Dos infartos cerebrales habrían sido su sentencia de muerte o, cuando menos, lo enviarían a una cama, postrado, hasta el final de sus días

Adalberto Al amigo Antonio, una persona simpática, comunicativa y cargada de deseos de vivir, se le puede encontrar regularmente alrededor de las 8:30 de la mañana en el parquecito El Jagüey, en la intersección de las calles Maceo y Bembeta, en la ciudad de Ciego de Ávila. Allí, cada día un grupo de abuelos se reúnen junto al profesor de Cultura Física que los atiende para realizar los ejercicios matutinos.

Habrá quien, de tránsito rápido y sin observar con detenimiento, piense que la parsimonia y la cadencia con la que se mueven los ancianos, no tiene repercusiones directas y beneficiosas para su salud. La historia de Antonio, entre muchas otras, podría refutar cualquier duda.

“Hace un tiempo sufrí dos infartos cerebrales que me redujeron a una silla de ruedas, con una parálisis del hemisferio derecho. Teniendo en cuenta que soy diestro, esa circunstancia me afectó mucho más”.

Dos infartos cerebrales habrían sido su sentencia de muerte o, cuando menos, lo enviarían a una cama, postrado, hasta el final de sus días, sino fuera, en primer lugar, por su esposa, y luego por el personal de la Salud —específicamente los fisioterapeutas y rehabilitadores—, que empezaron a desbrozar el camino de su recuperación.

“Lo ganado allí lo he consolidado con la práctica cotidiana del ejercicio físico. Me considero un promotor de los beneficios que aportan estos programas de atención al adulto mayor”.

Esto lo dice luego de la tanda de ejercicios pausados, pero eficientes, que repite todas las mañanas en el parque citadino. A sus 84 años, sobreviviente de una enfermedad cerebrovascular, Antonio utiliza una palabra que no le queda grande: rejuvenecido. “Ahora puedo seguir mi vida con optimismo. La actitud y estilo de vida que practiquemos hacen la diferencia”.

Nuevamente habrá quien crea que el octogenario amigo exagera y una parte de la ciencia parecería darles la razón. Se conoce que el envejecimiento tiene dos afluentes fundamentales: el primario, el que es consecuencia de los cambios que ocurren con la edad; y el secundario, provocado por la acción de fenómenos aleatorios y selectivos, como, por ejemplo, un accidente cerebrovascular.

Es decir, Antonio ya era viejo cuando enfermó y ese padecimiento pudo haber acelerado su proceso de envejecimiento natural. La literatura científica afirma que envejecer conlleva una serie de cambios a nivel cardiovascular, respiratorio, metabólico, músculo esquelético y motriz, que reducen la capacidad de esfuerzo y resistencia al estrés físico de los mayores, por lo que también reducen su autonomía, calidad de vida, habilidad y capacidad de aprendizaje motriz.

Importancia del ejercicio físico en la salud del adulto mayor

Pero también insiste en que la mejor medicina para combatir estas secuelas inevitables del tiempo, es la preventiva, la que busca retardar todo lo posible la disminución de las capacidades. Por eso la actividad física en estas edades tiene un peso significativo, no solo en la prevención, sino también en la recuperación de enfermedades. No tiene que ser una actividad física intensa. Hay consenso en que caminar, la práctica del Tai Chi y la gimnasia localizada son grandes aliados para este momento de la vida.

Tales elementos nos obligan a cuestionar esa visión estereotipada de la vejez —bastante extendida, por cierto—, que aconseja a los adultos mayores estar “tranquilos en casa”, descansando del ajetreo cotidiano, evitando cualquier esfuerzo. Para asumir una dinámica diferente, el conocimiento sobre el ejercicio físico y su práctica es una fuerza transformadora. Si lo sabrá Antonio.

Actividad física y calidad de vida en el adulto mayor. Una revisión narrativa

QOSHE - Antonio, rejuvenecido a los 84 - Adalberto Gómez Segura
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Antonio, rejuvenecido a los 84

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25.03.2024

Dos infartos cerebrales habrían sido su sentencia de muerte o, cuando menos, lo enviarían a una cama, postrado, hasta el final de sus días

Adalberto Al amigo Antonio, una persona simpática, comunicativa y cargada de deseos de vivir, se le puede encontrar regularmente alrededor de las 8:30 de la mañana en el parquecito El Jagüey, en la intersección de las calles Maceo y Bembeta, en la ciudad de Ciego de Ávila. Allí, cada día un grupo de abuelos se reúnen junto al profesor de Cultura Física que los atiende para realizar los ejercicios matutinos.

Habrá quien, de tránsito rápido y sin observar con detenimiento, piense que la parsimonia y la cadencia con la que se mueven los ancianos, no tiene repercusiones directas y beneficiosas para su salud. La historia de Antonio, entre muchas otras, podría refutar cualquier duda.

“Hace un tiempo sufrí dos infartos cerebrales que me redujeron a una silla de ruedas, con una parálisis del hemisferio derecho.........

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