Me desperté una mañana con frío, esa clase de frío que si te dieran a elegir elegirías disfrutarlo desde debajo del edredón un sábado, sin prisas por levantarte. Pero no tuve opción, así que un pie siguió al otro y busqué en el cajón de los calcetines unos que fueran calentitos. Di con unos altos, deportivos; me sentí como si estuviera a punto de saltar al campo de juego. Como la vida misma, no sé si hoy ganaré o perderé, quién sabe. A lo mejor en los últimos minutos de descuento gano el partido. Sí, típico pensamiento de cuando abres los ojos después de apagar el despertador, sentado en la cama con la mirada perdida, con unos calcetines nuevos que aprietan un poco… Un momento maravilloso.

No fue fácil ponérmelos, me costó subirlos hasta la rodilla. Miré la talla comprobando que fueran de adultos: no tengo los gemelos de Roberto Carlos, así que no entendí nada. A pesar de ello aguanté toda la mañana, poniendo en riesgo la circulación de mis piernas e imaginándome al flamenco que hizo de modelo para tallar los calcetines que casi me provocan un trombo.

¿No se los prueba nadie antes de venderlos?

¿Por qué a veces se hacen las cosas mal cuando es más fácil hacerlas bien? ¿Qué sentido tiene crear malestar o simplemente hacer lo contrario a lo que se debería hacer para vivir en paz con los que nos rodean? No hacer uso de las papeleras, no recoger la caca de tu perro, no ceder el paso cuando hay alguien saliendo marcha atrás de un aparcamiento… ¡Te pillé! Sé que lo has hecho alguna vez, yo también.

El otro día intentando salir de mi garaje tuve que esperar unos minutos a que una pareja quitara su coche del vado. Me hierve la sangre cuando alguien deja su coche y se va sabiendo que puede salir alguien en cualquier momento, aunque sean tres minutos; personas que puede que tengan una urgencia, que vayan con el tiempo justo para llegar al trabajo o simplemente que estén cansados de que un día y otro y otro tengan que hacer sonar la bocina de su coche porque el iluminado de turno ha abandonado su coche obstaculizando la salida de otros.

Pero ahora vamos con la mandanga, el jugo, la esencia del mal, lo que hace que me plantee fabricarme un arco y meterle a las puntas de flecha veneno de víbora de la muerte con piri piri. Hay ocasiones en las que cuando llega el dueño o dueña encima se encaran, se vienen arriba diciendo que han sido solo dos minutos, que no es para tanto. Lo que tenían que hacer es: primero, llegar corriendo al coche, por lo menos que se les note la urgencia; segundo, disculparse repitiendo las palabras como un mantra: perdón, perdón, lo siento, lo siento, palmas juntas al pecho y alguna bajada de cabeza. ¿Acaso pido tanto? Eres tú el que lo ha hecho mal, no yo. Pues no, tengo que tener cuidado porque puedo dar con algún tarado o tarada.

En fin, aquí vamos a estar dos días y no entiendo porqué no miramos por el que viene detrás. Hagan los calcetines para personas con huesos y músculos por favor, sean considerados y respiren hondo antes de fabricarse un arco. ¡Feliz jueves!

QOSHE - Princesa Merida - Ana Santos
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Princesa Merida

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15.02.2024

Me desperté una mañana con frío, esa clase de frío que si te dieran a elegir elegirías disfrutarlo desde debajo del edredón un sábado, sin prisas por levantarte. Pero no tuve opción, así que un pie siguió al otro y busqué en el cajón de los calcetines unos que fueran calentitos. Di con unos altos, deportivos; me sentí como si estuviera a punto de saltar al campo de juego. Como la vida misma, no sé si hoy ganaré o perderé, quién sabe. A lo mejor en los últimos minutos de descuento gano el partido. Sí, típico pensamiento de cuando abres los ojos después de apagar el despertador, sentado en la cama con la mirada perdida, con unos calcetines nuevos que aprietan un poco… Un momento maravilloso.

No fue fácil ponérmelos, me costó subirlos hasta la........

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