Siempre he sido de la opinión de que ninguna victoria bélica merece ser conmemorada si; inmediatamente después del suceso y durante los años posteriores; ese triunfo militar no hubiese supuesto, de unos u otros modos, un avance en la cultura, la economía y en las libertades de los pueblos y de sus habitantes, circunstancias o requisitos que, como es bien sabido, no siempre se cumplen, siendo en algunos casos exactamente lo contrario. Igualmente he de decir que, de unos años a esta parte, ciertos sectores de la izquierda política y de un determinado andalucismo retrógrado, se ha venido criticando activamente la celebración de la conocida fiesta de la Toma de Granada, tratando, torticeramente, de identificar el término de la Reconquista peninsular del imperio musulmán que, por fuerza de las armas, vino a aposentarse en la mayor parte del territorio ibérico desde el comienzo del siglo VIII de nuestra era, en detrimento del que hubiese podido ser, como en el resto de Europa, desarrollo normalizado, con presencia, no obstante, de unas u otras conflagraciones bélicas, especialmente religiosas, pero que, de la mano de la cultura de la Cruz configuró, en el devenir de los tiempos, lo que hoy conocemos como Occidente, en clara confrontación cultural y social con el mundo oriental, principalmente influenciado por el inmovilismo secular que define gran parte –si no todo– del mundo de influencia islámica, anclado fuertemente –y en demasiados aspectos– a criterios o filosofías de claro carácter medieval.

Cuando he visto tremolar –o he tremolado con mis propias manos– el pendón de los Reyes Católicos no he tenido, en mi conciencia, evocación a circunstancia pura y solamente militar o –mejor dicho– belicosa. Muy al contrario, he pensado que con la Toma de Granada, precisamente y como capital del último reino musulmán en suelo europeo, se abrían las puertas –se abrieron, ciertamente– a un nuevo concepto de derecho de las personas que, en el devenir de los siglos, desembocó en lo que hoy es la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Y en el orden cultural justificaba nuestro legítimo y justificado orgullo por ser parte de una nación metrópoli y de una cultura supranacional, que dio al mundo nombres excepcionales como son los de Garcilaso de la Vega, Alonso de Covarrubias, Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Sor Juana Inés de la Cruz, Pedro Machuca, Diego de Silva y Velázquez, Pedro Calderón de la Barca, Teresa de Jesús, Ventura Rodríguez, Francisco de Goya y Lucientes, Gustavo Adolfo Bécquer, Rosalía de Castro, Ángel de Saavedra, Antonio y Manuel Machado, Manuel de Falla, Federico García Lorca, Pablo Ruiz Picasso, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Isabel Allende, Camilo José Cela, Lydia Cacho, Arturo Pérez Reverte y un sinfín de nombres, para cuya cita necesitaría más páginas de las que tiene este diario. Sí, puedo sentir orgullo por pertenecer a esta concreta cultura ¿O no?

QOSHE - La Toma o el inicio de Occidente - Joaquín A. Abras Santiago
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La Toma o el inicio de Occidente

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03.01.2024

Siempre he sido de la opinión de que ninguna victoria bélica merece ser conmemorada si; inmediatamente después del suceso y durante los años posteriores; ese triunfo militar no hubiese supuesto, de unos u otros modos, un avance en la cultura, la economía y en las libertades de los pueblos y de sus habitantes, circunstancias o requisitos que, como es bien sabido, no siempre se cumplen, siendo en algunos casos exactamente lo contrario. Igualmente he de decir que, de unos años a esta parte, ciertos sectores de la izquierda política y de un determinado andalucismo retrógrado, se ha venido criticando activamente la celebración de la conocida fiesta de la Toma de Granada, tratando, torticeramente, de identificar el término de la........

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