Jesús Sánchez Adalid (Villanueva de la Serena, 1962), desde que se diera a conocer con La luz de Oriente (Círculo de Lectores, 2001), ha ido convirtiéndose en uno de los autores españoles con mayor éxito editorial. Especializado en novela histórica, se ha permitido abordar muy diferentes épocas en una larga veintena de títulos. Aunque podría señalarse su atracción por cuanto se relaciona con la cultura árabe y el mundo andalusí, ha demostrado la misma solvencia eligiendo a personajes renacentistas o conquistadores del Nuevo Mundo, cuando no retrocede hacia los siglos protocristianos. Los esfuerzos por documentar de forma convincente narraciones enmarcadas en contextos tan distintos son elogiables, así como una voluntad de estilo cada vez más perceptible.

Para escribir Una luz en la noche de Roma el autor ha aprovechado las facilidades permitidas a los investigadores luego que el Vaticano desclasificara (2019), al menos en parte, los archivos referentes a Pío XII durante la ocupación nazi (septiembre 1943- junio 1944) de la capital de Italia, más aportaciones de la Fundación Spielberg. Pero, sobre todo, le han servido para componer este complejo relato las asombrosas noticias que le hicieron llegar personalmente los religiosos del hospital de la isla Tiberina, donde pudo burlarse a las SS y salvar a decenas de judíos merced a la sagacidad de los frailes y sus numerosos cómplices.

Para componer este magnífico cuadro se utilizarán, pues, noticias verificadas, junto a la imaginación, siempre verosímil, del novelista, que además se percibe bien informado por la bibliografía básica y demuestra conocer de modo sobrado aquella Roma, cuyas calles pululan de mítines contra un Mussolini ya decaído de sus clásicas bravuconadas . En las descripciones de la “ciudad eterna” luce Sánchez ADalid sus mejores galas como escritor, junto con la caracterización de determinados personales, históricos o supuestos.

El discurso bascula alternativamente en torno a varios lugares bien definidos y cuantos allí conviven: la mansión aristocrática de los Daureli, con una esposa fascista y un marido escéptico, a quienes les nacieron el hijo militar y dos mujeres formidables, Gina y Orlana, verdaderas heroínas frente a Mussolini y los suyos; el humilde hogar de judíos sefarditas, que siguen manejándose en ladino, donde la viuda Zarfati cría a Betto, partisano de “Bandiera Rossa”; la parroquia suburbial de D. Desiderio, sacerdote de ideas progresistas, comprometido con los jóvenes rebeldes; la sinagoga del rabino Zolli, modelo de sensatez; el piso clandestino del Transtevere, refugio de los miembros revolucionarios de “Scintilla”, y, sobre todo, el hospital “Fatebenefratelli”.

Lo dirige un fraile español, que accede a irlo convirtiendo en asilo para médicos y refugiados judíos e incluso central de radio clandestina con que informar a las fuerzas aliadas, cada vez más próximas. Recurre a ingeniosos manejos, inventándose enfermedades contagiosas para impedir registros policiacos, y hasta sabe ganarse los auxilios del líder fascista, D. Vincenzo Lombardi, un capo que permite caracterizar a ciertos seguidores de Mussolini. Él humilde religioso fue el auténtico lucernario en la negrura romana impuesta por Hitler y los suyos (¡Fosas Ardeatinas!).

Por supuesto, fray Leonardo cuenta con el apoyo explícito del Vaticano, si bien la presencia del Papa es mínima (sí se recoge su conocido acceso a lugares bombardeados, manchándose de sangre la alba sotana). Al parecer, cuando los alemanes ocupan Roma, vivían allí unos 12.000 judíos, a quienes también deciden aplicarles la “solución final” (luego de haberlos extorsionado exigiéndoles las famosas 110 libras de oro). Si no lograron capturar y conducir a Auschwitz poco más que a un millar, fue por el refugio que a los hijos de Israel les proporcionaron, jugándose la vida, multitud de familias, partidos y sindicatos, iglesias y conventos romanos, incluida la Santa Sede (que nunca condenó en público la shoá).

Lo más literario de la novela son para mí la narración del idilio que mantendrán, pese a tantas vicisitudes, Gino y Betto, junto con los diálogos, casi siempre borrascosos, plenos de intencionalidad, sarcasmo y a veces humor, entre los padres de la primera, reflejo de la división imperante en tantas familias italianas. Por lo demás, al autor deja traslucir en cada capítulo clara oposición a las dictaduras, así como la defensa del mensaje evangélico.

Jesús Sánchez Adalid, Una luz en la noche de Roma. Madrid, HarperCollins Ibérica, 2023,

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LA BOTA NAZI SOBRE ROMA

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09.03.2024

Jesús Sánchez Adalid (Villanueva de la Serena, 1962), desde que se diera a conocer con La luz de Oriente (Círculo de Lectores, 2001), ha ido convirtiéndose en uno de los autores españoles con mayor éxito editorial. Especializado en novela histórica, se ha permitido abordar muy diferentes épocas en una larga veintena de títulos. Aunque podría señalarse su atracción por cuanto se relaciona con la cultura árabe y el mundo andalusí, ha demostrado la misma solvencia eligiendo a personajes renacentistas o conquistadores del Nuevo Mundo, cuando no retrocede hacia los siglos protocristianos. Los esfuerzos por documentar de forma convincente narraciones enmarcadas en contextos tan distintos son elogiables, así como una voluntad de estilo cada vez más perceptible.

Para escribir Una luz en la noche de Roma el autor ha aprovechado las facilidades permitidas a los investigadores luego que el Vaticano desclasificara (2019), al menos en parte, los archivos referentes a Pío XII durante la ocupación nazi (septiembre 1943- junio 1944) de la capital de Italia, más aportaciones de la Fundación Spielberg. Pero, sobre todo, le han........

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