11/01/2024 | 17:18

0

"Una nación que cultiva, trabaja, comercia, navega, que reforma sus antiguas instituciones y levanta otras nuevas, una nación que se ilustra, que trata de mejorar su sistema político, necesita todos los días de nuevas leyes, y a la ciencia de que se deban tomar sus principios ...La economía... debe formar el primer objeto de los estudios del Magistrado, para que consultado por el Gobierno pueda ilustrarle, presentándole los medios de labrar la felicidad del Estado... (Así)... corriendo los grandes y diversos conocimientos que requiere la ciencia de la legislación hube de reconocer muy luego que el más importante y más esencial de todos era el de la economía...; porque tocando esta ciencia la indagación de las fuentes de la pública prosperidad, y la de los medios de franquear y difundir sus benéficos raudales, ella sóla es la que debe consultarse continuamente para la derogación de las leyes inútiles o perniciosas, y para la formación de las necesarias o convenientes".

Gaspar de Jovellanos.

"Discurso sobre el estudio de la economía civil", 1796

1. Las Sociedades Económicas de Amigos del País un antecedente próximo. Las Sociedades Económicas de Amigos del País surgen en el siglo XVIII como unas entidades no estatales, salidas de la sociedad civil e integradas por una singular pluralidad de individuos. Todos interesados en la difusión de nuevas ideas y reformas "económicas", de ahí su denominación, y que -como hoy y siempre- implicaban reformas culturales, mercantiles, institucionales, legislativas y de muy variado tipo. Agrupaban a caballeros nobles, profesionales, clérigos, agricultores, ganaderos, artesanos, herreros, zapateros,... gentes de espíritu abierto e ilustrado del medio urbano y rural, todos preocupados por remover en España lo que el genial Jovellanos denominaría "estorbos".

Es en 1765 cuando se crea formalmente la primera Real Sociedad Económica Bascongada de Amigos del País, a impulsos de Javier de Munide, Conde de

Peñaflorida, junto a Joaquín Eguía y Manuel Altuna. Y que, por la persistencia del primero -tras el fallecimiento de los otros dos-, y frente al recelo de la administración local, como la Junta de Zumaya que juzgará que "el proyecto es inasequible", contará con la protección inmediata del Rey Carlos III. Éste, mediante una carta de su primer ministro, Grimaldi, no sólo autorizará la naciente Sociedad, sino que además la ensalzará y animará a formar sociedades semejantes por todo el país1. Los denostados "caballeritos de Azcoitia" ya no lo serían tanto. Y contarían no sólo con el respaldo sino con la participación entusiasta de los entonces primeros ministros, tanto el Conde de Floridablanca como el Conde de Aranda2.

De hecho, en 1773 se crearía La Real Sociedad Tudelana de los Deseosos del Bien Público, y a impulso de Campomanes con su "Discurso del Fomento de la Industria Popular" de 1774, se crea al año siguiente la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País3, también de carácter ilustrado y, como todas, sin ánimo de lucro y carácter benéfico-cultural, reivindicando las ciencias, el talento y sobre todo "la utilísima ciencia de la economía". Porque en su ánimo global reformista estaban todos los temas que omnicomprende la economía. No sólo los económicos, sino también los "extraeconómicos" que por influir en aquellos no podrían quedar al margen de la consideración de las citadas sociedades y de la propia ciencia de la economía.

Porque en aquellos años no se hablaba de "economistas" como tal. La "oeconomia", en su origen etimológico griego "administración de la casa", en los tiempos grecorromanos hacía referencia fundamentalmente a la buena gestión de la casa agraria, que era el núcleo y la actividad base de la sociedad. De hecho la obra clásica "De arboribus", de Lucio Columela, autor de la Hispania del siglo I -que se siguió publicando y divulgando durante siglos- hacía referencia precisamente a la mejora de la administración y rendimientos de ese hogar agropecuario, considerando que cuanto mejor fuera su administración individual, mayor sería la prosperidad no sólo familiar, sino por extensión la local, y luego la regional o general del país o del reino que en aquella se basaba.

Hasta más de sesenta Sociedades Económicas se crearon sólo durante el reinado de Carlos III, hasta 1788. Muchas de las cuales perviven, incluso fuera de España. En el mismo 1775 se crea la "Sevillana", la de Almería, Sigüenza y Baeza. Y en 1776 la "Aragonesa", la de Santa Cruz de la Palma, la de Gran Canaria y la "Valenciana"; creándose la de Tenerife en 1777 y la Real Sociedad Económica Murciana de Amigos del País, en la que nos vamos a detener4.

2. Del "grupo economistas". Porque va a ser del entorno y las enseñanzas de esta Sociedad Económica de Murcia de donde van a surgir en el siglo siguiente dos personas muy poco conocidas, todavía hoy día. Nos referimos a Antonio Hernández Amores (1821-1889) y Juan López Somalo (1823-1895). Ambos habían bebido del pensamiento ilustrado de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de su Murcia natal, de su profundo carácter abierto, constitucionalista, liberal y patriótico. De hecho esta región fue la que constituyó la primera Junta opuesta a Napoleón, nombrando jefe supremo al ya entonces venerable conde de Floridablanca allí retirado. Eran evidentes las influencias de Jovellanos, D. Ricardo, J. S-Mill, J. B. Say, F. Bastiat, y singularmente Álvaro Flórez Estrada, recién fallecido en 1853, que acababa de actualizar su importante "Curso de Economía Política"5.

Hernández Amores y López Somalo, eran dos abogados -solo en la carrera de Derecho se incluían entonces temas económicos-, llegados al periodismo para la difusión de sus ideales reformistas, luego catedráticos de economía, que darían lugar a lo que se empezaría a llamar "el grupo economistas", o "grupo de El Economista" por el nombre elegido como cabecera para divulgar sus ideas.

Fue el 1 de mayo de 1854, cuando el término economista no era apenas utilizado ni tampoco era considerado una profesión, cuando surge una publicación de carácter semanal en Madrid, editado y dirigido, respectivamente por aquellos dos emprendedores6, con sede en la Plaza de Santo Domingo, 167.

Resulta sintomática la fecha de impresión, lo que implicaría su difusión y reparto a partir del 2 de mayo, con todo el simbolismo nacional que todavía tenía dicha fecha. Porque de hecho, a mediados de los cincuenta, la economía y la sociedad española apenas se había recuperado de los nunca suficientemente valorados grandes pérdidas causados durante aquella traumática guerra 1808-1814, en la memoria popular. Una guerra antinapoleónica, respondida con duras prácticas de tierra quemada en la agricultura, ganados y la naciente industria española del XVIII. Destruida quedaría en Lugo el primer alto horno creado en 1788 en España por José Ibáñez, y su fábrica de cerámica de Sargadelos; así como las restantes factorías y fundiciones, fueran de tejidos, cristales y otros; a lo que se añadió la extremada rapiña de joyas, lámparas y objetos valiosos acumulados durante siglos por los fieles en los altares y hornacinas de iglesias y cofradías de los pueblos. Muy habitual -por lo visible- fueron los arranques de rejas y balconadas de hierro de las casas utilizadas para fundición y munición; tanto de los humildes como de los nobles o acomodados labriegos, que todos habían visto requisadas su cosechas, ganados y ocupadas sus casas, enfrentándose de una u otra forma a los franceses.

El propio Ramón Santillán, años después Gobernador del Banco de España y Ministro de Hacienda, interrumpió sus estudios de Derecho, enrolándose en la partida del Cura Merino, llegando a Capitán. El mismo Flórez Estrada, tras presenciar en Madrid los sucesos de mayo, cabalgó hacia su Asturias natal difundiendo a su paso la consigna de resistencia armada. A diferencia de Italia, Austria y otros países, donde solo luchaba el ejército regular solventándose el poder en una batalla decisiva o capturando a la Corte, aquí surgieron "guerrillas en cada provincia, en cada comarca, en cada rincón..., con el enemigo emboscado, preparado en cualquier momento para el degüello", describía William Wordsworth. "Guerra eterna" había gritado Martínez de la Rosa. Incluso Agustín Argüelles, "el Divino", exembajador en Londres, amigo de Lord Holland, admirador de su protector Jovellanos, quiso sentar plaza de soldado a pesar de su edad. Consiguieron la alianza hispano-inglesa en la "Peninsular War", que se nutrió de estas y otras personalidades; como la Antonio Alcalá Galiano, importante colaborador de El Economista quien tras votar la incapacidad de Fernando VII se exilió en Londres; luego sería ministro de Fomento en 1865. En definitiva una costosa "guerra de resistencia" más que de "independencia". Como recuerdo también quedaba la cuestión del contrabando por los Pirineos, ese gran boquete en nuestra economía durante buena parte del XIX.

Aquel primer número de "El Economista. Revista de Administración, Economía Política y Jurisprudencia" llevaba por tanto ya en portada una diferenciación entre lo que llamaba "escuela concentradora, la escuela del despotismo en la administración" y la "escuela liberal"8 de la que la publicación se erigía en ardiente defensora oponiéndose a todo tipo de proteccionismo, al que veía como fuente de corrupción. También resulta interesante cómo en sus páginas se empezaron a recoger antiguos escritos económicos de autores y personajes anteriores a los de las Sociedades Económicas. Tal es el caso, entre otros, de los de la Escuela de Salamanca, llamando la atención sobre el hecho de que, aunque a mediados del siglo XIX en España, el interés por las cuestiones económicas fuera limitada no siempre había sido así, y había una tradición y un legado que recoger y continuar.

Así señala: "La célebre cédula de los reyes católicos dirigida a los encargados de la dirección de la Hacienda para que se dedicaran a igualar las rentas con los gastos, encierra principios tan exactos y luminosos, que confunden la presumida vanidad de los modernos economistas, a quienes la falta de noticias de la antigüedad les hace creerse inventores de lo que en los siglos pasados se había ya llevado a ejecución"9.

Por lo mismo difunden la urgencia de tener personas con conocimientos de economía: "Nadie niega que el progreso de la medicina, por ejemplo, se realiza

haciendo cada vez más conformes sus reglas con la organización natural del hombre; nadie niega que los adelantos en el arte de construir, siguen paso a paso a los progresos de las ciencias físicas y matemáticas. Se cree muy racional que el médico estudie para mejorar su arte la fisiología; que el arquitecto estudie la mecánica; sin embargo para mejorar las condiciones de bienestar de la sociedad; para conseguir que, a igualdad de trabajo o de esfuerzo, se obtenga mayor cantidad de producto; para que este producto se reparta justa y convenientemente entre los individuos, muy pocos creen necesario estudiar la economía..."

Dicha "anomalía" se achaca10 "a la generalizada creencia de que... sea preciso conformarse en el orden político y económico... No es extraño. La ciencia económica es nueva, ... y ciencias más antiguas, en que la observación es más fácil, y no tienen por enemigos ciertos intereses creados, descubren aún nuevos principios, que permiten sustituir todos los días al empirismo reglas racionales y seguras, en ramas en que se creía que nada pudiera haber absoluto y determinado de un modo general por la naturaleza de las cosas". Y se pregunta, "¿Qué nos dicen las leyes económicas? ¿Qué principios establecen? ¿A qué aplicaciones prácticas pueden dar lugar?. El primer principio que proclaman es la libertad del hombre en la aplicación de su actividad y de sus medios a la satisfacción de sus necesidades: la "libertad industrial". Unida a ese principio, y como consecuencia y complemento suyo, aparece la "propiedad", o el derecho de conservar y de disponer libremente de todo lo adquirido por medio del trabajo".

La realidad es que los grupos que impulsan semanalmente The Economist en Londres, y El Economista en Madrid son los que han creado en 1843 y 1854, respectivamente, las dos primeras cabeceras con tal elocuente nombre surgidas en Europa. Siendo el grupo de El Economista en todo caso, anterior a L´Economiste francais, fundado en 1862, y también al Il Economista italiano, de Florencia y otros posteriores.

Con el tiempo el "grupo economista", lo mismo que las Sociedades Económicas, se acabaría convirtiendo en una significativa cantera de clase dirigente en España que, si no consiguieron del todo sus objetivos, al menos empujaron al país en la buena dirección.

3. Los Ingenieros de Caminos como nuevos "economistas". En 1856 se replanteaba el proyecto con nuevos impulsores, tras vocearse por las calles diciendo: "EL ECONOMISTA. Periódico quincenal. Dedicado a las teorías y cuestiones económicas". Y en su "Prospecto" publicitario se podía leer: "El Economista saldrá los días 5 y 20 de cada mes, desde el próximo febrero. Cada número constará, por lo menos, de 16 páginas... Costará en Madrid 3 reales al mes llevado a casa de los suscriptores.

Pagando un año adelantado, 32 reales. En provincias 10 rs. por trimestre, franco de porte y 36 por un año"11.

Lo impulsa Agustín Monterde, como segundo editor y director de la publicación, quien con la confianza de Saavedra y Elduayen, y el entonces influyente cuerpo de élite de los Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, ya dirigía desde 1853 su "Revista de Obras Públicas". De tal forma que éstos, van a pilotar la publicación, reconvertidos en economistas por su gran preparación matemática y los altos costes económicos de las infraestructuras de todo tipo que ellos mismos urgen a realizar, al tiempo que tienen los conocimientos técnicos suficientes para saber detectar las corruptelas asociadas.

La construcción de los "caminos de hierro" peninsulares se habían visto retrasados. En España, la adversa "infraestructura física" -como sistematizaría un siglo más tarde el profesor Román Perpiñá Grau-, requería de más ingentes cantidades de capital y de mayor complejidad técnica que cualquiera de nuestros vecinos europeos; salvo Suiza. De hecho, en 1829 y siguientes se producen los intentos fallidos de José López Imbrechts y de Marcelino Calero; aunque éste lo consigue en 1837 en Cuba. Cuando ya en 1832 José Bonaplata había introducido la máquina de vapor en la industria textil española. Hay una recuperación del ahorro intergeneracional y la inversión exterior palpable también con la inauguración de la línea Barcelona-Mataró, 1848; Madrid-Aranjuez, 1851; o Valencia-Grao, 1852. Y es en 1856 que el ferrocarril llega a Almansa y en 1858 a Alicante. El grupo de El Economista participa como testigo crítico de todo ese proceso legislativo y de modernización de nuestro aparato productivo. Desde la defensa de la libertad de comercio e industria en el interior, y del librecambio con el exterior, así como de una denuncia de los costes asociados a la corrupción en muchos de los contratos.

Este "grupo economista" vincula en sus páginas "el trabajo", con "la inventiva aplicada a la industria", y la búsqueda "del bienestar"... (porque) Las leyes económicas coadyuvan... al progreso de la humanidad, y ese progreso solo puede realizarse, adelantando en el conocimiento de sus principios... que es la economía política, y aplicando las reglas que de ellos demanan". Y consideran necesario para vencer los obstáculos, "sujetos a ciertas leyes determinadas e invariables"... el estudio de (dicha) ciencia".

Entre los "ingenieros-economistas" que contribuyen con su activismo a la mejora de las comunicaciones, doblegando la adversa y endiablada orografía española está José Echegaray, luego Premio Nobel. Y es éste quien en 1856 se convierte en tercer director de El Economista. Actúa como editor él mismo junto a su gran amigo y colega Gabriel Rodríguez, ambos ingenieros de Caminos y catedráticos de Economía Política en la exigente Escuela de Ingenieros de Madrid. Echegaray, luego ministro de Fomento con

Prim y de Hacienda con Serrano en 1874, siempre decía que cuando hablaba en el Congreso no le preocupaba lo que pensara la prensa, ni los diputados o el rey. Sólo miraba al "único español que nunca quiso ser ministro", su maestro, compañero de aventuras editoriales en aquellos años, y luego subsecretario en el Gobierno, Gabriel Rodríguez. Otro colaborador sería el luego también ministro de Hacienda Laureano Figuerola, que en 1868 firmaría el decreto de creación de la peseta.

Se sigue escribiendo desde una óptica abierta y librecambista "contra las viejas ideas de restricción y monopolio", destacando siempre su carácter pedagógico. En un tiempo en que la famosa "Ley Moyano de Educación" o Ley de Instrucción Pública de 1857, se propone acabar con el analfabetismo en España creando un gran número de centros, solicitando el concurso concertado de la Iglesia y la sociedad civil, en un ambicioso proyecto de impulso social.

Mantienen un ideario claro: "Libertad y propiedad, tales son las bases naturales de la organización de las sociedades; libertad y propiedad absolutas, sin otra limitación para cada uno que la libertad y la propiedad de los demás. Libertad y propiedad invariablemente unidas, porque la una no puede existir sin la otra; porque un ataque a la libertad hiere a la propiedad, como atacando a la segunda se hiere a la primera. Estos dos principios como bases fundamentales del organismo social, y como móvil el interés particular del individuo, su aspiración al bienestar, su deseo de goces siempre creciente, siempre insaciable, que pone en ejercicio su actividad y sus medios, constituyen las condiciones indispensables para el progreso de la humanidad,, tales como se deducen de la observación de los hechos económicos y de las relaciones que los ligan y forman sus leyes generales.

Cuando la libertad y la propiedad no se respetan, cuando la organización de la sociedad las restringe y las viola, poniendo obstáculos a la propiedad privada, se retarda el progreso y se lastiman los intereses, disminuyendo el bienestar que podría disfrutar el hombre.../...

...inmensa distancia hay entre nuestro siglo y los anteriores, y podría decirse que la historia del progreso del hombre es la historia de los adelantos en el conocimiento de esos dos principios, que, siempre combatiendo, han ido ganando terreno poco a poco, y asegurando de un modo definitivo sus conquistas parciales sobre el error. ¡Pero cuánto les queda por destruir todavía¡". Porque "... todo obstáculo artificial opuesto a la libre aplicación de la actividad del hombre, ocasiona una perturbación y un daño general, que desgraciadamente no es fácil distinguir con una observación ligera, porque suele ocultarse detrás de un bien parcial determinado y palpable. Las restricciones comúnmente producen una ventaja inmediata para aquellos en cuyo favor se establecen, y esta ventaja salta a la vista; mientras que el daño causado, aunque mucho mayor, repartiéndose entre todos, es difícil de apreciar, y más difícil aún encontrar el lazo de unión que lo liga con su verdadera causa. Pero siendo mayor el

daño general causado que la ventaja parcial obtenida, hay en cada restricción una pérdida para la riqueza y el bienestar de la sociedad...."12

4. De los Abogados del Estado como nuevos economistas, a la creación de la Facultad. Tras un vacío por la dispersión de los integrantes del "grupo economista" en distintas publicaciones económicas -"Gaceta Economista", "EL Economista Industrial", "Diario Economista", y otros- y diferentes derivas tanto profesionales como políticas, se impulsa el 8 de mayo de 1876 la autodenominada "Segunda Época" de El Economista. Se produce coincidiendo con el periodo de estabilidad y optimismo económico que empezó con la coronación de Alfonso XII y la nueva Constitución de aquel año. Su nuevo editor y director, F. Socarraz de Cervellón, intentó mantener -aunque con un perfil más bajo- su carácter liberal, así como su vocación pedagógica y de defensa de una administración profesionalizada e independiente, sin olvidar la atención ultramarina y al medio rural, que hoy llamaríamos medioambiental.

Y el 9 de enero de 1886 una nueva dirección del grupo de El Economista empieza una próspera, regular y muy influyente tercera época. La estabilidad y continuidad dinástica aparecía garantizada por el feliz embarazo en que había quedado la reina regente viuda. La recuperación de la Bolsa de Madrid, marcaba el reinicio de una onda larga de crecimiento económico. Y la nueva propiedad y dirección la asume Isidoro García Barrado, artífice de la fundación de la Caja de Ahorros de Salamanca. A los pocos meses contaba con el apoyo del Abogado del Estado Eleuterio Delgado Martín, como codirector principal, miembro del nuevo cuerpo de élite que en la sociedad española estaba sucediendo a los Ingenieros. Los Abogados del Estado, con profundos conocimientos jurídicos y de economía práctica, se habían vuelto necesarios para los grandes contratos comerciales internacionales y de las obras públicas.

Se abre así un periodo de más de cien años -sólo interrumpido entre 1938 y 1940- en el que el grupo estaría liderado primero por José Gómez-Acebo, marqués de la Cortina, luego Presidente de Banesto, y otros dos Abogados del Estado. Uno, Manuel Gómez-Acebo, hijo del anterior. Y otro su continuador en la dirección, César Cervera Cerezuela, cuyo nombre dio lugar al premio de la extinta Mutualidad Benéfica del Cuerpo de Abogados del Estado, hoy integrada en MUFACE. La regularidad y potencia económica de sus anunciantes, que eran las principales empresas nacionales e internacionales presentes en España, incluidos todos los bancos y aseguradoras, lo convirtió en el medio económico de referencia hasta la inmediata postguerra. De hecho su prestigio y difusión era tan grande que asesinado Manuel Gómez-Acebo en 1936, las autoridades republicanas no permitieron se conociera su muerte, continuando figurando como director en su mancheta, hasta ya entrado 1937, casi dos años después de fallecido, en que alegando falta de papel se interrumpe la edición de

un medio que no había dejado de estar presente -de una u otra forma- en la vida económica y social española desde mediados del siglo XIX.

Recuperada la normalidad de la publicación en 1941 todavía mantendría su influencia hasta los años setenta, pasando posteriormente por distintos editores y propietarios, que siempre intentaron mantener con distinta fortuna el espíritu original13.

Sin embargo, y a partir de la creación y posterior apertura en Madrid de la Facultad de Ciencias Económicas en 1944, ésta tomaría el relevo reglado y oficial en la formación y surgimiento de los futuros "economistas". Y que desde entonces, como desde Deusto y desde las distintas facultades y promociones que progresivamente fueron saliendo a la vida profesional en España, se han formado los decenas miles de economistas que contribuyeron a polinizar y cambiar de arriba abajo la piel del país.

Javier Morillas.

Consejero del Tribunal de Cuentas de España. Catedrático de Estructura Económica. Universidad CEU San Pablo.

(1) Carta Real de 8 de abril de 1765 firmada por Pablo Jerónimo Grimaldi, Marqués de Grimaldi. Secretario de Estado Universal. (Este Secretario llamado también de Despacho, era un equivalente a primer ministro, o presidente de Gobierno).

(2) Agradecer al equipo de mis secretarias del Tribunal de Cuentas de España, Belén Castaño y Larisa Beliakova, sus gestiones con los Museos de El Prado y de Huesca, para conseguir una copia de los cuadros originales de Goya y R. Mayeu, de aquellos dos estadistas, que ahora ilustran la sede del Tribunal. También a la Presidenta del mismo, Enriqueta Chicano y resto del Pleno, Otero, Mauri, Torres, García, Ortiz de Mendívil, Genaro, Íñiguez, Hernáez, Laliga, Fernández, y Martín-Granizo. Igualmente a mi Director Técnico Enrique García, y mi Subdirector Jorge Ferrán.

(3) Destacar también el conocido "Discurso sobre la Educación Popular y su fomento", publicada también por ésta en Madrid, en 1775.

(4) Luego también las de Mallorca (1778), Córdoba, Cabra y Priego de Córdoba (1779), Lucena, Asturias, Astorga y Segovia (1780), San Lucar de Barrameda y la de Manila en Filipinas (1781), Santiago de Cuba (1787), León, Jaca, Valladolid, La Rioja y Puerto Real, (1783), Santa Cruz de Mompox y Santiago (1784), Alaejos (1785), Medina Sidonia y el reino de Jaén (1786), Jerez de la Frontera y Medina de Ríoseco (1786), Baena y Santiago de Cuba (1787), Puerto de Santa María y Alcalá de los Gazules (1788), Málaga (1789), Lima (1790), La Habana y Quito (1792), Véjer de la Frontera (1791), Guatemala (1795), México (1799), Santa Fé de Bogotá (1801), Cádiz (1814), Teruel (1803), Cartagena de Indias (1812), Puerto Rico y Santiago de Chile (1813), la "Extremeña" (1816), Chiapas (1819), la "Barcelonesa" (1822), Güayaquil (1825), Caracas (1829), Matanzas (Cuba, 1830), la "Carthaginense" (1833), Panamá (1834), Santa Marta (Colombia, 1835), Liébana (1839), Valencia (Venezuela, 1841), Los Ángeles (Estados Unidos, 1844). Otras como las de Teruel no se pudieron constituir en 1803 y lo hicieron formalmente en 1834. De algunas apenas quedan referencias como la que quizás existió en Puente Genil.

(5) Flórez Estrada, Álvaro (2011): Curso de Economía Política, Ediciones Trea, Gijón. Este libro pionero en España se publicó en Londres en 1828, y tuvo su última actualización en 1852, previa al fallecimiento de su autor en 1853. Fue durante muchos años libro de texto en las universidades españolas.

(6) López Somalo publicó en 1871 sus "Lecciones de Economía Política" cuando desempeñaba la cátedra de esta asignatura en la universidad libre de Murcia. Vid. Portada de "Cartagena Artística. Ciencias, Artes y Literatura", 1-10-1890.

(7) Sería interesante que el Ayuntamiento de Madrid, colocara una placa en dicho lugar recordándolo.

(8) El Economista, nº1, p. 1. 1 de mayo de 1854. Madrid. Localizamos este original en 2018, cuya portada se publica aquí por primera vez.

(9) Ibidem.

(10) El Economista. 1-5-1854. Nº 1. Imprenta José de la Peña. C/ Atocha 149, Madrid. p. 2.

(11) Localizamos un original de este prospecto publicitario, impreso a una sola cara y suponemos para distribución manual, fechado en abril de 1854.

(12) El Economista, 15 de enero de 1856, p. 2.

(13) Máximo Garrido sería su editor entre 1982 y 2001. Posteriormente Alfonso de Salas iniciaría una nueva etapa en 2006, como editor junto a Gregorio Peña, siendo Amador G. Ayora su director desde entonces.

p ublicado en revista ECONOMISTAS, Núm. 182. Octubre. 2023

Acepto las reglas de participación

Usuario registradoVentajas de estar registrado

QOSHE - DE LAS SOCIEDADES ECONÓMICAS A LOS ECONOMISTAS - Javier Morillas
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

DE LAS SOCIEDADES ECONÓMICAS A LOS ECONOMISTAS

10 0
11.01.2024

11/01/2024 | 17:18

"Una nación que cultiva, trabaja, comercia, navega, que reforma sus antiguas instituciones y levanta otras nuevas, una nación que se ilustra, que trata de mejorar su sistema político, necesita todos los días de nuevas leyes, y a la ciencia de que se deban tomar sus principios ...La economía... debe formar el primer objeto de los estudios del Magistrado, para que consultado por el Gobierno pueda ilustrarle, presentándole los medios de labrar la felicidad del Estado... (Así)... corriendo los grandes y diversos conocimientos que requiere la ciencia de la legislación hube de reconocer muy luego que el más importante y más esencial de todos era el de la economía...; porque tocando esta ciencia la indagación de las fuentes de la pública prosperidad, y la de los medios de franquear y difundir sus benéficos raudales, ella sóla es la que debe consultarse continuamente para la derogación de las leyes inútiles o perniciosas, y para la formación de las necesarias o convenientes".

Gaspar de Jovellanos.

"Discurso sobre el estudio de la economía civil", 1796

1. Las Sociedades Económicas de Amigos del País un antecedente próximo. Las Sociedades Económicas de Amigos del País surgen en el siglo XVIII como unas entidades no estatales, salidas de la sociedad civil e integradas por una singular pluralidad de individuos. Todos interesados en la difusión de nuevas ideas y reformas "económicas", de ahí su denominación, y que -como hoy y siempre- implicaban reformas culturales, mercantiles, institucionales, legislativas y de muy variado tipo. Agrupaban a caballeros nobles, profesionales, clérigos, agricultores, ganaderos, artesanos, herreros, zapateros,... gentes de espíritu abierto e ilustrado del medio urbano y rural, todos preocupados por remover en España lo que el genial Jovellanos denominaría "estorbos".

Es en 1765 cuando se crea formalmente la primera Real Sociedad Económica Bascongada de Amigos del País, a impulsos de Javier de Munide, Conde de

Peñaflorida, junto a Joaquín Eguía y Manuel Altuna. Y que, por la persistencia del primero -tras el fallecimiento de los otros dos-, y frente al recelo de la administración local, como la Junta de Zumaya que juzgará que "el proyecto es inasequible", contará con la protección inmediata del Rey Carlos III. Éste, mediante una carta de su primer ministro, Grimaldi, no sólo autorizará la naciente Sociedad, sino que además la ensalzará y animará a formar sociedades semejantes por todo el país1. Los denostados "caballeritos de Azcoitia" ya no lo serían tanto. Y contarían no sólo con el respaldo sino con la participación entusiasta de los entonces primeros ministros, tanto el Conde de Floridablanca como el Conde de Aranda2.

De hecho, en 1773 se crearía La Real Sociedad Tudelana de los Deseosos del Bien Público, y a impulso de Campomanes con su "Discurso del Fomento de la Industria Popular" de 1774, se crea al año siguiente la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País3, también de carácter ilustrado y, como todas, sin ánimo de lucro y carácter benéfico-cultural, reivindicando las ciencias, el talento y sobre todo "la utilísima ciencia de la economía". Porque en su ánimo global reformista estaban todos los temas que omnicomprende la economía. No sólo los económicos, sino también los "extraeconómicos" que por influir en aquellos no podrían quedar al margen de la consideración de las citadas sociedades y de la propia ciencia de la economía.

Porque en aquellos años no se hablaba de "economistas" como tal. La "oeconomia", en su origen etimológico griego "administración de la casa", en los tiempos grecorromanos hacía referencia fundamentalmente a la buena gestión de la casa agraria, que era el núcleo y la actividad base de la sociedad. De hecho la obra clásica "De arboribus", de Lucio Columela, autor de la Hispania del siglo I -que se siguió publicando y divulgando durante siglos- hacía referencia precisamente a la mejora de la administración y rendimientos de ese hogar agropecuario, considerando que cuanto mejor fuera su administración individual, mayor sería la prosperidad no sólo familiar, sino por extensión la local, y luego la regional o general del país o del reino que en aquella se basaba.

Hasta más de sesenta Sociedades Económicas se crearon sólo durante el reinado de Carlos III, hasta 1788. Muchas de las cuales perviven, incluso fuera de España. En el mismo 1775 se crea la "Sevillana", la de Almería, Sigüenza y Baeza. Y en 1776 la "Aragonesa", la de Santa Cruz de la Palma, la de Gran Canaria y la "Valenciana"; creándose la de Tenerife en 1777 y la Real Sociedad Económica Murciana de Amigos del País, en la que nos vamos a detener4.

2. Del "grupo economistas". Porque va a ser del entorno y las enseñanzas de esta Sociedad Económica de Murcia de donde van a surgir en el siglo siguiente dos personas muy poco conocidas, todavía hoy día. Nos referimos a Antonio Hernández Amores (1821-1889) y Juan López Somalo (1823-1895). Ambos habían bebido del pensamiento ilustrado de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de su Murcia natal, de su profundo carácter abierto, constitucionalista, liberal y patriótico. De hecho esta región fue la que constituyó la primera Junta opuesta a Napoleón, nombrando jefe supremo al ya entonces venerable conde de Floridablanca allí retirado. Eran evidentes las influencias de Jovellanos, D. Ricardo, J. S-Mill, J. B. Say, F. Bastiat, y singularmente Álvaro Flórez Estrada, recién fallecido en 1853, que acababa de actualizar su importante "Curso de Economía Política"5.

Hernández Amores y López Somalo, eran dos abogados -solo en la carrera de Derecho se incluían entonces temas económicos-, llegados al periodismo para la difusión de sus ideales reformistas, luego catedráticos de economía, que darían lugar a lo que se empezaría a llamar "el grupo economistas", o "grupo de El Economista" por el nombre elegido como cabecera para divulgar sus ideas.

Fue el 1 de mayo de 1854, cuando el término economista no era apenas utilizado ni tampoco era considerado una profesión, cuando surge una publicación de carácter semanal en Madrid, editado y dirigido, respectivamente por aquellos dos emprendedores6, con sede en la Plaza de Santo Domingo, 167.

Resulta sintomática la fecha de impresión, lo que implicaría su difusión y reparto a partir del 2 de mayo, con todo el simbolismo nacional que todavía tenía dicha fecha. Porque de hecho, a mediados de los cincuenta, la economía y la sociedad española apenas se había recuperado de los nunca suficientemente valorados grandes pérdidas causados durante aquella traumática guerra 1808-1814, en la memoria popular. Una guerra antinapoleónica, respondida con duras prácticas de........

© Expansión


Get it on Google Play