originalidad de su tesis doctoral, decir que no gobernaría con Podemos (34.30), negar que ha dicho que va a formar un muro contra otras alternativas, o decir que 70% (02.05) de los catalanes están a favor de la amnistía. En el segundo grupo se incluyen las declaraciones en las que contradice algo que había dicho antes, disfrazándolas como cambio de opinión. Qué constituye delito de rebelión antes y ahora, la amnistía o Puigdemont como antes delincuente y ahora posible socio. El tercer grupo de maniobras para dar la vuelta a la realidad es el más habitual en las respuestas de los políticos: evadir la pregunta. Lo hace, por ejemplo, intentando zafarse de la pregunta (01.05) camuflada de qué hace negociando en Ginebra con un prófugo de la justicia en Ginebra, respondiendo que quiere poner el contador a cero. Y el cuarto grupo de versiones alternativas de la realidad incluye el manejo de los conceptos abstractos a su favor. Aquí están sus expresiones fetiche, que le permiten elevarse a un plano superior de valores escapando de cualquier pregunta, como progresismo, justicia, social, ultraderecha, negacionismo climático, justicia climática, gobierno feminista, etc. La más reciente es "lawfare", que se inventó Cristina Fernández de Kirchner para cuestionar la independencia judicial, y que consistiría en echarle encima jueces que tendrían intereses ocultos. Sánchez amplía la definición a su gusto para incluir el cambio de opinión del PP sobre la elección de los miembros del CGPJ, que le viene mal para sus planes. Pronuncia lawfare como "lowfare" (03.23), que igual es la guerra de golpes bajos. Hablando en público, Sánchez siempre ha tenido un nivel de inglés de fachada, que se revela sobre todo en su frecuente uso de rellenos verbales.

El PSOE sigue teniendo 30% de intención de voto. Parece que la teoría de la implicación conversacional no funciona con Sánchez.

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La teoría de la implicación conversacional y Pedro Sánchez

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05.12.2023

05/12/2023 | 12:11

La teoría de la implicación conversacional dice que nos centramos en cuatro aspectos cuando alguien responde a nuestras preguntas: si la cantidad de información ofrecida es suficiente; si es veraz; si la respuesta se da de manera adecuada, por ejemplo sin vacilar; y si la respuesta es relevante a la pregunta. La comunicación engañosa tropieza en cualquiera de estas cuatro premisas.

Como tendemos a asumir que nuestro interlocutor va a regirse por ellas, el beneficio de la duda juega en favor de aquellos que, de manera consciente, buscan engañar, despistar o desviarse del tema. Además, el charlatán marrullero tiene otra ventaja, y es que nuestra atención cuando recibimos una respuesta compite con el objetivo social de formarse una impresión de esa persona en ese momento. Esta necesidad responde a la inquietud ancestral que se da en las relaciones con otros, especialmente con desconocidos, sobre si nos gusta esa persona, que tiene tres componentes: ¿es más poderosa que yo?, ¿me presta atención? y ¿me puede hacer daño?

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