El Carnaval es una fiesta sin fecha fija de celebración, dado que depende del comienzo de la Cuaresma, pero suele coincidir con la primera quincena de febrero. No es menester que les señale los famosos carnavales de Río, Venecia o Santa Cruz de Tenerife. Pero hete aquí que este año la omnipresente sombra de Pedro Sánchez se ha hecho más vanidosa que nunca –si tal fuera posible– y junto a sus amigos de Juntos (Junts, por sus siglas en catalán) se han saltado todas las tradiciones adelantándose el pasado martes a la celebración del Carnaval. No de otra forma puede definirse la irritante mascarada que juntos protagonizaron en el Congreso: Sánchez y sus empleados (sobre todo el listillo de la clase, Félix Bolaños) suplicando el voto, y Puigdemont y su estricta gobernanta (el porte de altiva soberbia de Miriam Nogueras da para escribir una tesis freudiana sin plagiar) fustigándolos con el ojo guiñado.

Mal está que unos políticos de género epiceno que tanto ahínco demandan para con las tradiciones progresistas no respeten las epicúreas fechas de carnaval; pero si la vergüenza solo les salpicara a ellos y ellas (ahora me olvido del epiceno), casi diría que les va en el sueldo que del bolsillo de los españoles se asignan, aunque algunas odien tanto a España que les deben salir llagas en sus cuentas corrientes cuando les ingresan la paga. Dicho esto, lo peor es que sus bufonadas salpican por Europa el buen nombre de España y los españoles, sometidos a una tutoría permanente de nuestros pares europeos porque nos ven como niños epicenos incapaces de gobernarnos por nosotros mismos. Todos los odiadores de España se habían concertado para que Sánchez otorgara una autoamnistía a la carta a los separatistas catalanes que dieron un golpe de Estado contra la democracia, a cambio de que ellos le dieran sus votos a la carta para decorar La Moncloa 4 años más. Pero ahora resulta que Juntos van por separado y votan no a la ley de amnistía con gran desconcierto de ERC, Bildu, la extrema izquierda y el PSOE (tengo para mí que a Sánchez no le ha cogido de sorpresa; él lo sabía, solo pide tiempo a Juntos hasta las elecciones gallegas para luego, de nuevo juntos, darles lo que pidan).

Pese a que en el lisérgico mundo político del huido Puigdemont cabe cualquier tipo de reacción alucinógena capaz de truncar la hoja de ruta prevista, ni Carles es tan obstinadamente necio (aunque lo parezca), ni los suyos y las suyas tan suicidas como para dejar el chollo de Gobierno y de socio que han encontrado con Pedro y sus empleados. Si dejaran caer a Sánchez, con adelanto de elecciones, los billetes de avión a Suiza se agotarían. Por no hablar de la caravana de pateras cruzando la frontera cargadas de relojes de cuco (como avanzadilla, un diputado de ERC, Ruben Wagensberg, investigado por el Tsunami, se ha ido a Suiza por si acaso) No, no es previsible que se produzca ese suicidio colectivo solo porque el peluquero de Puigdemont esté de baja y no pueda atusarle a su bizarro cliente el flequillo de las ideas, máxime sabiendo que el aprendiz del barbero está dispuesto a darle todos los masajes que le pida con final feliz.

Aquí, el problema, ocurra lo que ocurra con el cambalache político que Juntos tiene montado con Sánchez, radica en que todo se está haciendo a costa y coste de la imagen de España y los españoles, de su prestigio y sus bolsillos contribuyentes, de los cimientos del Estado de Derecho, de la independencia de los jueces, de la desigualdad manifiesta entre españoles en función del territorio; de la obscena impunidad legal de unos pocos frente a la igualdad de todos ante la ley, del chantaje de una amnistía exprés contra el endoso de unos votos exprés para que gobiernes, de que es mentira que se hace por la solidaridad y la convivencia entre españoles (separatistas catalanes y vascos incluidos), que todo es una siniestra mascarada que solo persigue la impunidad de golpistas, separatistas, xenófobos e insolidarios a los que España y la democracia no les importa porque la desprecian, y cuyo objetivo final, previa la chulesca impunidad judicial, es la independencia.

Para muestra, causa indignación, sonrojo y vergüenza democrática escuchar a políticos del llamado frente «progresista» cómo atacaban despiadadamente (¿insultaban, injuriaban y calumniaban?) con nombre y apellidos a jueces y magistrados españoles en pleno ejercicio de sus funciones jurisdiccionales. Y lo hacían en el edificio de la Democracia, el Congreso de los Diputados, allí donde deben defenderse las normas democráticas, entre otras, las del respeto a la separación de poderes. Abría fuego días antes la progresista de alta costura Teresa Ribera, vicepresidenta del Gobierno, señalando al juez García-Castellón por investigar a Puigdemont diciendo que «… siempre se posiciona con una implicación política importante en los momentos más oportunos». Ribera está casada con Mariano Bacigalupo, exconsejero de la CNMC y nombrado por el Gobierno consejero de la CNMV con un sueldo de 140.000 euros. «Una implicación política importante en los momentos más oportunos», Ribera. Solo era el principio.

Este martes, en el Congreso, la furia separatista se desató virulentamente contra los jueces gracias a la cómplice pasividad de la presidenta de la Cámara, Francisca Armengol, que consintió esas invectivas. Armengol, haciendo uso de su desequilibrado papel neutral en el Congreso, se muestra inflexible contra la derecha y, sin embargo, no acude a la consulta del otorrino y la logopeda cuando hablan los «progres», de ahí su sordomudez. Los magistrados Marchena, García-Castellón y Aguirre fueron tachados de prevaricadores, franquistas, representantes de la derecha judicial y el «lawfare». Un mes antes, Junts había llamado a varios jueces «personajes indecentes que en un país normal serían cesados y juzgados». ¿Dónde está el Fiscal General? Y todo esto nos lo vende Sánchez como algo progresista, de respeto, convivencia y democracia. El carnaval de los animales, querido Saint-Saëns. El carnaval. A más ver.

(Spoiler inorgánico) España deberá gastar ¡tres billones de euros! para adaptarse al cambio climático según un estudio apoyado por el grupo de Los Verdes del Parlamento Europeo (¿no ven el negocio?). Por eso he decidido matricularme en matemáticas para saber cuánto deben gastar China, Rusia e India. Mi calculadora de color verde se ha puesto roja al preguntárselo.

QOSHE - Carnaval anticipado - Rafael Simón Gil
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Carnaval anticipado

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04.02.2024

El Carnaval es una fiesta sin fecha fija de celebración, dado que depende del comienzo de la Cuaresma, pero suele coincidir con la primera quincena de febrero. No es menester que les señale los famosos carnavales de Río, Venecia o Santa Cruz de Tenerife. Pero hete aquí que este año la omnipresente sombra de Pedro Sánchez se ha hecho más vanidosa que nunca –si tal fuera posible– y junto a sus amigos de Juntos (Junts, por sus siglas en catalán) se han saltado todas las tradiciones adelantándose el pasado martes a la celebración del Carnaval. No de otra forma puede definirse la irritante mascarada que juntos protagonizaron en el Congreso: Sánchez y sus empleados (sobre todo el listillo de la clase, Félix Bolaños) suplicando el voto, y Puigdemont y su estricta gobernanta (el porte de altiva soberbia de Miriam Nogueras da para escribir una tesis freudiana sin plagiar) fustigándolos con el ojo guiñado.

Mal está que unos políticos de género epiceno que tanto ahínco demandan para con las tradiciones progresistas no respeten las epicúreas fechas de carnaval; pero si la vergüenza solo les salpicara a ellos y ellas (ahora me olvido del epiceno), casi diría que les va en el sueldo que del bolsillo de los españoles se asignan, aunque algunas odien tanto a España que les deben salir llagas en sus cuentas corrientes cuando les ingresan la paga. Dicho esto, lo peor es que sus bufonadas salpican por Europa el buen nombre de España y los españoles, sometidos a una tutoría permanente de nuestros pares europeos porque nos ven como niños epicenos incapaces de gobernarnos por nosotros........

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