12/03/2024 | 12:35

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Publicado en Expansión del 11/03/2024

Nos miramos al espejo y realmente no comprendemos, a posteriori, las razones que nos llevaron a enredar en lugar de simplificar.

Tal vez movidos por esa misma curiosidad ante lo incomprensible de ciertos comportamientos humanos, un grupo de investigadores de la Universidad de Virginia llevó a cabo, en 2020, un trabajo minucioso sobre 1.585 sujetos, a los que sometieron a ocho distintos escenarios problemáticos que requerían el uso de la lógica analítica para ser solventados o, al menos, encarrilados.

No tan sorprendentemente, la gran mayoría de las personas involucradas en el experimento se decantó por sumar nuevas piezas supuestamente resolutivas a los problemas, en lugar de buscar soluciones a través de la resta de elementos para la simplificación del supuesto.

En otras palabras, la mayoría de los sujetos añadió piezas a los puzles en vez de substraerlas. Sobra decir que las soluciones más lógicas hubiesen pasado por restar elementos existentes a los problemas y no por sumar nuevos.

Los resultados del trabajo de Adams, G.S., Converse, B.A., Hales, A.H. et al. fue publicado en 2021 en el número 592 de la revista Nature bajo el descriptivo título "People systematically overlook subtractive changes".

De la naturaleza misma de los escenarios que los investigadores habían presentados a las 1.585 personas, se desprendió que esta firme orientación humana a la suma más que a la resta de elementos en aplicación de la supuesta lógica analítica, conllevaba efectos directos nada positivos.

En particular, este resultado del estudio afecta a la gestión de agendas públicas, al manejo de problemas relacionados con el medioambiente y -obviamente- afecta al entorno definido como "institutional red tape", es decir, ese confuso conjunto magmático de burocracias, comisiones, funcionariado, normas y reglamentos que impiden, en definitiva, que se tomen decisiones prácticas en tiempos cortos y que por tanto la sociedad avance.

No debe entonces asombrarnos que los parlamentos de unos cuantos países estén dando entrada a la Inteligencia Artificial en los trabajos parlamentarios.

Grande es la tentación de buscar algún deus ex máchina tecnológico para superar estas dinámicas muy terrenales.

Ante la incapacidad manifiesta (e interesada, en ocasiones) del ser humano para simplificar en lugar de complicar, las cámaras de los representantes del pueblo de Japón, Estados Unidos, Brasil o Países Bajos ya han adoptado a la IA como compañera de viaje normativo.

La motivación, en todos los casos, es la misma: facilitar la vida a diputados y ciudadanos.

El mismísimo Parlamento Europeo utiliza un instrumento de la IA para resumir los textos más complejos de sus propias normas. Cabría pues ironizar sobre la carga monumental de trabajo que le toca al invento...

Italia no se ha quedado atrás. Una comisión parlamentaria compuesta por tres diputados de distinto signo, está analizando las opciones de uso de la IA en el parlamento italiano.

Con la colaboración de algunas universidades y con visitas a colosos de la tecnología como Meta, Amazon u OpenAI , la comisión está llegando a conclusiones positivas sobre su uso, incluso generativo, en ámbito parlamentario, para dar respuesta en tiempo real a cuestiones aún por determinar.

No son menos llamativos los casos de los Países Bajos y de Brasil. Este último país utiliza una herramienta de IA denominada Ulysses que analiza el gran número de comentarios y críticas de los ciudadanos a proyectos de ley concretos publicados en la web de la Cámara.

El supuesto holandés, si cabe, es más inquietante. El sistema IA transcribe las intervenciones parlamentarias corrigiendo los errores gramaticales. Además, elimina las palabras superfluas pronunciadas durante las sesiones.

Estos escenarios parecen ser tan sólo el inicio, aparentemente suave y amable, de un proceso espurio de colaboración-intrusión de la IA en los centros neurálgicos de los estados.

Si interrelacionamos la innata tendencia humana a la complicación de los escenarios, con la irrupción de la Inteligencia Artificial en las sedes legislativas, tendremos dos datos incontrovertibles.

Por un lado, está el reconocimiento de una derrota.

No somos - o no queremos - ser capaces de utilizar nuestras mejores herramientas lógicas para normar simplificando, para avanzar restando piezas, para dotar al entramado legislativo de cordura, sencillez comprensiva, y reducción de recursos prescindibles en cuanto a burocracia administrativa.

Por el otro y como consecuencia de lo primero, vamos entregando, pasito a pasito, pieza tras pieza, el terreno que fue exclusivo del ser humano, de la formulación de ideas que luego se traducirían en normas y, en cascada, en ejecución de las normas mismas.

Este traspaso paulatino de funciones se va gestando a favor de un ente taumatúrgico llamado inteligencia artificial, cuyos límites y virtualidades reales a fecha de hoy desconocemos.

¿Es el futuro que queremos? No lo creo.

Una cosa es utilizar cualquier tecnología en ámbitos específicos, acotados, sin permitir invasiones y suplantaciones en lo esencial y otra, radicalmente distinta, empezar a entregar las primeras llaves de la casa institucional. Una pequeña grieta en el planteamiento puede convertirse en un tsunami.

Sin ruborizarse, cualquiera de nosotros puede confesar haber pensado en más de una ocasión en los beneficios de una sustitución de los denostados representantes del pueblo por unas máquinas frías, presuntamente objetivas, inteligentes en sentido modernísimo y ciertamente no humanista.

Los titulares de los periódicos, los koldoasesores y los titobernis de la vida no aúpan la reputación de los parlamentos compuestos - y elegidos - por seres humanos falibles.

El momento histórico que estamos viviendo nos impone, como ciudadanos, que dotemos a nuestras democracias parlamentarias de los mejores representantes en carne y hueso, y que no nos entreguemos a la peligrosa tentación de abrir la puerta a una aplicación generativa de la IA en pleno corazón de la res pública.

Nuestras maltrechas instituciones, debilitadas pero vivas, deben conservar la imperfección humana, tratando de mejorar significativamente el desolador panorama actual.

Consejo musical del día:

Franco Battiato - Insieme a te non ci sto più

https://www.youtube.com/watch?v=efzTCBZuZjo

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De complicaciones humanas e intrusiones artificiales

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12.03.2024

12/03/2024 | 12:35

Publicado en Expansión del 11/03/2024

Nos miramos al espejo y realmente no comprendemos, a posteriori, las razones que nos llevaron a enredar en lugar de simplificar.

Tal vez movidos por esa misma curiosidad ante lo incomprensible de ciertos comportamientos humanos, un grupo de investigadores de la Universidad de Virginia llevó a cabo, en 2020, un trabajo minucioso sobre 1.585 sujetos, a los que sometieron a ocho distintos escenarios problemáticos que requerían el uso de la lógica analítica para ser solventados o, al menos, encarrilados.

No tan sorprendentemente, la gran mayoría de las personas involucradas en el experimento se decantó por sumar nuevas piezas supuestamente resolutivas a los problemas, en lugar de buscar soluciones a través de la resta de elementos para la simplificación del supuesto.

En otras palabras, la mayoría de los sujetos añadió piezas a los puzles en vez de substraerlas. Sobra decir que las soluciones más lógicas hubiesen pasado por restar elementos existentes a los problemas y no por sumar nuevos.

Los resultados del trabajo de Adams, G.S., Converse, B.A., Hales, A.H. et al. fue publicado en 2021 en el número 592 de la revista Nature bajo el descriptivo título "People systematically overlook subtractive changes".

De la naturaleza misma de los escenarios que los investigadores habían presentados a las 1.585 personas, se desprendió que esta firme orientación humana a la suma más que a la resta de elementos en aplicación de la supuesta lógica analítica, conllevaba efectos directos nada positivos.

En particular, este resultado del estudio........

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