Pues regresamos. Una vez atravesado ese Rubicón de lentejuelas, confetis y envoltorios de regalos, estamos ante la renovada rutina. Ahora que tenemos recién estrenado el calendario, que tenemos los días como unos zapatos nuevos a los que nos da miedo que le caiga cualquier brizna que pueda mancharlos, y puede que aún cuadren los listados de buenos propósitos, es buen momento para llenarlos de barro. Cada hoja del almanaque es una película de aventuras. Cada uno de esos cuadrados numerados es una casilla del juego, sin saber si será el de La oca, el Monopoly, Hundir la flota, Hero Quest, o el cubo de Rubik. Vamos a ello, a jugar. A tirar los dados, vencer, retroceder, perdernos, porque habrá de todo un poco. El jugador avispado sabe que alguna partida se ganará y en otras hundirán el acorazado. O ambas opciones.

Por ejemplo, el domingo a eso de las siete y veinte de la tarde un hombre de unos cuarenta años entró en un bar de la calle Rábida con la cara algo descompuesta. Allí estaban de fiesta, de despedida, y una camarera le dijo que ya estaban cerrados y que justo era el último día, que ya echaban la persiana. El hombre preguntó por un bolso rosa de peluche. Obviamente no era suyo, sino de su hija. Habían estado almorzando en una de las mesas de fuera y ya en casa se habían dado cuenta de su ausencia. El problema no era el bolso en sí, sino su contenido, un aparato de ortodoncia, porque el Ratón Pérez te dejará dinero a cambio de los dientes de leche pero bien que se cobra los intereses con la odontología. Por suerte allí estaba, colgado en la pizarra de las comandas, como el último pedido a atender en aquel local. Aquel hombre volvió a casa resoplando y aliviado. Aquel hombre era yo, y por lo menos me había pasado el nivel del día.

Al fin y al cabo, si la Península Ibérica es ese lugar que una ardilla podía recorrer saltando de árbol en árbol, la vida es eso que pasas saltando de marrón en marrón, agarrando una liana cuando estás a punto de soltar la otra. Y al tiempo que estreno la bufanda y el abrigo que depositaron Melchor, Gaspar y Baltasar junto a mis zapatos, más feliz que unas castañuelas, me ha llegado a mi teléfono móvil el amable mensaje de mi entidad bancaria comunicándome la variación del tipo de interés en mi préstamo con garantía hipotecaria. ¡Menudo eufemismo! Pero hay para contarlo. Confieso que estoy deseando que llegue esa parte de “de puente a puente y sigo porque me lleva la corriente”. Hay tablero y hay partida. Al lío.

QOSHE - Juegos reunidos - Manuel González Mairena
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Juegos reunidos

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09.01.2024

Pues regresamos. Una vez atravesado ese Rubicón de lentejuelas, confetis y envoltorios de regalos, estamos ante la renovada rutina. Ahora que tenemos recién estrenado el calendario, que tenemos los días como unos zapatos nuevos a los que nos da miedo que le caiga cualquier brizna que pueda mancharlos, y puede que aún cuadren los listados de buenos propósitos, es buen momento para llenarlos de barro. Cada hoja del almanaque es una película de aventuras. Cada uno de esos cuadrados numerados es una casilla del juego, sin saber si será el de La oca, el Monopoly, Hundir la flota, Hero Quest, o el cubo de Rubik. Vamos a ello,........

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