Hasta hace solo unas décadas cuando queríamos ponderar un adjetivo solíamos utilizar dos adverbios (bastante y muy) y un sufijo (-ísimo). Así, por ejemplo, a partir de ‘guapo’ y en orden creciente de encomio teníamos ‘bastante guapo’, ‘muy guapo’ y ‘guapísimo’.

A finales de los 50 o principios de los 60 llegó a España un tal Supermán y se abrieron los primeros supermercados. Y con ellos descubrimos que en español teníamos, de toda la vida, el prefijo ‘super-’, que proviene del latín y significa ‘por encima de’ (superior, superabundancia, supervivencia, etc.). La juventud, muy ávida de ‘superlativos’ (también con ‘super-’), incorporó lo ‘súper’ a su jerga: ya no era suficiente decir que un chico era guapísimo. Había que ir más allá: era ‘superguapo’.

Ya bien entrados los 70 se empezaron a ver por España los hipermercados, que eran como los supermercados pero a lo bestia: ocupaban grandes superficies, solían situarse en las afueras de las ciudades y tenían una amplia zona de aparcamiento. Entonces se redescubrió también el prefijo ‘hiper-’, que significa lo mismo que ‘super-’ pero de origen griego. En diccionarios del siglo XIX encontramos muchos ‘hiper-’, especialmente en el ámbito de la Medicina (hipercefalia, hiperhidrosis, hipertrofia, etc.). No sé si por esto o por el mayor tamaño de los hipermercados la gente consideró (erróneamente) que ‘hiper’ era más que ‘super’. Y de nuevo la juventud, ansiosa de ‘hipérboles’ (también con ‘hiper-’), incorporó el nuevo prefijo a su vocabulario: el ‘superguapo’ fue claramente ‘superado’ por el ‘hiperguapo’.

Pero la moda es efímera y lo de ‘hiper’ se empezaba a quedar corto. ¿Cómo ‘superarlo’? Hibridando ‘super’ e ‘hiper’. Apareció así el chico ‘superhiperguapo’, un término además muy del gusto de los amantes de los polisílabos.

La vida pasa muy deprisa: los que habían inventado lo de ‘superguapo’ ya eran padres y madres y sus hijos e hijas empezaron a tener un ordenador a temprana edad. Y con él vinieron las ‘megas’. El prefijo ‘mega-’, también de origen griego, significa simplemente ‘grande’, lo mismo que ‘magnus’ en latín, e igualmente encontramos muchas palabras con ‘mega’ en diccionarios antiguos, por ejemplo en el ámbito de la Zoología y de la Paleontología (megasaurio, megacéfalo, megalóptero, etc.). Pero para la juventud ‘mega’ era solo una medida de capacidad de su ordenador, siendo un prefijo más de los que contempla el Sistema Internacional de Unidades (SIU), y que significa un millón (un megabyte es un millón de bytes). De este modo, el ‘superhiperguapo’ se vio superado por el ‘megaguapo’, que realmente quiere decir ‘guapogrande’ (en griego) o ‘millónguapo’ (según el SIU), habiéndose saltado de golpe alguna unidad, por ejemplo el ‘kiloguapo’ o ‘milguapo’. Pero una vez más, en esa ansiedad por superarse, se recurrió a la hibridación, apareciendo así el ‘hipermegaguapo’ o, incluso, el ‘superhipermegaguapo’ (ocho sílabas, nada menos).

Todo parecía indicar que en cualquier momento iba a surgir el ‘gigaguapo’ o ‘milmillonesguapo’, pero entonces a alguien se le ocurrió una genialidad: ¡guapo ‘no, lo siguiente’! Una auténtica gilipollez, pero eficaz para frenar el imparable ascenso en el SIU: ‘tera’, ‘peta’, ‘exa’, etc., lo que hubiera resultado insufrible. El ‘no, lo siguiente’ introducía además algo de misterio al asunto: ¿Qué hay detrás de la puerta? Morbo puro. Un invento tan genial ya no podía quedarse solo en el lenguaje de los jóvenes y fue enseguida acogido con fervor por ese amplio mundo de adultos obsesionados con parecer campechanos y joviales.

Pero, para finalizar, se me ocurre alguna reflexión. Con eso del ‘no, lo siguiente’, ¿hemos avanzado algo sobre el guapísimo o el hipermegaguapo? Porque, en puridad, ‘lo siguiente’ a guapo seguiría siendo el ‘bastante guapo’ o el ‘muy guapo’. ¿Hemos dado la vuelta y retrocedido al principio? ¿Qué ocurre si decimos guapísimo ‘no, lo siguiente’?

Espero con ansiedad que venga pronto otro genio e invente ‘lo siguiente’ a ‘no, lo siguiente’. Se admiten sugerencias.

QOSHE - No, lo siguiente - Carlos Ferrer Benimeli
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No, lo siguiente

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08.12.2023

Hasta hace solo unas décadas cuando queríamos ponderar un adjetivo solíamos utilizar dos adverbios (bastante y muy) y un sufijo (-ísimo). Así, por ejemplo, a partir de ‘guapo’ y en orden creciente de encomio teníamos ‘bastante guapo’, ‘muy guapo’ y ‘guapísimo’.

A finales de los 50 o principios de los 60 llegó a España un tal Supermán y se abrieron los primeros supermercados. Y con ellos descubrimos que en español teníamos, de toda la vida, el prefijo ‘super-’, que proviene del latín y significa ‘por encima de’ (superior, superabundancia, supervivencia, etc.). La juventud, muy ávida de ‘superlativos’ (también con ‘super-’), incorporó lo ‘súper’ a su jerga: ya no era suficiente decir que un chico era guapísimo. Había que ir más allá: era ‘superguapo’.

Ya bien entrados los 70 se empezaron a ver por España los hipermercados, que eran como los supermercados pero a lo bestia: ocupaban grandes superficies, solían situarse en las afueras de las ciudades y tenían una amplia zona de aparcamiento. Entonces se........

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