Imagino a Vicent Soler con una sonrisa entre triste y socarrona. Las decisiones políticas (que al final siempre son arbitrarias por muchos informes previos sobre los que se sostengan) han querido unir estos días, otra vez, los nombres de Soler y Vicent Ventura. Los dos vuelven a estar en el mismo bando, el de los proscritos, los que estorban al poder solo por estar.

Allá por el tardofranquismo, el joven Soler debutaba políticamente en la lucha por las libertades al lado de un ya curtido Ventura, político y periodista (o al revés). Fue este el que promovió en junio de 1975 la reunión de diez valencianistas en una casa de retiro de Alaquàs para crear un Consell Democràtic del País Valencià. El encuentro acabó en uno de los episodios simbólicos de la lucha por la democracia: ‘els 10 d’Alaquàs’. La detención de aquellos diez activistas y su ingreso en prisión generó una movilización que cruzó fronteras y que acabó con su indulto cinco días después de la muerte de Franco. Vicent Soler, al lado de su maestro Ernest Lluch, era uno de ellos.

En 2024, cuando casi todo es pasado, se cumple el centenario del nacimiento de Vicent Ventura y este es noticia porque las instituciones valencianas se ponen de perfil y no lo celebran. Hoy, Vicent Soler es noticia porque el Gobierno valenciano, en manos de PP y Vox, ha decidido destituirlo como presidente del Consejo Social de la Universitat de València, cargo en el que llevaba un año tras ser designado por el Ejecutivo anterior, de izquierda y al que perteneció.

La pregunta sigue siendo por qué. La Conselleria de Educación (del PP) ha alegado la búsqueda de un perfil más empresarial y menos académico. Argumentos siempre se pueden encontrar. Para cualquier decisión. Pero el puesto siempre ha tenido un peso elevado de reconocimiento social, de figura de honor que ejerza de puente entre la cátedra y la sociedad. En los años de los gobiernos anteriores del PP, esa presidencia la ocuparon el notario Carlos Pascual de Miguel y el abogado Manuel Broseta Dupré. Este último permaneció hasta 2019, con el mandato prorrogado durante la primera legislatura de Ximo Puig.

Los cargos de gestión pública es obvio que han de ser renovados cuando hay un cambio político. Los nuevos gobernantes tienen derecho a implantar nuevas líneas de actuación con sus propios equipos porque la ciudadanía lo ha votado así. Pero uno quiere creer que hay puestos de representación y figuras sociales que deberían estar por encima de trifulcas políticas, que se merecen un respeto. Desde esa perspectiva no se entiende la decisión sobre Soler. Ha sido exconseller y un significado dirigente socialista, sí, y seguro que tendrá detractores en la comunidad educativa. ¿Es suficiente motivo para la destitución? En mi opinión, no. Soler es también un catedrático de Economía con una trayectoria más que respetada y un veterano defensor de las libertades y del autogobierno. Si Carlos Mazón preside la Generalitat y J.A. Rovira es conseller de Educación es en buena medida por la lucha por la autonomía de gentes como Soler y otros muchos cuando no existían ni democracia ni autonomías en España.

El contexto es incendiario, hay declaraciones apocalípticas casi a diario y, si realmente interesa desinflamar la vida pública, como tanto dicen los gobernantes, habría que empezar por respetar el pasado y sus símbolos. Lo demás solo ayuda a extender desde la política a la sociedad un clima polarizado y tóxico. Igual que hay nombres como los de Sorolla, Blasco Ibáñez, Fuster, Estellés, Ventura, Sanchis Guarner, Broseta o incluso Casp que deberían estar fuera de la batalla política porque representan, con aciertos y errores, el pasado de todos, hay puestos de representación social que deberían respetarse. Y la Universidad también debería hacerse ver y valer en estas situaciones, aunque el puesto dependa de los mandatarios políticos.

Ahora que se habla mucho del relato y la construcción de la percepción, decisiones como la destitución de Soler o el olvido institucional de Estellés y Ventura en sus centenarios ayudan a armar el mensaje de gobierno sectario y censor que la izquierda lanza sobre el Consell de PP y Vox. El PP responderá, seguro, que sectaria era la política educativa del Botànic, y así podemos seguir lanzando piedras de un tejado a otro. Podemos seguir contribuyendo a extremar posiciones en la sociedad y no a moderar la vida pública.

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Vicent Soler. El peligro de los símbolos

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13.02.2024

Imagino a Vicent Soler con una sonrisa entre triste y socarrona. Las decisiones políticas (que al final siempre son arbitrarias por muchos informes previos sobre los que se sostengan) han querido unir estos días, otra vez, los nombres de Soler y Vicent Ventura. Los dos vuelven a estar en el mismo bando, el de los proscritos, los que estorban al poder solo por estar.

Allá por el tardofranquismo, el joven Soler debutaba políticamente en la lucha por las libertades al lado de un ya curtido Ventura, político y periodista (o al revés). Fue este el que promovió en junio de 1975 la reunión de diez valencianistas en una casa de retiro de Alaquàs para crear un Consell Democràtic del País Valencià. El encuentro acabó en uno de los episodios simbólicos de la lucha por la democracia: ‘els 10 d’Alaquàs’. La detención de aquellos diez activistas y su ingreso en prisión generó una movilización que cruzó fronteras y que acabó con su indulto cinco días después de la muerte de Franco. Vicent Soler, al lado de su maestro Ernest Lluch, era uno de ellos.

En 2024, cuando casi todo es pasado, se........

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