Entre la luz y la sombra hay muchos matices. Entre la cara, como elemento material, humano, y la Cruz, elemento de dolor y meditación, existe una escala de profundos sentimientos que son, muchas veces, las trampas invisibles del ser humano.
Pensamos que Febrero es un mes que navega al pairo, que se deja ir con los vaivenes de la olas, que se hunde en la oscuridad y se eleva en la luz de la gloria, mezclada en la materia más simple. Este mes que vivimos vuelve a dejarnos su impronta de dudas, entre el blanco y negro de tradiciones y creencias que nos amarran a un doble sentido de vida.
Ya pasó la hora grata del amor representado en la devoción a un Santo, más conocido en Italia que por aquí, pero que en ese binomio de lo bello y del consumismo lo hemos inmortalizado con unos gestos que la mayoría de las veces, quiero creer, nacen en el corazón.
Hoy, hablar de San Valentín, es poner telón de fondo a unos sentimientos donde triunfa el Amor (con mayúscula). Es como una apuesta ganadora, porque para el amor no hay edades, ni estadios, ni circunstancias buscadas. El amor no tiene tiempos si es verdadero amor.
Muchos recordamos aquella explosión consumista que, en la década de los cincuenta del pasado siglo XX, se nos coló en la oscuridad de una sala de cine, donde un ingenioso y romántico guión nos contaba cómo las parejas pueden y suelen unirse por el azar, bajo la estela celestial de un Santo, abogado de una causa maravillosa, que une a los hombres y a las mujeres bajo el arcoíris de un ensueño que los ata fundiendo sus anhelos y formando la bella unidad de dos en un mismo ser.
Después, el halo dulzón de lo rosa hizo lo demás.
Y en esta misma fecha de la celebración de los enamorados, este año se une otra de distinto tipo pero que fortalece más el cuerpo pasando del corazón al alma. Hemos entrado en un período serio para la intimidad del ser humano. Ha comenzado la Cuaresma.
Materia y espíritu. Alegría y dolor. Reflexión y unión. La Santa Cuaresma es un período especial que la Iglesia nos pone para pensar, rehacer nuestras vidas, y comenzar ese camino de meditación ejemplar que nos lleva a otro que es la Semana Santa, en la contemplación de la Pasión y Muerte de Jesucristo.
Un paréntesis de vida que entre el ruido de la charanga carnavalesca y el sordo tronar de los tambores en las procesiones, nos recuerda ese final inalienable que es nuestra conversión última en ceniza, que ahora en esta fecha cae sobre nuestra frente en el recuerdo a una verdad eterna y esperada.
San Valentín, amor. Carnaval, lo material en carne viva. Cuaresma, camino hacia una Pascual de alegría dentro de cuarenta días. Una rueda de vida, de costumbres, de devociones que se mezclan cada Febrero como en un coctel donde se da rienda suelta a tantas sensaciones que el hombre quiere modelar y dominar.
La vida sin amor no es nada. El Carnaval, sin caretas, lo constatamos cada jornada. La mano tendida con acento cuaresmal, nos indica la senda hacia un arrepentimiento de las faltas. La vida sigue, aunque sabemos que se convertirá en polvo y en cenizas...
Cara y cruz
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15.02.2024
Entre la luz y la sombra hay muchos matices. Entre la cara, como elemento material, humano, y la Cruz, elemento de dolor y meditación, existe una escala de profundos sentimientos que son, muchas veces, las trampas invisibles del ser humano.
Pensamos que Febrero es un mes que navega al pairo, que se deja ir con los vaivenes de la olas, que se hunde en la oscuridad y se eleva en la luz de la gloria, mezclada en la materia más simple. Este mes que vivimos vuelve a dejarnos su impronta de dudas, entre el blanco y negro de tradiciones y creencias que nos amarran a un doble sentido de vida.
Ya pasó la hora grata del amor representado en la devoción a un Santo, más conocido en Italia que por aquí, pero que en ese binomio de lo bello y del consumismo lo hemos........
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