Un servidor, que por su ideología liberal hubiese sido placenteramente fusilado, de haber vivido en el tiempo de Fernando VII, se queda absolutamente petrificado al conocer la exigencia de algún sector del separatismo radical catalán, que sostiene al Gobierno sin norte que sufrimos de Pedro Sánchez, para que este llegue, incluso, a legislar la aplicación de multas a aquellos miles de empresas que, tras el golpe de estado dado en aquella región española, en octubre de 2017, optaron por trasladar su residencia fiscal –y algunas hasta física– a otras geografías de este país, cada vez menos llamado España, en las que existiese un gobierno autonómico e instituciones que garantizasen realmente mayor seguridad jurídica. Ahí es nada, exigiendo una norma ejemplo de castigo y escarmiento, al más puro estilo bolchevique estalinista, pero en estado supuestamente democrático y de derecho.

El separatismo catalán, mucho más allá del puro romanticismo que pudiese haberlo impregnado en sus inicios –en el tiempo del inventor de la estelada, Vicenç Albert Ballester, por ejemplo– viene dando tales palos de ciego, a diestro, centro y siniestro, que hace tiempo ya viene propinándose golpes de estúpido en sus propios y más delicados intereses. De cualquier modo, el separatismo, los separatismos en general no son, precisamente y como es bien sabido, actitudes edificantes por sus inexistentes cimientos solidarios, muy al contrario, son la más clara muestra de egocentrismo y en muchos casos, verdadera egolatría política, con la que se llega a adorar a auténticos tontos solemnes, elevados por una liturgia política vacía de valores verdaderamente sociales, a la categoría de deidades civiles –caso es el del cobarde fugado Carlos Puigdemont y Casamajó– a las que se sigue, ciegamente, del mismo modo que las masas, en Alemania nazi, siguieron a Adolfo Hitler de forma tan imbécil y desproporcionada, como insensata e irreflexiva.

Y lo peor es que el exorbitante e incontenido deseo de Sánchez y Pérez-Castejón de permanecer a cualquier costa y precio en la presidencia del Consejo de Ministros –aunque sea sólo en sentido nominativo, porque mandar verdaderamente, quien manda es el fugado catalán– muy bien pudiera permitir que esas peregrinas exigencias y otras igual de disparatadas, extravagantes, absurdas y delirantes podrían convertirse en más decretos leyes, para proseguir destrozando el verdadero estado de derecho que con la aprobación de la Constitución de 1978 se había logrado alcanzas en nuestro país.

No sé, creo que nadie sabe lo que podrá durar este socialismo decrépito y postrado que representa Pedro Sánchez, pero lo que sí podemos esperar, sin duda y a la vista de los hechos hasta aquí producidos, no es sino la demolición brutal e irreflexiva de las libertades y los derechos individuales que están en la picota y cuya restitución, luego, nos costará decenios de sacrificios en poder restituir ¿O no?

QOSHE - Libertades en la picota - Joaquín A. Abras Santiago
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Libertades en la picota

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10.01.2024

Un servidor, que por su ideología liberal hubiese sido placenteramente fusilado, de haber vivido en el tiempo de Fernando VII, se queda absolutamente petrificado al conocer la exigencia de algún sector del separatismo radical catalán, que sostiene al Gobierno sin norte que sufrimos de Pedro Sánchez, para que este llegue, incluso, a legislar la aplicación de multas a aquellos miles de empresas que, tras el golpe de estado dado en aquella región española, en octubre de 2017, optaron por trasladar su residencia fiscal –y algunas hasta física– a otras geografías de este país, cada vez menos llamado España, en las que existiese un gobierno autonómico e instituciones que garantizasen realmente mayor seguridad jurídica. Ahí es nada,........

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