Con motivo de la reunión en la que cada mes unas cuantas mujeres nos reunimos para hablar sobre libros escritos por autoras en un club de lectura que dinamizo desde hace unos cinco años, tuve la suerte de leer el afiladísimo epílogo que Marta Sanz escribió para “Tea Rooms: Mujeres Obreras” de la escritora madrileña Luisa Carnés.

Tea Rooms no es una simple novela sobre la lucha de clases: puede diseccionarse en mil pedazos, como bien hace Sanz en su texto, desde los estudios literarios y desde su propia literatura. Nos acerca a través de sus propios recursos a la realidad política preguerra en España a través de algo, para la época, novedoso; la realidad de las mujeres trabajadoras del Madrid de los años treinta. Una realidad “lejana” que, en algunos aspectos, no deja de conservar paralelismos con la actualidad.

Ahora que se empieza a visibilizar el trabajo de las mujeres “parece que todas escriban” y que, además, “escriban como churros”, vuelven a etiquetar las novelas escritas por mujeres como “intimistas”. “Intimista”, como si hablar de la menstruación o retratar desde unas contracciones a un aborto fueran cuestiones relegadas siempre al espacio privado, aún vergonzantes y destinadas a hablar en el petit comité de un club de lectura o en el café de antes o después del cine y el teatro.

Y es que, como ocurre en Tea Rooms (el interés por la literatura y el periodismo de Matilde; la fascinación por el cine y el teatro de Laura… hasta la escena en la que Marta, en un golpe de suerte, es vista a la salida de un cine) parece que esas cosas relegadas al espacio privado sean, aún, menores, alejadas de lo universal y una “otredad”. Lo cierto es que gracias a la exigencia de paridad en los puestos de responsabilidad y en el reconocimiento a nuestras creadoras, esa “otredad” empieza a verse reflejada con más fuerza, ejemplo son la cantidad de películas dirigidas por mujeres que han proliferado y arrasado en festivales los últimos años.

Cinco lobitos, O corno, Chinas o Las chicas están bien son sólo algunos ejemplos de obras que están trasladando al cine lo que también ocurre con la literatura: no escribimos más, simplemente nos publican y nos publicitan de igual forma. Escribir, se ha escrito siempre con más y menos medios. Luisa Carnés, autodidacta y crítica, es el mejor ejemplo.

Aún así, ya hace tiempo leí con sorpresa a algún “crítico” asegurando que el “aluvión” de películas dirigidas por mujeres tocan temas que “ni le llegan ni le interesan”. Me pone triste pensar en el más de noventa por ciento de mujeres (mínimo) que componen la cola de los cines Ana, en Alicante; lo mismo en el Teatro Principal: solo veo a mujeres con sus amigas o mujeres solas, los hombres van acompañándolas a ellas la mayoría de las veces. Esta no es una afirmación sacada de la manga sino una reflexión que he escuchado a muchas compañeras y algo estadísticamente demostrable haciendo cola cualquier día del espectador.

Lo universal en la cultura -y las voces que resuenan desde esa universalidad- sigue siendo ese tuitero que opina desde su casa, mientras que las consumidoras potenciales de esa cultura somos siempre las mismas. A 2024 y su cine le pido a las mujeres “locas”, “intensas”, hasta incluso a las “camioneras” (dicen como insulto, aunque en 2024 suene atemporal) que no dejen de contar, que no dejen de escribir sobre sus vidas, sus hijos, sus no-hijos, sus amigas, sus novias y amantes, sus lutos (que no siempre son de amores) y esas cosas cotidianas que siempre se han escrito y se han contado pero que ahora, afortunadamente, copan premios y festivales dando ejemplo a otras muchas.

Mientras tanto, acompañadas de sus amigas en la cola de estos cines y estos teatros (y en cualquier lugar, como cuenta Itsaso Arana), las chicas estarán bien.

QOSHE - "Las mujeres no escribimos más, simplemente nos publican" - Carmen Tomás
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"Las mujeres no escribimos más, simplemente nos publican"

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26.01.2024

Con motivo de la reunión en la que cada mes unas cuantas mujeres nos reunimos para hablar sobre libros escritos por autoras en un club de lectura que dinamizo desde hace unos cinco años, tuve la suerte de leer el afiladísimo epílogo que Marta Sanz escribió para “Tea Rooms: Mujeres Obreras” de la escritora madrileña Luisa Carnés.

Tea Rooms no es una simple novela sobre la lucha de clases: puede diseccionarse en mil pedazos, como bien hace Sanz en su texto, desde los estudios literarios y desde su propia literatura. Nos acerca a través de sus propios recursos a la realidad política preguerra en España a través de algo, para la época, novedoso; la realidad de las mujeres trabajadoras del Madrid de los años treinta. Una realidad “lejana” que, en algunos aspectos, no deja de conservar paralelismos con la actualidad.

Ahora que se empieza a visibilizar el trabajo de las mujeres “parece que todas escriban” y que, además,........

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