¿Recuerdan cuando, de pequeños, jugaban esas pachangas que solían ser de todo menos amistosas? Uno las encaraba mentalizado como si significaran el pase a la final de un Mundial porque la rivalidad con los de la urbanización vecina, con los de la plaza de enfrente o con los chulitos que jugaban en no sé qué cantera era tal que ganar suponía sentirse como reyes un año entero… pero perder daba un coraje que no se iba en siglos. Por eso en la previa siempre se soltaban esas típicas frases: “¡Salimos a muerte! ¡La primera patada es nuestra, ¡eh!”. Y, aunque se tratara de disimular, la cara de preocupación era inevitable cuando a tu equipo le faltaba ‘el jugón’ porque sus padres le habían castigado, porque ese día tenía academia o porque estaba en casa con una gripe del copón. Él era el de los regates, ‘el máquina’, el que con tres virguerías increíbles volvía loco hasta al defensa rival más tosco, basto y violento; nadie podía pararle por muy inocente que pareciera.

En Málaga, como en Alcoy, pareció que el Decano no salió con el cuchillo entre los dientes y lo volvió a pagar caro pero dolió más que entonces por el escenario y los dos mil que se acercaron a La Rosaleda en otro desplazamiento para recordar. Y también faltó de inicio el ‘jugón’, De la Rosa, nuestro Dela, que llegó otra vez tarde ‘a esa vital pachanga’ al no estar recuperado del todo de esa infección que tanta guerra ha dado. El duelo en el repleto estadio de Martiricos requería justamente de eso, de jugones que no se achantaran ante nada ni nadie, de tipos descarados, de Alcalde y sus detalles -alguno tuvo sin premio-, de los benditos misiles de Antonio, también sancionados… y de Dela los noventa y pico minutos, pero no pudo ser. Es evidente que está tocado por esa varita que hace que todos abramos los ojos como platos cuando la pelotita cae en sus pies. Dos jugadas de genio nada más ingresar al campo nos devolvieron una pizca de ilusión pero sólo fue un espejismo ante un Málaga superior. El Decano aún no le ha ganado a un ‘gallito’ y no es casualidad, evidentemente, como tampoco que los miles de fieles salieran del colosal estadio malacitano luciendo escudo con el mismo orgullo con el que lo hacían al salir, hace apenas tres días, del polideportivo Leonardo Ramos tras sufrir, también allí, como canes para ganar. Y esa sensación, créanme, sí que vale más que tres simples puntos.

QOSHE - Dela - Juanma G. Anes
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Dela

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20.02.2024

¿Recuerdan cuando, de pequeños, jugaban esas pachangas que solían ser de todo menos amistosas? Uno las encaraba mentalizado como si significaran el pase a la final de un Mundial porque la rivalidad con los de la urbanización vecina, con los de la plaza de enfrente o con los chulitos que jugaban en no sé qué cantera era tal que ganar suponía sentirse como reyes un año entero… pero perder daba un coraje que no se iba en siglos. Por eso en la previa siempre se soltaban esas típicas frases: “¡Salimos a muerte! ¡La primera patada es nuestra, ¡eh!”. Y, aunque se tratara de disimular, la cara de........

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