Con motivo de la celebración del Día Mundial del Turismo, ante la patronal y empresarios del sector, de manera solemne en el Salón Azul del Ayuntamiento, nuestro alcalde, Luis Barcala, afirmó recientemente algo que, a pesar de su calado, pasó desapercibido. Con voz imperativa, Barcala señaló, nada más y nada menos, que “Alicante en su totalidad es turismo”.

Se entiende que, desde las zanjas abiertas en las avenidas de Jijona y Maestro Alonso por la empresa que ha abandonado las obras dejando un paisaje parecido a una ciudad bombardeada, hasta las calles descuidadas repletas de suciedad y olvido que hay en tantos lugares serían turismo, sin olvidar los edificios municipales a medio terminar desde hace años, los parques descuidados con árboles y plantas segados de cuajo y marchitos, los solares repletos de basura y olvido que salpican tantos barrios y, por supuesto, esas fachadas tan pintorescas que tienen tantos edificios alicantinos, recorridas por manojos de cables, cajetines y registros a su antojo.

Pero sin olvidar playas, terrazas y restaurantes, por supuesto, nuestro Castillo de Santa Bárbara y nuestro Mercado Central siempre que sus escaleras y ascensores funcionen, los refugios de la Guerra Civil aunque únicamente se puedan visitar dos, permaneciendo el resto en el olvido, los museos y vestigios de nuestra historia aunque tengamos el BIC romano del Parque de las Naciones hecho una escombrera, nuestras queridas torres de la huerta a pesar de que alguna de ellas esté en situación ruinosa y tantas calles, parques y jardines, sin dar importancia a que en ellos las zanjas y las obras se hayan incorporado a su paisaje.

Todo sería turismo en Alicante, por tanto, según nuestro alcalde, y siguiendo con la lógica de esta afirmación, toda la ciudad sería, también, para los turistas, algo que no es para nada minúsculo, ya que abre la puerta a debates de un enorme calado como el papel del turismo sobre nuestra ciudad, el progresivo desplazamiento de los vecinos por unos turistas a los que se les entrega el espacio urbano y de una manera particular el centro tradicional a su antojo o la manera de frenar procesos de deterioro social y espacial por la creciente presión de negocios turísticos, por señalar algunos.

Lo cierto es que el turismo ha dejado de ser, en ciudades de todo el mundo, ese maná incontestable al que se entregaba por completo calles, monumentos y espacios públicos a ser objeto de una regulación y planificación rigurosas para evitar la pérdida de calidad de vida a los habitantes al convertir en insoportables tantos lugares hermosos, tratando de impedir procesos de contestación vecinal que han tomado cuerpo en eso que se ha llamado “turismofobia”.

Año tras año, de manera continua y progresiva, vemos como nuestra ciudad está cambiando de una forma muy profunda al capricho del negocio turístico, habiendo transformado a fondo el centro de Alicante y avanzando hacia sus barrios colindantes que parecen entregados de pies y manos por y para los turistas. Nuestra ciudad sobresale como una de las capitales en toda España con mayor concentración de alojamientos turísticos, que han convertido un buen número de edificios completos en alquileres de temporada para un turismo con unas pautas de consumo y ocio muy particulares. De manera que el centro y ahora algunos barrios cercanos se han vaciado de vecinos, que ya no tienen alojamiento en esos lugares porque numerosos edificios se han convertido al monocultivo del alojamiento turístico temporal, dañando así el derecho a la vivienda.

A su vez, numerosos comercios tradicionales se han cerrado para abrir locales de ocio y hostelería, con frecuencia de franquicias, comida basura o para expender bebidas, alterando por completo la oferta de servicios básicos. En muchas calles del centro de Alicante es más fácil tomar un tataki de atún, un wasabi o un kebab que comprar una barra de pan o tomarte una pericana, impulsando procesos que ya se han dado en llamar “gastrificación”, mediante la adaptación comercial y gastronómica al negocio turístico.

Uno de los ejemplos de sumisión a los turistas más llamativos ha sido la decisión de nuestro Ayuntamiento de colocar carpas desmontables en verano a las puertas de los ascensores que suben al Castillo cuando llegan cruceros, para que en su espera puedan estar a la sombra, siendo desmontadas cuando los cruceristas se van. ¿Acaso no hace sol para el resto de las personas que quieren subir a este monumento el resto de los días del año?

El monocultivo de un turismo de masas y sin freno ha entrado en una fase que necesita replantear sus límites y poner coto a sus excesos para que las ciudades no se degraden y la vida de sus habitantes mantenga la calidad y bienestar que merecen. Las ciudades han cambiado, históricamente, como respuesta a situaciones de crisis para mejorar y avanzar, como sucedió con la introducción del ladrillo, la extensión del alcantarillado, la generalización de parques y jardines, la limitación de los vehículos, el cambio de las calderas de carbón a gas o la promulgación de leyes anticontaminación. Seguramente, es el momento de pensar, regular y planificar mejor nuestro turismo para evitar daños a las ciudades y a la convivencia, como ya se está haciendo en importantes lugares.

Nuestros responsables municipales tienen la obligación de trabajar para todos los vecinos anticipando el futuro, porque la ciudad es nuestra.

QOSHE - ¿Para quién es la ciudad? - Carlos Gómez Gil
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¿Para quién es la ciudad?

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03.12.2023

Con motivo de la celebración del Día Mundial del Turismo, ante la patronal y empresarios del sector, de manera solemne en el Salón Azul del Ayuntamiento, nuestro alcalde, Luis Barcala, afirmó recientemente algo que, a pesar de su calado, pasó desapercibido. Con voz imperativa, Barcala señaló, nada más y nada menos, que “Alicante en su totalidad es turismo”.

Se entiende que, desde las zanjas abiertas en las avenidas de Jijona y Maestro Alonso por la empresa que ha abandonado las obras dejando un paisaje parecido a una ciudad bombardeada, hasta las calles descuidadas repletas de suciedad y olvido que hay en tantos lugares serían turismo, sin olvidar los edificios municipales a medio terminar desde hace años, los parques descuidados con árboles y plantas segados de cuajo y marchitos, los solares repletos de basura y olvido que salpican tantos barrios y, por supuesto, esas fachadas tan pintorescas que tienen tantos edificios alicantinos, recorridas por manojos de cables, cajetines y registros a su antojo.

Pero sin olvidar playas, terrazas y restaurantes, por supuesto, nuestro Castillo de Santa Bárbara y nuestro Mercado Central siempre que sus escaleras y ascensores funcionen, los refugios de la Guerra Civil aunque únicamente se puedan visitar dos, permaneciendo el resto en el olvido, los museos y vestigios de........

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