En el inicio del nuevo año, el debate migratorio está ocupando un papel muy importante, anunciando que se va a convertir en uno de los asuntos estrella en numerosos países y gobiernos del mundo en coincidencia con la convocatoria de numerosas citas electorales que este año se celebrarán, desde el Parlamento Europeo, hasta Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, por señalar algunos casos.

Por un lado, la multiplicación de guerras y conflictos sangrientos en diferentes lugares del mundo está elevando de manera significativa el número de refugiados, desplazados internos y solicitantes de asilo, superando por vez primera los 103 millones de personas en 2022, un 15% más que el año anterior. Contrariamente a la creencia extendida, el grueso de esos solicitantes son acogidos por países de renta baja o media, un 83% del total según datos de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).

Pero al mismo tiempo, la crisis climática está impulsando con fuerza un nuevo tipo de migraciones ambientales que está creciendo año a año de manera imparable, ascendiendo a más de 32 millones de personas también en 2022, atendiendo a las cifras recogidas por el Centro Internacional de Monitoreo del Desplazamiento (IDMC).

Y por si fuera poco, las migraciones dramáticas y en manos de redes criminales de tráfico de personas se cobran cada vez más vidas en las diferentes rutas migratorias existentes por todo el mundo que, como en el Mediterráneo, nos recuerdan el tributo que pagan miles de personas todos los años por tratar de buscar una vida mejor. Desde que la Organización Internacional de Migraciones (OIM) puso en marcha en 2014 el proyecto “Migrantes Desaparecidos” que contabiliza a las personas fallecidas en su proceso migratorio, se han identificado 60.759 fallecidos, de los cuales 28.259 lo han hecho en el Mediterráneo, la mayor fosa común del mundo.

De manera que tenemos ante nosotros la tormenta perfecta: más guerras, conflictos, ataques contra poblaciones civiles y persecuciones como estamos viendo en numerosos países, junto a un avance imparable de una crisis climática que extiende catástrofes ambientales y desastres meteorológicos por todo el mundo, siendo el motor de importantes migraciones que actúan como válvulas de escape ante muchos de estos desajustes globales. Es por ello por lo que las migraciones se han convertido en uno de los asuntos centrales en países de todo el mundo, al tiempo que en la Unión Europea se ha anunciado la finalización de las negociaciones sobre el nuevo Pacto de Migración y Asilo, tras años de duras y controvertidas negociaciones.

El caso de Francia, que tiene entre sus manos una profunda crisis política y social debido a la propuesta de una nueva Ley de Inmigración que recoge muchas de las peticiones que durante años ha exigido la ultraderecha a costa de dañar algunos de los valores sagrados de la República, demuestra hasta qué punto el debate migratorio se va a convertir en uno de los temas políticos capitales para otros muchos países como Dinamarca, Suecia, Alemania o Países Bajos.

Pero son dos los denominadores comunes que impulsan el debate político sobre la inmigración en los países occidentales: por un lado, el avance del malestar en amplios sectores de trabajadores que viven un progresivo deterioro en su calidad de vida, particularmente en sus barrios, la disminución de las políticas públicas a las que tienen acceso e incluso su progresiva disminución, como sucede en la sanidad o la educación, junto a una acumulación de dificultades en su vida diaria que las políticas ultraliberales han alimentado de la mano de acusados procesos de desigualdad. Y frente a todo ello, la extrema derecha ha convertido a los inmigrantes en magníficos chivos expiatorios, de la mano del marasmo migratorio que en los últimos años los países occidentales han creado, utilizándolos a su antojo para volcar sobre estos un buen número de problemas económicos y políticos que los ciudadanos sufren en sus propias carnes.

En muchos países, en lugar de dar respuesta a buena parte de los problemas de la ciudadanía con una reducción de los insoportables niveles de desigualdad que permitan políticas fiscales más redistributivas para impulsar un nuevo avance en los niveles del bienestar social, se ha optado por convertir a los inmigrantes en culpables de muchos de estos problemas, alimentando así el discurso de la extrema derecha basado en una falsa mano dura que no hace más que alimentar a los traficantes de personas. El caso del gobierno de extrema derecha italiano es paradigmático, cimentado sobre la mano dura contra los inmigrantes pero que ha visto en 2023 cómo la llegada de inmigrantes en pateras se ha triplicado respecto a los años anteriores, demostrando la falsedad de muchos discursos migratorios de la ultraderecha.

Por si fuera poco, todo parece indicar que el nuevo Pacto Europeo de Migración y Asilo va a seguir impulsando muchas de las contradicciones existentes en la relación con terceros países, en la gestión de las fronteras y en ese concepto nuevo tan caprichoso llamado “solidaridad a la carta”.

Mientras tanto, Europa seguirá necesitando de inmigrantes para impulsar su economía, como relevo generacional y para mantener su impulso social y cultural. A pesar del giro migratorio que se avecina, la gestión de las migraciones seguirá siendo una asignatura pendiente y necesaria.

QOSHE - Giro migratorio - Carlos Gómez Gil
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Giro migratorio

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07.01.2024

En el inicio del nuevo año, el debate migratorio está ocupando un papel muy importante, anunciando que se va a convertir en uno de los asuntos estrella en numerosos países y gobiernos del mundo en coincidencia con la convocatoria de numerosas citas electorales que este año se celebrarán, desde el Parlamento Europeo, hasta Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, por señalar algunos casos.

Por un lado, la multiplicación de guerras y conflictos sangrientos en diferentes lugares del mundo está elevando de manera significativa el número de refugiados, desplazados internos y solicitantes de asilo, superando por vez primera los 103 millones de personas en 2022, un 15% más que el año anterior. Contrariamente a la creencia extendida, el grueso de esos solicitantes son acogidos por países de renta baja o media, un 83% del total según datos de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).

Pero al mismo tiempo, la crisis climática está impulsando con fuerza un nuevo tipo de migraciones ambientales que está creciendo año a año de manera imparable, ascendiendo a más de 32 millones de personas también en 2022, atendiendo a las cifras recogidas por el Centro Internacional de Monitoreo del Desplazamiento (IDMC).

Y por si fuera poco, las migraciones dramáticas y en manos de redes criminales de tráfico de........

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