¿Cuánto dolor somos capaces de tolerar sin que nos destroce el alma? ¿Qué grado de deshumanización podemos llegar a aceptar sin que se nos agriete la conciencia? ¿Cuánta barbarie podemos resistir sin mostrar un pellizco de empatía, una brizna de humanidad o un puñado de compasión?

Asistir a un genocidio deliberado y planificado, tal y como recoge el artículo II de la Convención Internacional para la prevención y sanción del delito de genocidio, aprobada por Naciones Unidas en 1948, que fue aplicado por vez primera en los juicios de Núremberg por el exterminio contra el pueblo judío, pero que ahora, paradojas de la vida, son esos mismos judíos los que están perpetrándolo contra el pueblo palestino ante los ojos del mundo, nos demuestra la enorme elasticidad de los patrones morales y legales que maneja actualmente el mundo occidental.

Es verdad que no faltan motivos para expresar nuestro rechazo ante tanta violencia y deshumanización como vemos a nuestro alrededor, que cuesta defender el respeto a la vida, al derecho internacional y a la paz sin tener que adscribirnos, por ello, a ningún bando. Pertenecemos a generaciones que hemos asistido a genocidios sobre vietnamitas, tutsis, musulmanes bosnios, yazidíes, rohingyas, junto a otras muchas atrocidades, pero todos ellos han sido el resultado del fracaso de una comunidad internacional que se conjuró posteriormente para perseguir y evitar nuevas masacres. Y así se procesó y condenó por genocidio, por ejemplo, a líderes y militares serbios por asesinar a 8.000 musulmanes en la masacre de Srebrenica de 1995.

Desde que comenzó la ofensiva de Israel contra Gaza, en el último mes, son ya casi 11.000 los palestinos asesinados y 2.000 los desaparecidos, de los cuales más de 5.000 son niños, con un grado de devastación nunca visto en tan poco tiempo. Israel asesina a 15 palestinos por hora en Gaza, de los cuales 6 son menores, con misiles guiados y armamento ultramoderno que incluye desde bombas esponja de explosión retardada, hasta proyectiles de fósforo blanco prohibidos por los tratados internacionales. Nada ha escapado a estos bombardeos indiscriminados, hospitales y escuelas, panaderías, ambulancias, mezquitas, edificios de las Naciones Unidas y depósitos de agua, reduciendo a poco más que cascotes decenas de miles de viviendas habitadas por refugiados.

Lo ha definido con claridad Craig Mokhiber, director de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas en su escrito de dimisión, al afirmar que “en Gaza se atacan cruelmente hogares civiles, escuelas, iglesias, mezquitas e instituciones médicas, y se masacra a civiles. En Cisjordania, incluida la Jerusalén ocupada, las viviendas se confiscan y reasignan en función de la raza, y los violentos pogromos de colonos van acompañados por unidades militares israelíes. El apartheid impera en todo el país”, añadiendo que “es un caso de genocidio de manual” a través de un proyecto colonial y etnonacionalista. Todo ello con el apoyo de los países occidentales.

Componentes del Gobierno israelí, compuesto por una macedonia de fuerzas extremistas y ultrarradicales que consideran desempeñar un mandato divino, han llegado a pedir, incluso, el lanzamiento de una bomba atómica contra los palestinos en Gaza, como ha defendido Amichai Eliyahu, ministro de Patrimonio de Israel, justificándolo con que “no hay lugar sobre la Tierra para los palestinos”. También otros ministros y mandos militares han llegado a describir a los palestinos como ”animales horribles e inhumanos a los que hay que tratar como tales”. De manera que una vez deshumanizados, todo es posible hasta llegar a su exterminio, como ha señalado Francesca Albanase, relatora especial sobre la situación de los territorios palestinos de Naciones Unidas, algo que nos recuerda con escalofríos una época que pensábamos no volver a revivir más.

Las opciones que manejan abiertamente el Gobierno ultraderechista de Benjamín Netanyahu y la administración norteamericana en esta guerra pasan por perpetuar la barbarie sobre la población palestina y por una abierta vulneración de los principios básicos del derecho internacional: administrar una franja de Gaza arrasada bajo control de Israel, expulsar a los palestinos que no sean asesinados al desierto egipcio del Sinaí o, directamente, acabar con el máximo número de palestinos que puedan llevando a cabo una destrucción de tal calibre que impida la vida en los campamentos bombardeados.

Si algo así defendiera llevar a cabo en Ucrania el gobierno ruso de Putin, por ejemplo, hubiera tenido una respuesta incontestable, pero Israel no para de recibir apoyos, suministros militares y una pasividad cómplice de la comunidad internacional, incluyendo una Unión Europea cuya influencia y músculo se desvanece mientras pide algo tan vergonzoso como son las “pausas humanitarias”, que ni siquiera son atendidas.

Tras esta obscena petición de pausar los bombardeos, frenar los asesinatos y la destrucción sobre la población civil palestina confinada en los campos de refugiados de Gaza de los que no pueden salir, llevando suministros esenciales a los supervivientes entre los escombros, y que Israel pueda reanudar después su objetivo de aniquilación sistemática, se esconde el fracaso de la diplomacia y el reconocimiento de que el genocidio sobre la población palestina, es inevitable.

No acabamos de comprender que nuestro futuro pasa, también, por la suerte que tenga el maltratado pueblo palestino para que tenga, de una vez por todas un país, un hogar y respeto.

QOSHE - Dolor ante la barbarie en Gaza - Carlos Gómez Gil
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Dolor ante la barbarie en Gaza

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12.11.2023

¿Cuánto dolor somos capaces de tolerar sin que nos destroce el alma? ¿Qué grado de deshumanización podemos llegar a aceptar sin que se nos agriete la conciencia? ¿Cuánta barbarie podemos resistir sin mostrar un pellizco de empatía, una brizna de humanidad o un puñado de compasión?

Asistir a un genocidio deliberado y planificado, tal y como recoge el artículo II de la Convención Internacional para la prevención y sanción del delito de genocidio, aprobada por Naciones Unidas en 1948, que fue aplicado por vez primera en los juicios de Núremberg por el exterminio contra el pueblo judío, pero que ahora, paradojas de la vida, son esos mismos judíos los que están perpetrándolo contra el pueblo palestino ante los ojos del mundo, nos demuestra la enorme elasticidad de los patrones morales y legales que maneja actualmente el mundo occidental.

Es verdad que no faltan motivos para expresar nuestro rechazo ante tanta violencia y deshumanización como vemos a nuestro alrededor, que cuesta defender el respeto a la vida, al derecho internacional y a la paz sin tener que adscribirnos, por ello, a ningún bando. Pertenecemos a generaciones que hemos asistido a genocidios sobre vietnamitas, tutsis, musulmanes bosnios, yazidíes, rohingyas, junto a otras muchas atrocidades, pero todos ellos han sido el resultado del fracaso de una comunidad internacional que se conjuró posteriormente........

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