Será imposible encontrar una nube de tags tan ofensiva e hiperbólica en la historia de los debates de investidura. “Golpista”, “indigno”, “traidor”, “dictador”... Aquella famosa tarde en la que Alfonso Guerra destrozó a Adolfo Suárez fue una retahíla de pellizcos de monja en comparación con lo que Pedro Sánchez ha escuchado este miércoles en el Congreso (hasta un “¡qué hijoputa!” se oyó decir a Ayuso en la tribuna de invitados, propinado al candidato y presidente del Gobierno en funciones. “Me gusta la fruta”, traducen sus acólitos, graciosillos). Escarbando entre toda esa maleza, algo ha quedado claro: lo que se vota este jueves no es tanto la investidura de Sánchez como la elección entre dos formas muy diferentes de entender la democracia, la política y España.
En estos tiempos de ruido, Feijóo habrá convencido a los suyos. Pero no ha sido capaz de responder a la principal cuestión que le incumbe como alternativa de gobierno: ¿cuál su proyecto para Cataluña, y por tanto para España? Sin novedad en ese frente
Yolanda Díaz resumió muy gráficamente ese agujero negro de las derechas: “Es más fácil incendiar España que construirla”. De este debate de investidura saldrá este jueves una propuesta compleja de gobierno, se supone que con un compromiso de estabilidad, pero sobre todo guiado por dos coincidencias: poner freno a la opción de las “derechas retrógradas” y una idea de España que no teme a su esencia contradictoria y plural. “Se hace camino al andar” (Antonio Machado, con absoluta seguridad).
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(Aquí se puede leer la primera entrega de estos 'Apuntes de investidura'.