Ha llovido varios días seguidos aquí en el sur y más de uno casi colapsa: las secadoras de las lavanderías autoservicio han funcionado a pleno rendimiento, los bazares han vendido paraguas como churros y yo por fin he podido estrenar las botas de agua que tenía olvidadas en el zapatero desde el 2015. El pensamiento comunitario más recurrente estos días ha sido “a vé si deja ya de llové, pero qué fartita hace”.

No estamos acostumbrados a que llueva, no tenemos la costumbre de coger el paraguas ni nos acordamos de llevar el calzado adecuado: los botines de ante se han echado a perder.

Las secadoras suelen ser rara avis en los hogares andaluces así que no me quiero imaginar la crisis que han sufrido las familias con más de dos miembros, con niños, actividades extraescolares al aire libre o con algún runner en la familia (persona que sale a correr cada día y suda la camiseta).

Seguramente habrán tirado de armario rescatando ropa que ya no está pasada de moda, sino que es tendencia: han pasado los suficientes años para que vuelva a llevarse.

Yo he tenido que tapar las plantas de mi patio, para que no se enguachinen; si pudieran hablar me estarían preguntando a qué viene tanta agua, que no dan a basto: glup, glup.

Si eres de Asturias pensarás que estoy exagerando pero no: de media en Andalucía tenemos unos 55 días de lluvia al año, así que imagínate que llueve 7 días seguidos… ¡Nos tiramos de los pelos! Cuando hace frío más de tres días nos pasa lo mismo, no nos lo podemos creer; empezamos a comprar calefactores como locos, camisetas térmicas, buscamos los guantes en el fondo del cajón, nos sorprendemos al descubrir unos que están nuevos y que hacen juego con un gorro de lana y dejamos de salir a la calle a no ser que sea cuestión de vida o muerte.

Si aquí llueve se paraliza la vida social: no hay parque, ni cervecita, ni crossfit en la avenida. Quien tenga un bar pequeño con una buena terraza se echará a llorar, al igual que el del puesto de las castañas, los repartidores, las peluqueras y el que vende las pulseras de cuero en la esquina de la plaza. En esta época también nos acordamos mucho, con un cariño muy especial, de aquella persona que decidió poner mármol como revestimiento en las aceras: unos contentos por el aumento en las ventas de prótesis de cadera, otros pagando indemnizaciones por culpa de algún lumbrera. Al fin y al cabo casi todo en esta vida se compensa; la rodilla de mi tía Loles sabe cuándo viene agua y ella está feliz de saberlo antes que nadie.

En el fondo todos queremos que llueva, lo que pasa es que nos encanta quejarnos: me quejo porque puedo, porque relaja y porque es gratis, ni más ni menos. Ahora mismo voy a cantarle a la Virgen de la Cueva para que llueva otro poquito: mucho de golpe no, porque las alcantarillas no funcionan bien si se les mete prisa, como los funcionarios.

Dolly Parton decía: “Si quieres ver el arco iris tendrás que soportar la lluvia”. ¡Feliz jueves!

QOSHE - Que llueva que llueva la Virgen de la Cueva - Ana Santos
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Que llueva que llueva la Virgen de la Cueva

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25.01.2024

Ha llovido varios días seguidos aquí en el sur y más de uno casi colapsa: las secadoras de las lavanderías autoservicio han funcionado a pleno rendimiento, los bazares han vendido paraguas como churros y yo por fin he podido estrenar las botas de agua que tenía olvidadas en el zapatero desde el 2015. El pensamiento comunitario más recurrente estos días ha sido “a vé si deja ya de llové, pero qué fartita hace”.

No estamos acostumbrados a que llueva, no tenemos la costumbre de coger el paraguas ni nos acordamos de llevar el calzado adecuado: los botines de ante se han echado a perder.

Las secadoras suelen ser rara avis en los hogares andaluces así que no me quiero imaginar la crisis que han sufrido las familias con más de dos........

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