Cuando alguien vive caminando sobre las brasas de los incendios que prende continuamente, alimentando polémicas gratuitas un día tras otro, generando desencuentros cuando más se necesita la calma, el sosiego y el respeto podemos decir que es una persona tóxica, que disfruta multiplicando discordias. Pero también hablamos de individuos que necesitan llamar la atención para que les hagan casito, para que estemos pendientes de ellos.

Algo de esto tiene el obispo de nuestra Diócesis, José Ignacio Munilla, que no deja pasar una semana sin abrir una controversia, sin pronunciar una nueva descalificación, aunque sea a los más altos gobernantes y dirigentes políticos que han recibido el apoyo mayoritario de electores a los que también desprecia mostrando su alineamiento público junto a las fuerzas más ultraderechistas, reaccionarias y franquistas de este país. Y todo ello lo hace, además, a conciencia y asegurándose de que su afilado látigo pueda tener el máximo alcance, a través de redes sociales, emisoras de radio e internet, para que sus mensajes sangrantes puedan herir al máximo número de adversarios.

En momentos como los que vivimos en los que, por encima de todo, se necesita sangre fría, serenidad y respeto desde los responsables públicos, ahí tenemos a Munilla llamando, nada más y nada menos que, inmoral a nuestro presidente del Gobierno, algo que dicho por un obispo que forma parte de una institución acusada de miles de abusos sexuales encubiertos a niños y adultos durante décadas no deja de ser un gigantesco sarcasmo.

Cuando nuestra sociedad está asimilando el sufrimiento causado durante décadas por estos delitos continuados a un número tremendo, pero todavía desconocido, de menores desde la Iglesia por personas que han utilizado su posición eclesiástica para ello, ahí tenemos a nuestro obispo que no deja de desacreditar y lanzar improperios contra el Defensor del Pueblo y los medios de comunicación que están impulsando investigaciones que, con la oposición de la Conferencia Episcopal, están tratando de conocer la magnitud del problema y el impacto del sufrimiento causado, articulando formas de reparación a unas víctimas a las que desde la jerarquía eclesiástica española se sigue ignorando.

Cuando desde el papado de Jorge Mario Bergoglio se impulsa una reforma y modernización de la Iglesia, defendiendo valores de austeridad, paz, servicio a los pobres y amor a la naturaleza, declarando una y otra vez que dentro hay sitio para todos, ahí tenemos a nuestro obispo, conspirando con los sectores más oscuros para tratar de derribar al papa Francisco, alimentando cismas y subrayando la larga lista de personas «desviadas» que, a su juicio, forman parte de una “perniciosa ideología” contra las que hay que luchar. Y su lista es tan larga que debería preguntarse qué pretende hacer con todos aquellos infieles, feministas, izquierdistas, amantes de los perros, divorciados, no creyentes, gays y lesbianas, seguidores de otras religiones, personas que condenan los abusos a menores cometidos por la Iglesia, periodistas, amantes de la ciencia y apasionados del reguetón y la tortilla de patatas a los que considera peligrosos pecadores contra los que hay que luchar y a los que hay que condenar.

Pero en esa trayectoria histriónica y siempre controvertida del obispo Munilla, contestada anteriormente en Bilbao por más de cien párrocos y miles de fieles y, posteriormente en San Sebastián, cuando otros 96 sacerdotes le acusaran de «dañar y dividir a la Diócesis» además de dejarles un agujero de más de un millón de euros, siempre ha llamado la atención su osadía por tratar de sentar cátedra sobre temas que desconoce profundamente, por carecer de conocimientos básicos, por estar en las antípodas de su magisterio o, también, por desconocerlos como religioso. Pero parece que su fe puede con todo y que su ideología profundamente ultraderechista supera cualquier limitación.

Así, sorprende que un obispo haya escrito con detalles y meticulosidad sobre el cuerpo y los órganos sexuales de la mujer a las que, por cierto, ve como «máquinas reproductoras creadas por Dios para la transmisión de la vida», que por su naturaleza tienen comportamientos extraños, según afirma. Así, en su libro Sexo con alma, escribe: «Una persona, por el hecho de ser mujer, va a ser cíclica, y tendrá unos procesos hormonales concretos en relación a su fertilidad. Hay mujeres que se enteran poco de estos cambios, pero otras los sienten mucho, de tal manera que afectan incluso a su estado de humor», y como consecuencia de estos efectos hormonales sobre la mujer que, al parecer, tan bien conoce el obispo Munilla, asegura que «a algunas les da por la limpieza». No parece que la evolución humana haya pasado por este prelado.

También, recientemente, el obispo Munilla ha llegado a defender solemnemente en una conferencia que «el mayor factor generador de pobreza en España es el divorcio», algo que entra por mérito propio en el campo de los disparates alejados de los conocimientos empíricos. Cuando se está trabajando e investigando tanto para conocer la pobreza desde universidades y centros académicos, cuando la propia Iglesia tiene estudios tan respetados como el Foessa sobre pobreza y exclusión, no es de recibo que un obispo muestre una falta de respeto al conocimiento y a la ciencia cegado por su dogmatismo prehistórico.

El obispo Munilla es, como decía León Tolstoi, de esos que cruzan un bosque y solo ven leña para el fuego.

QOSHE - El fuego de Munilla - Carlos Gómez Gil
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

El fuego de Munilla

3 0
26.11.2023

Cuando alguien vive caminando sobre las brasas de los incendios que prende continuamente, alimentando polémicas gratuitas un día tras otro, generando desencuentros cuando más se necesita la calma, el sosiego y el respeto podemos decir que es una persona tóxica, que disfruta multiplicando discordias. Pero también hablamos de individuos que necesitan llamar la atención para que les hagan casito, para que estemos pendientes de ellos.

Algo de esto tiene el obispo de nuestra Diócesis, José Ignacio Munilla, que no deja pasar una semana sin abrir una controversia, sin pronunciar una nueva descalificación, aunque sea a los más altos gobernantes y dirigentes políticos que han recibido el apoyo mayoritario de electores a los que también desprecia mostrando su alineamiento público junto a las fuerzas más ultraderechistas, reaccionarias y franquistas de este país. Y todo ello lo hace, además, a conciencia y asegurándose de que su afilado látigo pueda tener el máximo alcance, a través de redes sociales, emisoras de radio e internet, para que sus mensajes sangrantes puedan herir al máximo número de adversarios.

En momentos como los que vivimos en los que, por encima de todo, se necesita sangre fría, serenidad y respeto desde los responsables públicos, ahí tenemos a Munilla llamando, nada más y nada menos que, inmoral a nuestro presidente del Gobierno, algo........

© Información


Get it on Google Play