Es curioso como lustro tras lustro, desde Galdós, desde Larra, se considera a la burocracia administrativa como uno de los grandes males de nuestro país, que ralentiza insufriblemente la agilidad de los procesos. Todos se quejan, los políticos en el poder los que más, pero nadie, absolutamente nadie, se ha preocupado de resolverlo. Los políticos se escudan en su lentitud, en la maquinaria oxidada, para disculpar su inutilidad: nosotros hacemos cosas pero el sistema nos paraliza. Echar la culpa al empedrado es el primer mandamiento de todos los ineptos.

No vale hacer declaraciones, ni vender humo, que de esas proclamas he oído a cientos. Habría que arremangarse y cambiar, recortar, podar. Ahora, desde la presidencia de la Generalitat, se lanza una vez más la promesa de que sus trámites burocráticos serán rápidos como el viento. Sería embriagador si no lo hubiese escuchado antes por activa, por pasiva y por perifrástica. No es que no me lo crea, que tampoco, es que por principio no confío en soluciones fáciles a asuntos tan enquistados.

La Administración, las múltiples administraciones, son monstruos formados por millones de individuos que, no lo olvidemos, votan, y tienen familias que también votan. Los funcionarios saben perfectamente lo que votan, a quién votan y contra quienes votan. Los demás tendremos dudas, ellos jamás, porque les va la vida en ello.

A ver qué político es el guapo que se enfrenta a esa hidra de diez mil cabezas. Siempre he escuchado en la voz de probos funcionarios que ellos son la continuidad y los que mandan de verdad, porque los políticos están sólo de paso, por mucho pisto que se den. Del presidente del gobierno al de la comunidad autónoma, pasando por cualquier alcalde, son personal eventual y transitorio durante cuatro u ocho años como mucho. Después se irán y vendrán otros, tan convencidos como los primeros de su inmortalidad, de que son imprescindibles y las chicas más guapas del barrio. En la sombra el sistema se carcajea, porque, por mucha capa de personal que superpongas a la ya existente, los resultados son iguales. Ya saben: siempre que pasa igual es porque sucede lo mismo.

No pierdan de vista que los partidos son agencias de colocación de montones de afiliados y de hijos, sobrinos y nietos de dirigentes, por no hablar de amantes, queridos y cortejados. Es verdad que las instituciones públicas no pagan mucho en España, pero tienen diferentes momios, como colonizar agencias y departamentos con una caterva en la que va mezclado el eficaz con el más torpe, el profesional con el inútil. En Argentina describen a un tipo de individuo como el “funcionario ñoqui”, porque hay costumbre de comer esa masa de patata el último viernes de mes y el citado servidor público sólo acude ese día a la oficina para extender la mano y cobrar su nómina.

Sin clientelismo no habría política en España. Los partidos necesitan extender sus tentáculos, tener contentos a los suyos, conseguir la fidelización de otros y situar en los diferentes escalones a gente de su cuerda que bloquee a los contrarios. En tiempos de Galdós el “pesebre” era únicamente para los que mandaban y en los momentos en que cambiaba el gobierno, una administración completa se iba a la calle siendo sustituida por una nueva. Los de Cánovas eran cesados y sustituidos por los de Sagasta y pasaban las de Caín hasta que volvían a comer al pesebre cuando la alternancia les era favorable.

Eso cambió. Para mal, claro. Ya no hay cesantes, una capa de funcionarios es superpuesta a otra, como el barniz sobre una puerta antigua. Hay ayuntamientos y consellerías que tienen urgentemente que construir espacios anexos para no tener que sentar a unos encima de otros. O, directamente, les mandan al bar a leer el periódico, teniendo cuidado, eso sí, de que fichen, o alguien les fiche, la entrada y la salida. Nos engañarán con el sueldo, pero jamás con el trabajo.

Mientras, a los funcionarios de carrera, los que han aprobado una oposición, que es como ganar el sueldo Nescafé para toda la vida, les resbalan los cambios, con ellos no va. Si les dan trabajo, bueno y si les relegan al rincón tienen dos opciones: molestar todo lo posible o disfrutar de la vida. O simultanear ambas.

Y luego está el llamado “personal de confianza” que es el término que se aplica a los colocados a dedo. ¿Se imaginan la cantidad de puestos vacantes, de esos jugosos, que se han quedado vacantes en la Generalitat en el último año? Me malicio yo que los teléfonos echaban humo con el cambio del Botanic al bipartito derecha/ultras y que muchos no darían abasto para situar a tantos como se precisaban para rellenar los huecos. ¿A ver, Manolo: ¿a quién pongo yo de Archimandrita de las Indias Occidentales si ya tengo colocada a toda mi familia, allegados, enchufados y amiguetes? Un problema, lo miren como lo miren, lo mismo buscan para ese puesto a alguien que no tenga padrinos y la lía.

QOSHE - La burrocracia - Javier Mondéjar
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La burrocracia

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04.02.2024

Es curioso como lustro tras lustro, desde Galdós, desde Larra, se considera a la burocracia administrativa como uno de los grandes males de nuestro país, que ralentiza insufriblemente la agilidad de los procesos. Todos se quejan, los políticos en el poder los que más, pero nadie, absolutamente nadie, se ha preocupado de resolverlo. Los políticos se escudan en su lentitud, en la maquinaria oxidada, para disculpar su inutilidad: nosotros hacemos cosas pero el sistema nos paraliza. Echar la culpa al empedrado es el primer mandamiento de todos los ineptos.

No vale hacer declaraciones, ni vender humo, que de esas proclamas he oído a cientos. Habría que arremangarse y cambiar, recortar, podar. Ahora, desde la presidencia de la Generalitat, se lanza una vez más la promesa de que sus trámites burocráticos serán rápidos como el viento. Sería embriagador si no lo hubiese escuchado antes por activa, por pasiva y por perifrástica. No es que no me lo crea, que tampoco, es que por principio no confío en soluciones fáciles a asuntos tan enquistados.

La Administración, las múltiples administraciones, son monstruos formados por millones de individuos que, no lo olvidemos, votan, y tienen familias que también votan.........

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