Una de las muchas perversiones que nos está ofreciendo ese puré indivisible de la derecha extrema y de la extrema derecha es la apropiación de palabras y conceptos hermosos hasta retorcerlos y convertirlos en escombros. Y lo hacen con una mezcla de osadía y descaro que practican con desparpajo, sin el menor pudor, manoseando expresiones con un significado inequívoco hasta desvirtuar sus contornos, lanzándolas contra los contrincantes como quien tira una piedra a la cara de su rival.

“Libertad”, gritaban los cayetanos madrileños que se manifestaban por las calles del barrio de Salamanca, incumpliendo las declaraciones de estado de alarma para pedir que se abrieran bares y terrazas en las que poder tomar sus cañas, algo que inmediatamente asumió la lideresa del PP madrileño, afirmando que Madrid es la cuna de la libertad. Desde entonces, los sectores más radicalizados del PP y también de Vox no han dejado de repetir, una y otra vez, que luchan a brazo partido por una libertad en la que nunca han creído y que nunca han defendido. Hasta el punto de que uno de los lemas de la pasada campaña electoral del partido de extrema derecha de Abascal en sus carteles y vallas publicitarias fue precisamente ese, “libertad”, que valía igualmente para no pagar impuestos como para pedir el procesamiento del presidente del Gobierno.

Y así, durante la pandemia, numerosos alcaldes del PP repetían que defendían con uñas y dientes la libertad, exigiendo la apertura de bares y terrazas en contra de las medidas de prevención contra el Covid adoptadas por las autoridades sanitarias. Tomar cañas se convirtió en el máximo exponente de libertad, como repitió por entonces Díaz Ayuso, al margen de los graves problemas que estaban en juego durante la crisis sanitaria, como si se necesitara de la espuma de las cañas para ocultar otras muchas cosas.

Durante el Franquismo y la Transición fueron muchas las personas que fueron detenidas, torturadas y duramente reprimidas por pedir cosas tan sencillas como “libertad”. Como ejemplo, el 13 de agosto de 1976, Javier Verdejo fue asesinado por disparos por la Guardia Civil en Almería mientras pintaba en una pared algo tan simple como ”Pan, trabajo y libertad”, pero que por entonces había que reprimir duramente. Aún recuerdo muchas manifestaciones, tras la muerte del dictador, en las que cuando se comenzaba a gritar “pan, trabajo y libertad” aparecían los grises con sus porras de cuero negro repartiendo rabiosos porrazos a mansalva, como si lo que se gritara pusiera en peligro los cimientos del régimen.

Por eso, contemplar ahora cómo muchas de esas palabras que han sido durante años reivindicaciones para conseguir una sociedad mejor se han convertido en papel higiénico de las fuerzas ultraderechistas más reaccionarias resulta doloroso, por la gigantesca perversión que representa.

Son muchas otras las expresiones que han acabado prostituidas, entre las que sobresale “adoctrinamiento”, un concepto de moda para las fuerzas ultraderechistas que igual sirve para pedir que no se enseñe educación para la ciudadanía en los colegios que para acusar a los oponentes de defender el cambio climático. Lo cierto es que los herederos ideológicos del franquismo lanzan la palabra adoctrinamiento como si fueran proyectiles de 155 milímetros que cargan en sus cañones para destrozar allí donde dirigen su munición.

Y la escuela se ha convertido en el campo de batalla preferido para que la extrema derecha lance sus cargas destructivas, dirigiéndolas por igual contra programas académicos aprobados oficialmente, sobre docentes y con especial saña en todos aquellos contenidos formativos que defienden la educación pública, el compromiso ciudadano, la laicidad y una formación integral basada en la ciencia. ¿Que se quiere enseñar educación para la ciudadanía? Adoctrinamiento. ¿Que se pretende formar a adolescentes en educación sexual? Adoctrinamiento. ¿Que se explica el Franquismo y su gobierno dictatorial? Adoctrinamiento.

Incluso se ha llegado a despedir en Estados Unidos a una maestra que se atrevió a enseñar una de las esculturas más hermosas de la historia como es el “David” de Miguel Ángel, acusándola de querer adoctrinar a los estudiantes en la perversión. Y aquí no vamos tan lejos cuando existen organizaciones cristofranquistas dedicadas a llevar a los tribunales a colegios y profesores por cosas como tener en sus bibliotecas libros que hablan de familias no convencionales. De hecho, la aberración del pin parental se justifica con la excusa de huir de ese peligroso adoctrinamiento basado en el desarrollo de los programas educativos oficiales.

Pero la perversión alcanza su clímax cuando esos mismos que no dejan de acusar a los demás de adoctrinamiento no pierden la ocasión de predicar sus venenosas doctrinas, aunque sean tan falsas como delirantes. Ahí tienen, por ejemplo, al exministro Mayor Oreja, que no ha parado de pedir que frenara el adoctrinamiento en la escuela, dando una charla en horario lectivo en un colegio concertado pagado con dinero público, flanqueado por dos monjitas, afirmando que “España está en caída libre por un plan suicida con ETA de capitán general”, llegando a poner en duda la autoría del 11-M en contra de la sentencia firme de los tribunales y acusando veladamente a los nacionalistas de estar detrás del ataque contra Vidal Quadras.

El problema no es la perversión de las palabras, sino las responsabilidades públicas que estos saqueadores de palabras han llegado a tener.

QOSHE - El saqueo de palabras hermosas - Carlos Gómez Gil
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El saqueo de palabras hermosas

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10.12.2023

Una de las muchas perversiones que nos está ofreciendo ese puré indivisible de la derecha extrema y de la extrema derecha es la apropiación de palabras y conceptos hermosos hasta retorcerlos y convertirlos en escombros. Y lo hacen con una mezcla de osadía y descaro que practican con desparpajo, sin el menor pudor, manoseando expresiones con un significado inequívoco hasta desvirtuar sus contornos, lanzándolas contra los contrincantes como quien tira una piedra a la cara de su rival.

“Libertad”, gritaban los cayetanos madrileños que se manifestaban por las calles del barrio de Salamanca, incumpliendo las declaraciones de estado de alarma para pedir que se abrieran bares y terrazas en las que poder tomar sus cañas, algo que inmediatamente asumió la lideresa del PP madrileño, afirmando que Madrid es la cuna de la libertad. Desde entonces, los sectores más radicalizados del PP y también de Vox no han dejado de repetir, una y otra vez, que luchan a brazo partido por una libertad en la que nunca han creído y que nunca han defendido. Hasta el punto de que uno de los lemas de la pasada campaña electoral del partido de extrema derecha de Abascal en sus carteles y vallas publicitarias fue precisamente ese, “libertad”, que valía igualmente para no pagar impuestos como para pedir el procesamiento del presidente del Gobierno.

Y así, durante la pandemia, numerosos........

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