29/01/2024 | 10:44
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Entiéndese como heterodoxo la persona que se aparta de los razonamientos de doctrinas políticas, filosóficas o religiosas mientras que ortodoxo es quien con corrección cumple las normas de aceptado cumplimiento que sugiere la costumbre. Bajo la primera acepción Menéndez Pelayo publicó en el siglo XIX una reflexión sobre la relación entre catolicismo e hispanidad en la España de entonces. La fuente del saber, wikipedia, lee la obra como que el autor asume que lo no católico es no español. No quiero entrar ahora en berenjenales nacionalistas sino solamente llevar heterodoxia y ortodoxia al mundo financiero.
La inversión nativa se leyó históricamente como ahorro conservador, dedicar los sobrantes del gasto a productos bancarios garantizados o, a lo sumo, deuda pública, con lo que entramos en la primera dislexia (confusión entre potencial y rendimiento real) entre ortodoxia y heterodoxia, disfrazar ahorro de inversión. Con el paso del tiempo la banca, líder supremo en dirigir tendencias, promovió los fondos con un perfil claro de seguridad. Segunda dislexia repitiendo desconcierto. Abreviando en el tiempo, hoy día los fondos con riesgo absorben el 57% del patrimonio total mientras que el restante 43% queda en poder de los productos conservadores. La fotografía ha cambiado desde 2010 pues entonces la seguridad se llevaba el 75% mientras que la aventura no llegaba a la cuarta parte pero desde fuera - incluso - el dibujo de hoy conduce a la tercera dislexia, denominar fondos de inversión a instrumentos de ahorro.
Bajo la hipótesis de la búsqueda de rentabilidad, el inversor admite pérdidas temporales de valoración en aras a mejorar su resultado final mientras que el ahorrador - con modestia - asume un parco rendimiento pero siempre alejado de la negatividad.
No hay que confundir churras con merinas ni inversores con ahorradores.
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