18/12/2023 | 10:20

Últimamente he ido contrastando las suposiciones que publicaron para 2023 analistas financieros y otra suerte de visionarios ideológicos con la realidad de las que - para variar - se explicitan errores en los dos bandos. Es complicada la labor - sin ayuda del tarot - de adivinar el futuro y, de ahí, la concatenación de desatinos.

Desde la óptica del ciudadano de a pié el escenario no es bueno. A su personal nivel macro, cambio climático, guerras (en plural), hambruna, creciente diferenciación entre clases sociales, terrorismo, mayor incultura en los países desarrollados y radicalismo político. En el microcosmos en el que reside la familia, inseguridad en el empleo (sino paro), encarecimiento del coste de la vida, carestía en la vivienda y miedo a casi todo. Resumiendo, variables que agitadas, no batidas, no conforman un buen cocktail.

Sin embargo, los expertos - reales - opinan lo contrario. En el consenso de sus previsiones para 2024 fluye un elevado (¿...injustificado?) grado de optimismo.

Yendo por partes, en primer lugar, el activo financiero - teóricamente - más cauteloso, los bonos. Finiquitado el tiempo en el que los tipos de interés rozaban la negatividad, los analistas piensan que han (o están) tocando techo por lo que la renta fija es una opción para el inversor conservador por su rentabilidad y baja volatilidad; no hay que asumir riesgo para encontrar rendimientos aceptables. Las previsiones llegan a que según la inflación se contenga podrá reducirse la altura de los tipos y así la banca comienza a remunerar depósitos con atractivo. Traducido al lenguaje de los fondos y dirigido a los inversores más timoratos, instrumentos cautos con rentabilidad objetivo y duraciones entre los dos y los cinco años recogerán el dinero pávido.

La semana que viene seguiremos con las previsiones del elenco de activos en los que el riesgo es manifiesto.

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